Revolución médica: crearon microrrobots que podrían ayudar en el tratamientos de tumores
Un grupo de investigadores desarrolló microrrobots con la capacidad de administrar medicamentos ...
18 DE DICIEMBRE DE 2024
Marcos Bruno estudia Ingeniería y viajó a Estados Unidos a presentar un robot que puede funcionar en Marte con un GPS y carga liviana. Para él, las oportunidades de cumplir sueños están hoy al alcance de todo el mundo; la cuestión es "golpear puertas".
Temporada: 1
Unidiversidad Noticias - Milagros Martín Varela
Publicado el 31 DE MAYO DE 2016
Marcos Bruno (20 años) llegó a la entrevista con una carpeta y una campera en la mano. Este estudiante de Ingeniería Industrial construyó un robot que visitó hace poco, junto a su creador, una base de The Mars Society, una sociedad dependiente de la NASA por la que pasan todos los astronautas durante su formación en Estados Unidos. Era inimaginable que en esa carpeta, o más bien un sobre de cartón, Marcos trajera un microscopio que cuesta un dólar.
Desde chiquito le gustaba todo lo relacionado con la ciencia espacial. Veía películas y usaba juegos en la computadora relacionados con el tema, mientras sus padres le decían que estaba loco. Cuando participó en el video de fin de la secundaria, en el colegio Las Candelas de Chacras de Coria, le preguntaron qué quería ser cuando fuera grande y él respondió, a manera de broma: “Astronauta”. Hoy, cuando lo ven, quienes escucharon eso le dicen: “¡Era en serio!”.
Es un veinteañero particular, que se mueve por una curiosidad que se advierte apenas se lo conoce. Gracias a esa característica, Marcos se inscribió en una convocatoria de The Mars Society para llevar a Utah, Estados Unidos, un robot que creó junto con un amigo con el que había estudiado en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), para probar si podría instalar un GPS en Marte. No conforme con eso, también trajo a Mendoza (y pretende traer otros inventos más) un microscopio que vale un dólar.
¿Cómo llegaste a llevar a la NASA un robot que habías hecho?
Un amigo me dijo que había una convocatoria en agosto del año pasado y se me ocurrió hacer un robot del tipo rover, que son de esos que son como un autito, de los que ahora están en Marte. La NASA buscaba la instalación de un GPS instrumental prototipo. Tenía que poder levantar el GPS e instalarlo en el suelo, o sea, dejarlo fijo con un tornillo, y ya que lo levantaba, podía transportar cualquier carga liviana, en realidad. Empecé con el proyecto y le dije a un amigo, Gabriel Caballero, que se sumara, porque él sabe mucho de electrónica y juntos hicimos el robot.
¿Cuánto tiempo les llevó?
De diciembre a abril, en cuanto a tiempo físico de armado. Antes de eso era todo papeleo, mandar mails, mostrar cómo iba a funcionar, simulación de computadoras, todo eso. Pero entre diciembre y abril fue el trabajo real, físico.
¿Y cuándo estuviste en Estados Unidos?
Estuve en terreno durante dos semanas. Pero en Estados Unidos estuve desde el 21 de abril hasta el 23 de mayo.
¿Qué hacías allá? ¿Cómo era el día a día?
El día a día era literalmente lo que tenía que hacer un astronauta, porque este lugar lo que busca es una simulación exacta de lo que sería Marte. Éramos siete los convocados y conformamos una tripulación real. Teníamos que seguir un protocolo completamente definido. Por ejemplo: tenés que usar un traje espacial, la comida es la que comen los astronautas, para salir tenés que esperar los tiempos de descompresión pertinentes y todas las actividades que querés hacer, tenés que declararlas una semana antes para que ellos sepan que tantas personas van a hacer tal cosa y se van a demorar tanto tiempo, y eso se cumple al pie de la letra. Cada uno tiene un cargo. Yo era encargado de salud y seguridad, entonces tenía que aclarar si se rompía algo, si a alguien le dolía algo, todo eso. Cada uno cumplía un rol como si fuera una tripulación real. La NASA quiere que se trabaje tal como si estuviéramos en Marte. Por ejemplo, no es lo mismo usar mi robot en el patio de mi casa que ahí, con un traje que pesa 45 kilos. Las condiciones son mucho más extremas y hay que ver si tanto vos como el robot son aptos. En mi caso, con los guantes que nos dieron, me di cuenta de que tenía un problema con el control remoto del robot, que lo hizo mi amigo Gabriel. No podía apretar los botoncitos porque el guante era muy grande y eso jamás se me pasó por la cabeza...
