Escuela y comunidad
Un camino complejo pero necesario.
Jorge Alejandro Asso - Facultad de Educación Elemental y Especial
Publicado el 11 DE FEBRERO DE 2016
Este artículo tiene como objetivo reflexionar sobre algunas cuestiones que los docentes vivimos (u observamos) cotidianamente en las escuelas en Mendoza y que marcan la situación actual del sistema educativo provincial. Voy a referirme a la relación entre la escuela y la comunidad, relación que a veces puede tornarse difícil pero sumamente necesaria en los tiempos que corren.
Si, como dice Emilio Tenti Fanfani, en su libro Nuevos temas en la agenda de política educativa, el afuera cambia, y lo que hace y produce la escuela también debe hacerlo. A veces, las transformaciones en nuestra sociedad tienen un ritmo más vertiginoso que los cambios educativos y esto nos puede llevar a pensar que la escuela a veces parecería ir detrás de esos cambios. La estructura social, familiar, cultural, política y económica va cambiando, la escuela debe acompañarla.
Si lo que pasa en la sociedad “se siente en la escuela”, entonces la escuela debe dar respuestas. Y entonces es cuando se ve sobrepasada por una serie de problemas para los cuales no fue creada y cobra sentido la necesidad de tender puentes entre la escuela y su comunidad de referencia. Porque la escuela es caja de resonancia de todas las problemáticas sociales: violencia, pobreza, exclusión, inseguridad, delincuencia, droga. Si la escuela no se acerca a la comunidad, no podrá afrontar esos problemas. Y mucho menos buscar soluciones conjuntas sin dejar de lado su práctica pedagógica, que por cierto es cada vez más necesaria y lamentablemente está cada vez más relegada.
En sociedades como la nuestra, en donde las problemáticas sociales se naturalizan, la escuela se ve invadida por un cúmulo de situaciones que no puede abordar. Si a ello le agregamos la falta de diálogo en algunas comunidades, entonces las soluciones serán prácticamente imposibles.
Ahora bien, esa relación entre la escuela y la comunidad debe ser construida diariamente en un ida y vuelta permanente, por todos los actores educativos, pues no podemos pensar unilateralmente en soluciones mágicas que nos permitan revertir situaciones que tienen sus raíces en profundos procesos de desigualdad social y económica. A su vez, estas condiciones provocan un gran sentimiento de frustración, malestar y hasta desorientación de los docentes, directivos, padres, alumnos, funcionarios y del resto de la sociedad.
Si conocemos los problemas, podremos comprenderlos y, a partir de ello, actuaremos de una manera adecuada para buscar la solución. Si analizamos los cambios en la estructura social y cultural ocurridos en los últimos años, estaremos en mejores condiciones para abordar lo que la sociedad reclama y necesita. Si comprendemos el mundo en que vivimos, podremos cambiarlo. Este es un reto fundamental que tenemos todos los docentes. Pero también necesitamos conectarnos con la comunidad en donde se encuentran nuestras escuelas y de donde proceden nuestros alumnos y sus familias, porque si no escuchamos las demandas y damos los espacios necesarios para la reflexión y abordaje conjunto, no podremos conocer la realidad social y mucho menos podremos colaborar para la resolución de los problemas.
Tal vez allí reside el mayor desafío: reunirnos, dialogar, debatir, pensar soluciones entre todos. Es uno de los puntos principales para fijar una política educativa verdaderamente democrática. Si la escuela se ve sobrepasada por problemas de la sociedad pero no dialoga con ella para buscar respuestas, nunca podrá retomar su función primordial de desarrollar conocimientos poderosos en las personas que permitan construir una sociedad más justa.
Los chicos pasan cada vez más años en el sistema educativo. La ampliación de la obligatoriedad hace que los niños, jóvenes y sus familias permanezcan cada vez más en las escuelas. Pero esto no quiere decir que la comunidad se integre al sistema educativo. Muchas veces asistimos a una separación muy profunda entre lo que pasa en la escuela y lo que ocurre en la sociedad. Por ello debemos adoptar un punto de vista relacional que nos permita entender los complejos intercambios entre escuela y sociedad. Si consideramos a la escuela como un mundo separado de la sociedad, tal como ocurría antaño, estamos equivocando el camino. Actualmente, esta relación que mencionamos tiene otra configuración en las sociedades contemporáneas; se vuelve más compleja y dialéctica. No es sólo la sociedad la que tiene que adaptarse a la escuela sino que también ahora se espera que la escuela se adapte a la sociedad.
Parafraseando nuevamente a Tenti –autor de referencia en la materia–, si queremos lograr un verdadero diálogo entre la escuela y la comunidad, que permita superar los actuales problemas, debemos “cambiar las miradas”. Vale decir, desde la escuela tenemos que mirar la complejidad social para entender la realidad circundante. Y desde la sociedad debemos mirar lo que pasa en la escuela para conocer sus lógicas, objetivos y actividades. Si entre todos avanzamos en esta dirección, seguramente podremos empezar a lograr los cambios colectivos que resultan imprescindibles para nuestra sociedad.
El desafío, como se dijo en párrafos anteriores, es tender puentes entre la escuela y la comunidad para que transitemos juntos por un camino de cambio y transformación necesarios para lograr una sociedad más justa e igualitaria.
Por: Jorge Alejandro Asso, sociólogo, profesor adjunto del Taller de Práctica Profesional e Investigación Educativa I: Escuela y Comunidad. Facultad de Educación Elemental y Especial de la UNCUYO. Licenciado en Sociología. Magíster en Política y Planificación Social de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO.