Escuela de Encargados de Finca: un espacio donde se comparten los saberes del aula y el surco
Treinta personas asisten a esta capacitación que ofrece la Facultad de Ciencias Agrarias, de la UNCUYO. La mayoría se crio en el campo, donde aprendió las labores agrícolas. El desafío del cuerpo docente es enseñarles los últimos avances en temas como riego o cosecha, y —al mismo tiempo— aprender de sus saberes prácticos.
Al campo. El grupo realiza la parte práctica de la capacitación en el enorme predio de la facultad. Foto: Unidiversidad.
Aquí la educación no es vertical. Aquí hay un cuerpo docente que enseña, pero al mismo tiempo aprende, y hay un grupo de personas que aprende, pero también enseña. Aquí, en la Escuela de Encargados de Finca de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCUYO, los saberes se comparten, sin importar si se aprendieron en un aula o entre los surcos.
Esa convicción de que las clases son un encuentro de saberes es uno de los pilares de esta propuesta enmarcada en la Escuela de Oficios de la facultad, que busca fortalecer al sector productivo de Mendoza y abrir o mejorar las posibilidades laborales. “Estos encuentros siempre son muy enriquecedores, es gente que tiene mucha experiencia, entonces se comparten saberes, se crea un clima muy bueno de intercambio”, dice a Unidiversidad Carlos Schilardi, profesor de la cátedra de Hidrología Agrícola, y quien está a cargo de una de las charlas dedicadas al riego.
"Es gente que tiene mucha experiencia, se comparten saberes, se crea un clima muy bueno de intercambio”, dice el profesor Schilardi. Foto: Unidiversidad.
Justamente, esa necesidad de integrar saberes es el gran desafío de la propuesta, según su coordinador Marcos Montoya. “Tenemos que cambiar el concepto académico de enseñarle a gente que viene sin información previa y vincular los saberes y la experiencia que tienen con algunos conceptos teóricos que podemos aportar, entonces se hace un intercambio entre ambas partes. A nosotros nos sirve, nos mejora nuestra visión de la actividad y, a ellos, les suma algunos conceptos que por ahí no los tienen tan claros, entonces es una retroalimentación para todos”, explica.
Con esa idea como faro, Montoya cuenta que pensaron esta propuesta corta, de 10 semanas, para las personas que tienen un rango intermedio en la finca y a las que hasta ahora no habían ofrecido capacitación. La enseñanza es generalista, es decir que no está enfocada en un cultivo específico, sino en temáticas puntuales como mecanización, riego, manejo seguro de fitosanitarios, heladas, uso de registros, trazabilidad, presupuesto, planificación, trabajo en equipo y comunicación; clases que están a cargo no solo de docentes de la facultad, sino de profesionales del sector privado especializados en cada área.
Montoya comenta que esta es la segunda edición de la escuela, ya que en la primera la cantidad de inscriptos superó el cupo, fueron 45 y el límite es 30. El perfil —explica— es diverso, pero en general son personas que hace años están al frente de la finca, tienen desde 27 a 70 años y la mayoría son varones, aunque de a poco eso va cambiando.
¿Qué hace una persona encargada de una finca? Tiene una multiplicidad de funciones, contesta Montoya. Explica que es el vínculo entre el o la ingeniera agrónoma y los y las operarias, por lo que debe conocer todas las actividades para controlarlas, desde el manejo del cultivo, y el riego hasta la utilización de la maquinaria.
“Tenemos que cambiar el concepto académico de enseñarle a gente que viene sin información y vincular los saberes ", explica Montoya. Foto: Unidiversidad.
Teoría y práctica
Es martes en la mañana y en una de las aulas de la facultad Schilardi explica cómo calcular la cantidad de agua que necesita una planta, dependiendo de distintos factores como el tipo de suelo. Lo escuchan personas que ya hacen esos cálculos sobre la base de la práctica e incluso le cuentan al expositor cómo resolvieron hasta ahora el problema, aunque aseguran que es positivo aprender nuevas formas para mejorar no solo la cantidad y calidad de la producción, sino también para cuidar el agua.
Ese grupo es diverso, pero comparte características comunes: la mayoría ya tiene a cargo una finca, trabaja desde su niñez o adolescencia en las labores del campo y quiere seguir en esta tarea, pero apuesta a la capacitación para no quedarse con prácticas obsoletas. Y la mayoría llegó al curso impulsado por el dueño o dueña del campo.
Santos Méndez (42), que está a cargo de una finca de 60 hectáreas en San Carlos donde cultivan viñedos y nogales, resalta la importancia de la capacitación. “Siempre se aprende algo nuevo, nosotros hacemos mucha práctica en la finca, pero siempre hay cosas que faltan y por eso me gustó esta propuesta. Por ejemplo, me interesa todo lo que tiene que ver con riego y también con la organización, porque te enseñan a llevar todo escrito y eso ayuda después en la tarea”, explica.
El grupo realiza mediciones y cálculos, para mejorar la eficiencia de los turnos de riego. Foto: Unidiversidad.
Para Marcelo Rivas (32), que desde hace 3 años es encargado de una finca de 90 hectáreas en Tunuyán, es importante aprender nuevos métodos para hacer las tareas agrícolas. “Yo empecé a los 15 años podando, cosechando en las cuadrillas, entonces uno sabe un poquito de todo, pero la idea es dar siempre un paso adelante, seguir aprendiendo, por eso me gustó la propuesta”, comenta.