Y los resultados fueron positivos...
Al principio no andaba o faltaba alguna cosa. La experimentación en el desierto se denomina EVA (Extravehicular Activity = Actividad Extravehicular). Ahí probás y luego volvés a la base para mejorar los errores. La última semana ya andaba todo, fue una semana exitosa.
¿Cuál es la importancia de este proyecto para vos?
Estamos en una época en que yo siento que va a haber muchos cambios. Hace 50 años, cuando llegó el primer hombre a la Luna, las personas no tenían manera de participar de ello. Hoy en día, cualquiera puede hacer una investigación allá e influir en que las cosas salgan bien cuando el hombre visite Marte, que va a ser en aproximadamente 14 años, si todo sale bien. O sea que hoy la gente que esté interesada en eso tiene la posibilidad de influir en lo que va a pasar, en la exploración espacial de Marte en el futuro. A la gente que le interese, la invito a que busque en Internet, que se le ocurra una idea, se meta a una convocatoria.
¿Los proyectos de las otras personas que estaban con vos tenían que ver con el área que estabas trabajando?
Hay de todo. Yo fui con siete personas. Cada dos o tres semanas cambian las tripulaciones, la rotación de la nuestra fue de dos semanas. Por ejemplo, de robótica había dos proyectos más, también estaba un chico que llevó un proyecto para medir la actividad muscular y así saber qué músculos son los más exigidos para usar un traje espacial. Hay otro proyecto, en el que yo participé, sobre el crecimiento bacterial dentro y fuera de la base, que se instaló hace 12 años y ahora se dieron cuenta de que hay bacterias literalmente mortales en el desierto. Y nadie se había dado cuenta de eso hasta que vino este chico con el proyecto de crecimiento bacterial. He escuchado proyectos que van hasta lo híper social, nada técnico. Por ejemplo, una chica que llegó y lo único que llevó fue tarros de pinturas. Lo que hizo fue pintar la pared todos los días de un color distinto y estudió cómo era el desempeño de la gente dependiendo del color con el que convivía. Incluso eso les interesa a los tipos porque, quieras o no, aunque no tenga que ver con lo técnico, influye.
"Un autito de cuatro ruedas"
Marcos explicó que para probar el robot en la estación tenía que tener un plan de estudio muy definido: debía marcar coordenadas de los diez lugares en los que probó instalar el GPS, ver qué tan bien podía instalarlo, medir la distancia en que lo colocaba, sacar fotos y generar documentación. Al volver del "desierto", tenía que hacer las modificaciones pertinentes para que el rover funcionara. Asimismo, el joven estudiante dijo que la utilidad que podría tener su robot en Marte, una vez que los humanos visiten ese planeta, es la de ayudarlos a realizar distintas tareas para minimizar su trabajo. En caso de que haya un problema grave que impida a las personas trabajar, como puede ser una tormenta de arena, los robots puedan continuar con la labor.
Cuando se le pidió al creador del robot que describiera su invento, lo caracterizó como "un autito de cuatro ruedas que tiene una especie de grúa y un motor que instala instrumentos y que hace girar un tornillo. Tiene una cámara también, pero como estábamos cortos de plata pusimos mi celular y un router WiFi, así que se comunicaba con la computadora". La publicación científica de Marcos, el journal que recogerá todos los detalles de la experiencia, estará disponible dentro de aproximadamente 3 meses.
¿Por qué se te ocurrió hacer un robot?
