¿Es tendencia el no voto? Qué dicen los índices de abstención en las elecciones provinciales
“Es el porcentaje de concurrencia más bajo desde el retorno a la democracia”, una frase que se ha escuchado más de una vez en alguna de las elecciones provinciales realizadas hasta el momento en Argentina. Buscamos datos y analizamos si realmente hay una predilección por no ir a votar.
Elección tras elección, el abstencionismo parece ser tendencia. Foto: Télam
Año impar, año de elecciones y de renovación de cargos ejecutivos en la Nación y en la provincia. Este 2023 está plagado de comicios y el calendario electoral está lleno de domingos con fechas desdobladas, que dejan marcas en el cronograma nacional. Por esta razón, a esta altura del año, ya han transcurrido más de 15 elecciones. Con algunos resultados previsibles y alguna que otra sorpresa, hay un dato que se destaca en los análisis políticos: cómo ha crecido el porcentaje de abstención y cómo ha subido la cantidad de votos en blanco y votos nulos.
¿Este ”abstencionismo” es generalizado para todas las jurisdicciones? No, pero sí deja en evidencia una tendencia, que tanto la clase dirigente como las y los analistas del sistema político argentino han notado y remarcado. Según los datos del Ministerio del Interior, desde el retorno de la democracia, la participación de las y los ciudadanos en los actos electorales siempre estuvo por encima del 70 %, exceptuando las elecciones PASO de 2021, realizadas en el contexto de la pandemia por COVID-19.
Desde el regreso a las urnas, las cifras más altas de participación se registraron en las elecciones de 1983 y 1989, por encima del 85 %. En tanto, la participación más baja fue la reciente elección de medio término en 2021: el 67,78 % en las PASO y el 71,39 % en las legislativas generales.
Volviendo a la actualidad, San Juan fue la última provincia en sumarse a esta tendencia “abstencionista”. Según el escrutinio provisorio (el 98,9 % de las mesas) del pasado 2 de julio, las y los sanjuaninos que votaron para gobernador alcanzaron el 73,1 % del padrón habilitado. Este porcentaje marcó la menor concurrencia en esa provincia desde el retorno a la democracia (el piso anterior era del 73,7 % en 2007).
Hasta principios de julio, Chaco (con el 58,4 %) y Mendoza (con el 66,4 %) han sido las provincias que han registrado la menor concurrencia. En estos dos casos, se trata de las únicas que, hasta la primera mitad del año, han tenido PASO.
Sin embargo, los índices de participación no son los únicos que están en el ojo del análisis electoral: también lo están el porcentaje de votos en blanco o la cantidad de votos nulos. En Mendoza, donde se utilizó por primera vez el sistema de boleta única papel, llamó la atención que, en comparación con la última elección de cargos ejecutivos, en 2019, esas variables subieron.
Voto en blanco: una mirada histórica
En general, los análisis sobre los niveles de concurrencia y los porcentajes son con los datos del retorno a la democracia, pero hubo otros momentos de la historia política argentina en los que el voto en blanco tuvo un peso simbólico que iba mucho más allá de una indefinición o la manifestación de un enojo por parte del electorado. Consultamos a Ariel Pennisi, docente e investigador, quien nos brindó una mirada histórica en la que se destacan dos momentos clave en el siglo XX.
“Hay dos momentos en nuestra historia política conocidos por el protagonismo del voto en blanco: 1957 y 1963. En ambos casos, la proscripción del peronismo estaba muy fresca. En 1957, los golpistas del 55, tras haber tachado la Constitución reformada de 1949 y restituido por decreto la vieja Constitución federal de 1853, pretendían legitimar una reforma propia a través de una convocatoria electoral para una convención constituyente. Entonces, el voto en blanco se impuso con casi el 25 % de los votos por sobre las dos facciones del radicalismo (Intransigente y Del Pueblo), conservadores, demócratas cristianos e incluso el Partido Comunista (que había participado de la deshonrosa Unión Democrática)”, contó Pennisi.
Luego, continuó el investigador, el 29 de marzo de 1962, asumió José María Guido, en un rol de “presidente posgolpista”. Pennisi, que también integra grupos de investigación en el Instituto Gino Germani, lo describió así: “Un poco más de un año después, tuvieron lugar nuevamente elecciones con proscripción peronista. Si bien Illia, por la Unión Cívica Radical del Pueblo, se impuso, el voto en blanco ascendió casi al 20 %. La legitimidad presidencial seguía renga y la experiencia fallida del gobierno de Frondizi algo tenía que ver”.