Alberto Figueroa (33), a cargo de una finca en Valle de Uco, dice que todos los conceptos nuevos le sirven, pero destaca los referidos al riego como esenciales, no solo para lograr mejor rendimiento de los cultivos, sino también para aprovechar mejor los turnos de agua.
Gustavo Oyola (43), encargado de una finca en Ugarteche, resalta la importancia de aprender no solo de aspectos relacionados con el cultivo, sino también de la organización de las tareas, ya que tiene gente a cargo. “Uno nunca termina de aprender, porque no son solo las labores propias del cultivo, sino que también hay que saber tratar a las personas, tengo tres obreros a cargo además de la gente que se contrata para la temporada, entonces todo se habla, hay que saber eso también”, explica.
Los encargados de finca destacan la importancia de la capacitación para no quedarse con prácticas obsoletas. Foto: Unidiversidad.
Las encargadas
En ese grupo de treinta personas hay solo tres mujeres, porque en las tareas de campo y, en especial entre quienes están al frente de una finca, priman los varones. Ellas lo saben, lo viven a diario, pero cuentan que de a poquito las caras de asombro de los que preguntan por “el encargado” y aparecen ellas, se van suavizando.
Rosa Narvárez dice que de poco la gente se acostumbra a que una mujer se la encargada de la finca. Foto: Unidiversidad.
Rosa Narváez (41), es encargada de una finca de 14 hectáreas en Cordón del Plata, Tupungato, donde comenzó como obrera y hace cuatro meses la ascendieron. Agradece la capacitación, dice que todo sirve, que cada día hay que seguir aprendiendo y cuenta cómo es ser encargada en un mundo de varones. “No hay muchas mujeres, siempre que va alguien a la finca pregunta por el encargado y cuando digo que soy yo se asombran, pero de a poquito, y siempre con un trato respetuoso, eso va cambiando”, dice la mujer que vive con sus tres hijos en el predio.
Luciana Puebla (33), que hace un año está al frente de una finca en Lavalle, cuenta que a los varones les cuesta un poco que una mujer esté al mando, pero explica que ella siempre apuesta al diálogo y el respeto. Agradece la oportunidad de capacitación, especialmente la importancia de aprender los procesos, de seguir pasos en cada una de las tareas, así como de conocer los adelantos en materia de riego.
Luciana Puebla, encargada de una finca en Lavalle, asegura que privilegia el diálogo y el respeto para tratar con la gente a su cargo, la mayoría varones. Foto: Unidiversidad.
Otra de las personas que asiste a la capacitación es Daniela Rojas (29), quien trabaja en una finca en Ugarteche, Luján de Cuyo. Aunque no es la encargada, la ascendieron en un puesto de organización y tiene gente a cargo. “Lo tomaron bastante bien, pero es cierto que es algo estructural, la mayoría son varones, pero somos 7 personas y trabajamos en equipo”, cuenta la mujer.
Al laboratorio
Ni bien termina la clase teórica comienza la práctica. El grupo se dirige al laboratorio, o lo que es lo mismo en esta facultad, un predio enorme con plantaciones de viñedos, de frutales, de hortalizas, con un sistema de riego por goteo, todo esencial para aprender.
Hoy, como la clase fue de riego, el profesor Schilardi les propone que se dividan en grupo, que calculen por hilera el goteo del riego, para luego hacer números y sacar un promedio. Todo esto mejorará la utilización de los turnos y redundará en beneficio de los cultivos.
Esta es la segunda edición de la capacitación, ya que la primera superó el cupo de inscriptos. Foto: Unidiversidad.
Mientras caminan entre los surcos, toman nota y hacen cálculos, acceden a contar sus experiencias a Unidiversidad. Queda claro que hay un aspecto que une al grupo: crecieron en el campo, aprendieron las labores agrícolas desde su infancia y es en ese lugar donde quieren vivir y producir.
Así lo explica Eduardo Lonigro (50), quien es encargado de una finca en Luján de Cuyo, quien da sus razones. “Me crie en el campo, a los 10 años le agarré el tractor a mi papá y aprendí a manejar y después a hacer todas las tareas, a cosechar, a podar. Me gusta todo del campo: el aire, ver cómo brota la cepa, hay más espacio, si uno quiere hasta puede salir a trotar. Yo no podría vivir en un barrio, es como una cárcel, creo que me enfermaría”, resume.
Luciana Puebla (33) comparte una sensación parecida. Dice que se crio en la finca, entre las plantas, que es su lugar y que le gustaría que se valorice el trabajo. “El campo es de donde sale todo, además es una fuente de trabajo, por eso creo que debería valorizarse más, saber de dónde vienen los cultivos, los alimentos”, comenta.
El enorme predio de la Facultad de Ciencias Agrarias, funciona como "laboratorio" de prácticas. Foto: Unidiversidad.
Daniela Rojas explica por qué no podría estar en otro lugar. “He vivido toda la vida en la finca, haciendo tareas en el campo y este es mi lugar, poder estar afuera, trabajar al aire libre, no podría vivir en otro lado”, comenta.
Gustavo Marquez tampoco se imagina en otro entorno. Cuenta que aprecia la tranquilidad, la calidad de la gente y que le gusta todo lo relacionado con el cultivo y la cría de animales, incluso ahora trabaja en un proyecto personal de venta de huevos, y ya tiene 50 gallinas ponedoras.
Es cerca de medio día y los grupos se reúnen con el profesor, comentan los resultados de sus mediciones, sacan conclusiones, analizan la mejor forma de utilizar el agua disponible. Ahí, en medio de los surcos, intercambian propuestas, comparten saberes, una de las características esenciales de esta Escuela de Encargados de Finca.
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