Tratamiento de las ETS

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Tratamiento de las ETS

Facultad de Ciencias Médicas

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Doctora Silvia Atorri, médica infectóloga, jefa de Servicio de Infectología, Hospital Luis Lagomaggiore.

Publicado el 11 DE NOVIEMBRE DE 2015

Según datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud), las infecciones de transmisión sexual (ITS) tienen efectos profundos en la salud sexual y reproductiva mundial, y están entre las cinco principales categorías que motivan consultas médicas en adultos.

Cada día, más de un millón de personas contraen una infección de transmisión sexual. Se estima que, anualmente, unos 500 millones de personas contraen alguna de las cuatro infecciones de transmisión sexual siguientes: clamidiasis, gonorrea, sífilis o tricomoniasis. Más de 530 millones de personas son portadoras del virus que provoca el HSV2 (herpes genital) y más de 290 millones de mujeres están infectadas con el virus del papiloma humano (VPH).

Se cree que aproximadamente 1 de cada 10 jóvenes de entre 15 y 24 años tiene una enfermedad de transmisión sexual (ETS). La más frecuente de estas –para sorpresa de muchos– es la infección por clamidia. Le siguen en frecuencia la infección por VPH (virus del papiloma humano) –causante de verrugas genitales y de cáncer de cuello uterino–, sífilis, VIH, gonorrea y herpes.

Anualmente, la infección del VPH provoca 530 mil casos de cáncer cervicouterino y 275 mil defunciones. Otro dato interesante es que algunas de las ITS, como la sífilis y el herpes genital, favorecen la transmisión del VIH. A toda esta problemática se le agrega el aumento significativo y progresivo de la resistencia a los antibióticos, lo cual hace más difícil su control y su curación y, por supuesto, se incrementan los costos en diagnóstico y tratamiento.

Los problemas de las ITS no afectan sólo a los adultos sino que también repercuten en los niños y en los recién nacidos. La transmisión de la madre al niño puede dar lugar a muerte prenatal, muerte neonatal, insuficiencia ponderal al nacer y prematuridad, septicemia, neumonía, conjuntivitis neonatal y deformidades congénitas. Cada año, la sífilis durante el embarazo provoca aproximadamente unas 305 mil muertes fetales y neonatales, y deja a 215 mil lactantes en grave riesgo de defunción por prematuridad, insuficiencia ponderal o enfermedad congénita.

Dentro de los factores de riesgo para contraer ITS encontramos la adolescencia, la falta de uso del preservativo, el uso de pastillas anticonceptivas, tener múltiples parejas sexuales, el consumo de alcohol y drogas, el antecedente de haber tenido otra ITS, entre otros. Una vez contraída la infección, una persona puede tener signos y/o síntomas o bien estar mucho tiempo sin manifestaciones clínicas, por lo que es fundamental la prevención y el testeo si se reconocen conductas de riesgo, para iniciar el tratamiento adecuado y evitar su propagación.
 

La prevención como método

La combinación de factores de riesgo y manifestaciones clínicas en una persona debería motivar una consulta médica. Entre los múltiples síntomas encontramos: flujo abundante, sangrado anormal entre los períodos menstruales o durante el acto sexual, dolor al tener relaciones o al orinar, dolor en la parte baja del abdomen (en mujeres) y la salida de un líquido blanco o amarillento por la uretra y dolor al orinar o en los testículos (en los hombres). Además puede haber, en ambos, lesiones en la piel del área anogenital. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, la gran mayoría pasa desapercibida por el portador y es por esta razón que siempre se debe practicar el sexo protegido, esto es, uso del preservativo desde el comienzo hasta el fin del acto sexual.

Si bien el panorama es bastante comprometido, de no mediar una reversión de la tendencia, no hay mejor ni más fácil combate que la prevención. Es menester mencionar que la forma más eficaz de realizarla es a través de un correcto y consciente uso del preservativo. Además, existen algunas ITS que pueden ser prevenidas mediante la aplicación de vacunas.

Dentro de estas últimas encontramos la vacuna anti hepatitis B y la vacuna contra el VPH (virus del papiloma humano). Se estima que la primera ha prevenido 1,3 millones de defunciones por hepatopatía crónica y cáncer mientras que, si se aplicara en el 70 % de la población, la segunda podría prevenir la muerte de más de 4 millones de mujeres de países de ingresos bajos y medianos, en los que se registran la mayor parte de los casos de cáncer cervicouterino.

