¿Cuántos diseños han dormido el sueño de los justos esperando un momento propicio? Adelantarse a su tiempo les costó caro a Gio Ponti y a Verner Panton, que murieron sin intuir el éxito, o el renacer incluso, de algunos de productos.

Cuestiones técnicas hicieron desaparecer la vajilla que la arquitecta y ceramista argentina Colette Boccara realizó en gres rojo en la década de 1950. En 1980 la empresa que las fabricaba cerró y los cuencos y platos de Boccara –“un verdadero icono del diseño moderno latinoamericano”, según los diseñadores Martín Endrizzi y Matías Jannello-, quedó olvidado.

Una nueva empresa, la antigua productora Colbo con tecnología renovada, ha iniciado el rescate de la mano de estos dos diseñadores. El rediseño implica nuevas dimensiones para las piezas, la aparición de nuevos colores y una transformación radical del sistema de fabricación. ¿De quién son ahora los platos?

Seguramente de todos. Ha sido el hijo de Boccara quien ha guiado la recuperación de esa memoria. También él es ceramista, como sus padres, los arquitectos César Jannello y Colette Boccara, que llegaron a Mendoza en 1948 para que él dirigiera la Escuela de Cerámica de la Universidad Nacional de Cuyo. Cinco años después, en una casa proyectada por ellos, Boccara comenzó a producir piezas en gres rojo extraído de la cordillera mendocina. 

El diseño de la vajilla resolvía concienzudamente los problemas técnicos del material hasta que, casi una década después, nueva maquinaria, aportada por socios capitalistas, permitió fundar la empresa Colbo. La misma donde, otra década más tarde, comenzaría a trabajar Matías Jannello, el ceramista hijo de la fundadora que ha retomado ahora el proyecto. 

Lo hizo por la insistencia del comisario Wustavo Quiroga, que reivindicaba el pionerismo de la empresa Colbo. Animados por este, hace 5 años, Matias Janello y los diseñadores industriales Martín Endrizzi y Macarena Ponce se unieron para, con nuevas tecnologías, reabrir la antigua fábrica. Los cuencos y los platos están ya a la venta.

Quiroga pensó que la innovación culinaria precisaba una vajilla con poso. Una vieja vajilla para los nuevos tiempos que la Bienal Interamericana de Diseño ha premiado en su última edición.