“Están predestinados” y otros mitos que perpetúan las violencias

La mamá de Micaela García, víctima de femicidio que dio origen a la ley que lleva su nombre, revisa las ideas naturalizadas sobre las que se funda el mito del amor romántico y que buscan justificar a los agresores.

"Están predestinados" y otros mitos que perpetúan las violencias

Foto: Télam

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Publicado el 23 DE AGOSTO DE 2022

Los mitos son creencias socioculturales que se presentan como verdades absolutas e inflexibles, aunque no tengan ningún fundamento científico y sean erróneas. En el caso de las violencias de género, estos preconceptos ayudan a perpetuar ciertos comportamientos y a “justificar” las agresiones y a los agresores. Están tan naturalizados que cuesta desarmarlos, porque se extienden y se reproducen diariamente, estructurados en un sistema de prejuicios que se transmiten de generación en generación y que sostienen el machismo.

Uno de los grandes mitos de nuestra sociedad es el del “amor romántico”, en el que se crean expectativas irreales sobre cómo deberían ser las relaciones sexoafectivas y, de este modo, se mantienen las desigualdades que habilitan las violencias por razones de género en las relaciones de pareja. Algunos para revisar y desarmar:

 “Es tu media naranja, son el uno para el otro”.

Falso. La idea de que se ha escogido la pareja que de alguna manera tenemos predestinada es un error. Se basa en la concepción de que hay un otro que viene a “completarnos” y que solo se puede ser feliz si se lo encuentra.

“Si dos personas se aman de verdad, la felicidad está asegurada”.

Falso. A veces, aunque exista amor, fallan la comunicación, los objetivos y los gustos.

“El amor es verdadero cuando no se espera nada a cambio”.

Falso. El amor no es altruista. Se da porque se recibe y, porque se recibe, se da. Querer y sentirse querido es fundamental.

“Si una persona me ama, debe saber lo que deseo en cada momento”.

Falso. Esta apelación mágica a “un sexto sentido del amor” es un juego peligroso que crea muchos conflictos. Las personas somos diferentes y cambiantes a lo largo de nuestra vida, al igual que nuestros gustos y preferencias.

“Si mi pareja está celosa, es señal de que me ama”.

Falso. Los celos limitan la libertad de las personas y en ningún caso son muestras de amor, sino de posesión. (FW)

“Si los encuentros eróticos no son satisfactorios, es que el amor falla”.

Falso. Los deseos sexuales no dependen del amor, sino de los gustos personales.

“El amor lo puede todo”.

Falso. Se basa en la idea de la omnipotencia del amor, partiendo de la creencia infundada de que, si es verdadero, entonces los obstáculos no deben influir en la pareja y que todo será perdonado.

 

Excusar y perpetuar mandatos

Hay mitos que, si no se deconstruyen, pueden ser peligrosos. Es que, tanto dentro de las parejas como en la sociedad en general, tergiversan la realidad, protegen a los agresores y muchas veces culpabilizan a las mujeres que se encuentran en situaciones de violencias por razones de género.

Hay que tener en cuenta que hay varones que, en las etapas iniciales del vínculo, no demuestran signos de maltrato, pero sí acciones y discursos que conllevan violencias que no se detectan. Estas actitudes sutiles actúan paulatina y constantemente (sin ciclos), y en general, se apoyan en características ligadas a los mandatos sociales asociados al mito del amor romántico.

Imagen: Télam

Suelen ser conductas que se relacionan con los estereotipos de género respecto de lo que “debe” ser un varón y lo que “debe” ser una mujer. De esta manera, el varón construye un estatus para el afuera de la relación, de acuerdo a los mandatos socioculturales: proyecta una imagen amable, es seductor, demuestra celos y posesividad por “amor” y asume un rol de “hombre protector”.

En este tipo de relaciones, predomina la reproducción de roles asimétricos y jerarquizados, a través de prejuicios machistas que posicionan a la mujer como débil y frágil, como alguien a proteger. Con el correr del tiempo, esto va anulando la autodeterminación, el empoderamiento y la independencia de la mujer o diversidad que recibe la violencia. El varón la aísla de sus vínculos, restringe su vida social, toma decisiones importantes por ella y se resiste a cualquier intento de autonomía para que dependa solo de él (afectivamente y económicamente).

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La persona que se encuentra en un vínculo violento de estas características es considerada por su agresor como un objeto de su propiedad, algo que le pertenece y que debe responder de acuerdo a su voluntad.

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Esa manipulación hace que muchas mujeres vean la realidad tal como el agresor la fue construyendo en su cabeza. Algunas frases que lo ejemplifican son: “Él dice que si voy a la comisaría, no me van a creer”; “Él asegura que me va a quitar a mis hijos”; “Él dice que no soy inteligente como para estudiar”. Este proceso forma parte de la manipulación física, psicológica y material de la que son víctimas.

En este sentido, muchas personas también crean explicaciones que culpabilizan a las mujeres. Por ejemplo, se suelen registrar sentencias como “No se va porque no quiere”; “Es adicta al sufrimiento”; “Si se queda, es porque le gusta que la traten así”; “Algo habrá hecho para molestar a su marido”.

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También están los mitos que tienden a patologizar los comportamientos del agresor, por ejemplo, argumentando que “está enfermo” o “está loco”, o aquellos que lo desestiman, porque son hombres simpáticos que no pueden ser violentos. Igual de común es la creencia según la cual estas violencias “ocurren solo en determinados sectores económicos y sociales, que se encuentran en situación de vulnerabilidad”. Por el contario, las denuncias y los casos de femicidios muestran que no hay distinción de clases sociales. 

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Otras acciones a desterrar son las que apelan a la intimidad: “Son problemas de pareja, algo del ámbito privado, intrafamiliar; no hay que meterse ni hablar de eso”. La violencia es un atentado contra la seguridad y los derechos humanos de una persona. Por eso, ni los gritos, ni los llantos, ni los golpes pertenecen al plano íntimo.

Todos estos prejuicios generan que las mujeres y diversidades muchas veces no se animen a realizar las denuncias y que incluso justifiquen la violencia que padecen. Visibilizarlos ayuda a romper con estas falsas ideas del amor, permite que más personas puedan pedir ayuda o ser ayudadas, y hace posible entender por qué ningún tipo de violencia de género puede ser aceptada.

*Andrea Lescano

La autora de esta nota es la mamá de Micaela García –víctima de femicidio que dio nombre a la Ley 27499–. Es capacitadora en Ley Micaela y presidenta de la Fundación Micaela García “La Negra”.

Fuente: Andrea Lescano para Télam

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