Otro medio de prevención, en los hombres, es la circuncisión. Esta reduce el riesgo de infección por VIH adquirida por vía heterosexual en aproximadamente el 60 % y proporciona alguna protección contra el herpes y el VPH.

Los hospitales tienen un rol fundamental en la detección, el tratamiento adecuado, seguimiento y consejería de las personas tanto con resultados positivos como negativos, señalando este último punto como un elemento positivo para iniciar relaciones seguras si no se tenían hasta ese momento. Además se debe beneficiar la consulta espontánea, ya sea porque alguna persona tiene preguntas o dudas, o porque tiene o tuvo síntomas. Es menester entender esto como una oportunidad que no se debe perder para detectar y tratar al individuo, su pareja y, en definitiva, evitar la propagación a la sociedad.

También sería muy útil entender el embarazo como una oportunidad de testeo, no sólo de la mujer para evitar transmisión al niño, sino aprovechar esta instancia para testear a la pareja. Asímismo, el control prenupcial obligatorio debería ser ampliado a otras enfermedades de transmisión sexual y no sólo limitarse a sífilis, sino también testear VIH y Hepatitis B, que sólo necesitan pruebas serológicas sencillos.

Se dice que si existiese una educación sexual integral, asesoramiento antes y después de las pruebas de ITS y VIH, asesoramiento sobre prácticas sexuales más seguras y reducción de riesgos, promoción del uso de preservativos e intervenciones dirigidas a grupos de población claves y vulnerables –incluidos adolescentes, trabajadores sexuales, hombres homosexuales y consumidores de drogas inyectables–, la incidencia de estas patologías disminuiría sustancialmente.

Además, el asesoramiento podría mejorar la capacidad de las personas para reconocer los síntomas de las ITS, con lo que aumentarían las probabilidades de que soliciten atención o alienten a sus parejas sexuales a hacerlo. Lamentablemente, la reducida sensibilidad pública, la falta de capacitación del personal sanitario, el poco presupuesto en materia de salud de los países más afectados y el arraigado estigma en torno a las ITS siguen dificultando este tipo de actividades.
 

Tratamiento

En cuanto al tratamiento, actualmente se dispone de protocolos eficaces contra muchas de las principales ITS. Es interesante recordar que en el pasado, antes de la aparición de los antibióticos, los tratamientos eran precarios y dolorosos, y muchas veces llevaban a la muerte de los pacientes por envenenamiento.

Tres ITS bacterianas (clamidiasis, gonorrea y sífilis) y una parasitaria (tricomoniasis) son generalmente curables con un adecuado tratamiento antibiótico. Para el herpes y el VIH (infecciones virales) los tratamientos no son curativos pero pueden atenuar la enfermedad, y permitirle a la persona tener una vida totalmente normal. Para la hepatitis B se cuenta con inmunomoduladores que pueden disminuir la carga viral y atenuar las complicaciones crónicas de la enfermedad.

En la actualidad, el acceso a Internet ha facilitado la obtención de la información sobre estas temáticas. Sin embargo, ninguna de las ITS ha sido erradicada a pesar de todo el conocimiento científico del que se dispone y de los nuevos y más eficaces métodos diagnósticos y tratamientos. Esto básicamente sucede porque la adquisición de las infecciones está ligadas a la conducta humana, que es la que hay que lograr transformar.

Es necesario saber que las ITS no discriminan y que cualquier persona que no tenga sexo protegido puede estar en riesgo de adquirirla. El uso de preservativo debe ser parte de la educación sexual que reciben las personas, y es importante conocer el modo de uso aún antes del inicio de las relaciones sexuales, que en la Argentina en promedio se produce a los 12 años.

Hay otro factor cultural que incide en el uso del profiláctico y es que los varones, especialmente adultos, son reticentes a su uso. Consideran en general que la utilización depende de su exclusiva decisión y no participan a la otra persona, sea ocasional o estable, si bien hay que tener en claro que las dos personas tiene responsabilidad en el cuidado individual y social.

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