Esclavos fugitivos: caminos a la libertad en San Juan

Los sueños de libertad que anidaban en los esclavos de la colonia. El mito de la sumisión.

Esclavos fugitivos: caminos a la libertad en San Juan

Sociedad

Esclavitud y afrodescendencia en Cuyo

Unidiversidad

Ana Laura Donoso Ríos, Instituto de Geografía Aplicada, FFHA-UNSJ

Publicado el 20 DE SEPTIEMBRE DE 2019

Durante la época colonial, San Juan de la Frontera tuvo una importante cantidad de pobladores de origen y ascendencia africana. Según el empadronamiento de 1777, de los 6500 habitantes aproximadamente con que contaba la jurisdicción, el 16 % estaba constituido por la población de origen y ascendencia africana, donde prevalecía a su vez la condición jurídica de esclavo.

La historiografía tradicional de la provincia, en consonancia con el relato nacional de mediados del siglo XIX, contribuyó a reforzar el imaginario histórico del “esclavo sumiso” y del “amo benévolo” en la región. Las fuentes, sin embargo, develan múltiples maneras en que los esclavos sanjuaninos transgredieron la autoridad de sus dueños.

Uno de estos caminos fueron las fugas. Documentos resguardados en los archivos provinciales como causas criminales, poderes, ventas o testamentos, revelan que las fugas fueron un mecanismo habitual, una práctica cotidiana entre los africanos esclavizados de la jurisdicción.  

Aviso de recompensa por la captura de un esclavo fugado publicado en la prensa

Sus causas eran múltiples y de ellas dependía el tiempo de prolongación, además de las posibilidades de resguardarse, por supuesto. Las razones  alegadas por los esclavos para fugar variaban en cada caso en particular. Huir después de haber cometido un ilícito y evadir así la mano de la justicia y de sus dueños, alejarse de los malos tratos o, sencillamente, no responder a los mandatos de sus amos son algunas de las razones esgrimidas en los documentos.

Los esclavos sanjuaninos elegían este camino a pesar de los riesgos que ello implicaba, no sólo por las dificultades propias de huir en circunstancias de  vigilancia, sino a sabiendas de que, en caso de ser recapturados, les esperaban crueles castigos, que hasta les podrían causar la muerte.

Es por esto que una forma de evadir las reprimendas a las que eran sometidos los esclavos fugitivos una vez recapturados era guarecerse en una iglesia o pedir la mediación de algún vecino que gozara de reconocimiento social. Esta parece haber sido una práctica común no solo entre africanos esclavizados, sino por quienes contravenían las leyes en general: buscar la mediación para aminorar su castigo.

Las fugas de esclavos no tenían una duración precisa: algunas duraban solo una noche, mientras que otras podían extenderse por varios días y hasta por meses y años. Cuando las fugas consistían en horas o días, los lugares donde se escondían eran los sitios y parajes alejados de la ciudad de San Juan, que al estar escasamente poblados, permitían a los fugitivos esconderse más fácilmente.

Los sitios distantes de la ciudad, como Valle Fértil o Calingasta, o más próximos, como los parajes de Chimbas, Las Tapias, Alto de Sierra, Marquesado y Puyuta, ofrecieron refugio no solo a los esclavos fugitivos, sino a personas libres que por distintas razones eludían a la justicia.

Entre los destinos de las fugas de los cuales tenemos constancia en las fuentes se encuentran Buenos Aires, Córdoba o La Rioja; jurisdicciones más alejadas, como Salta y Paraguay, o más cercanas, como Chile y Mendoza. A su vez, las fuentes nos muestran que San Juan de la Frontera también era destino elegido por esclavos que se fugaban desde aquellas regiones.

En agosto de 1772, por ejemplo, la justicia tuvo conocimiento de que el mulato Florencio, reconocido como  esclavo del Señor Vicario Don Simón Thadeo de Lima, era en realidad un esclavo fugitivo de Mendoza. Florencio había sido donado por una mujer al Convento de Francisco Solano de aquella ciudad, fugándose a San Juan hacía ya siete meses. 

Pero esta no era la primera fuga del esclavo, sino que había escapado en tres ocasiones del convento mendocino. Un dato interesante en este caso es que en el documento de donación del esclavo al convento de la ciudad de Mendoza, que se adjunta en la causa, el nombre del mulato es “Lorenzo” y no Florencio, como era conocido en San Juan. Esto se debía quizás a que el mismo esclavo se presentó ante el Vicario de nuestra provincia cambiándose el nombre para no ser descubierto, o que el mismo religioso hubiera decidido cambiarlo sabiendo o sospechando la situación de fuga.

El hecho es que los fugados en muchas ocasiones contaban con una red de personas que por distintos intereses amparaban la fuga. Incluso los amos eran los que ayudaban a los esclavos a fugarse cuando esta alternativa era más ventajosa para sí mismos, por ejemplo, ante la posibilidad de perder este bien en manos de la justicia.  

Otro aspecto que se advierte en las fuentes es que para los amos no era difícil tener indicios o enterarse del paradero de sus esclavos; para capturarlos, libraban poderes a vecinos de esas ciudades. Estos documentos son interesantes porque en ocasiones nos ofrecen descripciones de los fugados, donde figuran características como la casta, sexo, edad, facciones,  altura, pelo o voz, entre otros.

Al analizar las fugas, debemos tener en cuenta la imposibilidad de aprehender el  fenómeno en su totalidad, pues no siempre las fugas eran denunciadas ante las autoridades. Sin embargo, las numerosas y reiteradas fugas que revela el análisis de diversos documentos desmienten el mito de docilidad del esclavo sanjuanino y nos presentan otra realidad de la esclavitud.

Los motivos para la fuga podían ser varios, pero todas encubrían los profundos deseos de cambiar su realidad, de modificar las condiciones diarias de existencia. Los documentos que se refieren a fugas de esclavos sanjuaninos nos hablan de resistencia, de insubordinación, de práctica habitual entre la población esclavizada, imagen que contrasta, como dijimos, con el imaginario del esclavo dócil y sumiso.

Esclavitud y resistencia