Tendencia por la abstención
¿Qué hay detrás de esta tendencia a no ir a votar? Nadie lo puede afirmar con contundencia, pero están quienes arriesgan que el hilo conductor es el descontento y lo poco identificado que está el electorado con las propuestas de cada frente. También se habla de hastío, de bronca; incluso, desinterés. En algún lugar, pareciera que hay un porcentaje de la población al que “le da igual” quien gane.
Según el informe de Creencias Sociales que elaboró el observatorio Pulsar UBA, el 25 % de ciudadanos y ciudadanas de la Argentina no está “nada interesado” en la política. “La apatía política corroe incluso los valores democráticos”, dice el estudio, y afloran las dudas, las sospechas. Por momentos, lo que llamamos “Partido Abstencionista” se pone peligroso.
“Actualmente estaríamos en un proceso de retracción en el compromiso cívico del electorado, pero sin llegar al punto de la crisis del 2001-2003”, escribió Facundo Cruz, politólogo y consultor independiente, en la newsletter que publica quincenalmente en Cenital, para analizar este fenómeno que viene generando preocupación.
Volviendo a la mirada de Pennisi, el investigador aportó sobre el escenario tras la caída de De La Rúa: “De alguna manera, 2001 resulta un fenómeno aún abierto a interpretaciones y reapropiaciones, entre la antipolítica, que se canalizó más tarde por derecha, hasta la potencia de las agendas instaladas con capacidad de presión sobre el gobierno que tomara la posta una vez restituido un mínimo de institucionalidad, pasando por expresiones entre anárquicas y movimientistas. Hoy día, la antipolítica mide sus pasiones por derecha. Y el progresismo, el peronismo, incluso la izquierda, suenan normalizadores, moderados o conservadores”.
“Sin embargo –continuó Pennisi–, el descontento no tiene un sentido a priori, se disputa y resignifica; sobre todo, cuando la mayoría de las opciones electorales se parecen. Así como en 2015 la terna que tuvo como protagonistas a Macri, Scioli y Massa sellaba el consenso en torno a la idea de que el ajuste era inevitable y el único debate real pasaba para los “representantes” por el modo, es decir, gradualismo o shock, hoy parece agregarse una capa más a ese consenso: la represión”.
¿Qué pasa con quienes no votan?
Según el Código Electoral Nacional, están obligadas a votar todas aquellas personas que figuran en el Registro Nacional de Electores, que es donde figuran todas las personas habilitadas. Por el contrario, quienes no aparezcan en el padrón electoral no podrán votar.
Quienes figuren en el padrón, pero no voten, podrán recibir una multa de entre 50 y 500 pesos (puede abonarse por medios electrónicos). Hoy, quienes no han votado en las elecciones PASO de Mendoza no han recibido, aún, multa alguna (aún hay tiempo para hacer la justificación o el descargo).
Si nos remitimos a comicios anteriores en la provincia, tampoco ha sucedido que se lleven adelante esas notificaciones de multas. Sin embargo, sí ha habido casos de personas a quienes se les exigió el comprobante de voto, por ejemplo, para acceder a un concurso docente.
Alejandro Tullio, docente en la Universidad Nacional de San Martín y director de la Dirección Nacional Electoral entre 2001 y 2015, explicó a Chequeado: “El Código Electoral establece sanciones para quienes no voten, como la imposibilidad de renovar el pasaporte o realizar otros trámites; sin embargo, es suficiente con el pago de la multa para quedar nuevamente habilitado”.
Según la Ley Electoral de Mendoza (Artículo 81 bis), "serán pasibles de una multa de dos mil pesos argentinos, los electores que, sin causa justificada, no concurrieran a la reunión en que deba elegirse gobernador y vicegobernador. En la misma pena incurrirán los que se abstuvieran de votar".
En tanto, Ana Natalucci, investigadora del Conicet y directora del Observatorio de Protesta Social, también habló con el sitio chequeado.com y consideró: "La aplicación de sanciones y multas no tiene efecto sobre las personas en términos de que se sientan obligados a votar". En cambio, la investigadora manifestó: "Es importante que exista un compromiso ciudadano, ya que el voto es una manifestación explícita para reafirmar un modelo económico y político, u optar por otro”.
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