A mí siempre, de chiquito, me gustó eso de la NASA y demás. Yo creí que era imposible para un latinoamericano estar allá. Así que busqué por Google oportunidades y encontré a un colombiano que fue a la NASA y que me fijo: "Marcos, andá a este congreso, haceme caso". Fui al congreso, conocí a más gente que fue a la NASA y me mencionaron estas convocatorias. Ahí uno se da cuenta de que realmente no hay ningún freno, no hay ninguna puerta cerrada. El que quiera hace lo que quiere, y lo digo muy en serio. Tengo muchos amigos que me dicen que soy un genio. No soy ningún genio. Conozco a diez millones de personas más inteligentes que yo, no conozco a una que no sea capaz de hacer cualquier cosa. Pero es solamente tocar puertas, porque hasta que uno no toca puertas no se da cuenta de que la oportunidad estuvo siempre ahí. Uno vuelve de allá con la cabeza dada vuelta, porque se siente capaz de hacer lo que sea. Me encantaría que la gente tuviera esa visión, que rompiera ese paradigma de que estamos confinados a estar acá, que es imposible. Encima, con Internet es todo muy fácil. Una persona busca en Google una convocatoria y se mete. Yo de robots sabía muy poco cuando empecé. Gabriel sabía más de electrónica que yo, pero entre los dos no podíamos hacer eso ni locos: Internet nos instruyó. En Internet está todo, y si alguien quiere aprender lo que sea, puede buscarlo y lo va a encontrar. Lo que sí creo que es muy importante es saber inglés. La experiencia mejora mucho si uno puede comunicarse. Además, cuando investigamos con Gabriel para armar el robot, los sitios web estaban en inglés.
Cuestión de ingenio
Sobre los gastos económicos del robot, Marcos contó que cuando fueron con su amigo a comprar el control remoto, se encontraron con que costaba $ 4000, lo que les terminó costando el rover entero, y sólo tenía un alcance de 100 metros. Ante el problema, averiguaron en la web cómo crearlo con productos que consiguieron en una casa de electrónica a $200. "Uno puede hacer estas cosas sin cobrar un sueldo -expresó-, te cuesta mucho más esfuerzo, pero aprendés mil veces más y obviamente te queda la satisfacción de que lo hiciste vos".
Con respecto al viaje, el joven tuvo la colaboración económica de toda su familia, de amigos que lo ayudaron, algunas empresas a las que pidió ayuda financiera y también de la UNCUYO. "Habré mandado, fácil, 200 mails y me respondieron tres empresas que fueron unos genios y me ayudaron. Si uno toca muchas puertas, siempre hay instituciones que pueden colaborar".
Y reflexionó: "Las cosas solas no vienen, ni siquiera allá en Estados Unidos, donde quizás tenés el mejor laboratorio a la vuelta de tu casa y no te llaman. Si uno quiere hacer algo a lo grande, tiene que buscarlo, porque no va a venir solo. Si lo buscás, lo vas a encontrar".
Por otro lado, Marcos Bruno también participa de un proyecto de la Universidad de Stanford en Estados Unidos, que consiste en ofrecer microscopios que cuestan un dólar a países en vía de desarrollo o de escasos recursos. Esta es una iniciativa que podría cambiar radicalmente las prácticas y posibilidades de cualquier persona. Marcos imagina una facultad de Medicina en donde cada estudiante pueda tener un microscopio en el bolsillo, centros de salud que puedan agilizar incluso los diagnósticos de cáncer o de cualquier otra enfermedad, e incluso cualquier niño curioso que, al encontrar una hoja en el suelo, pueda analizarla con el instrumento sin que los padres tengan que desembolsar una fortuna.
El estudiante convoca a todas las personas e instituciones interesadas para que él pueda juntar firmas y hacer un pedido de estos “foldoscopios”, que la Universidad de Standford le ha ofrecido gratuitamente. Para comunicarse con él, sólo hace falta enviar un correo electrónico a marcos.249@hotmail.com y así él podrá realizar el pedido.
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