Envejecimiento poblacional: un fenómeno que obliga a repensar las políticas públicas en el mundo
La directora del Centro de Estudios sobre Vejeces y Envejecimiento Poblacional de la UNCUYO, Belén Álvarez Vargas, planteó los desafíos que implica esta realidad en Mendoza. Desde la necesidad de modificar estereotipos hasta la revisión de los sistemas previsional, sanitario, de cuidados y el impulso para llegar a una vejez activa.
La politóloga dijo que es necesario dejar de lado los mitos y estereotipos sobre las personas mayores. Foto: Télam
El envejecimiento poblacional es un fenómeno mundial que se replica en Latinoamérica, en Argentina y en Mendoza, donde el 14,3 % de la población tiene 60 años y más. Belén Álvarez Vargas, politóloga de la UNCUYO, dijo que el fenómeno es al mismo tiempo una muestra de desarrollo y un desafío, ya que trae aparejadas necesidades y problemáticas que obligan a repensar las políticas públicas, así como a revisar los mitos y estereotipos acerca de esta etapa de la vida.
Álvarez Vargas, que dirige el Centro de Estudios sobre Vejeces y Envejecimiento Poblacional (Cevep) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO, explicó que el fenómeno tiene dos características específicas que también se replican en el país: la feminización, ya que el 60 % de esa franja etaria está compuesta por mujeres, y la migración desde las zonas rurales o periféricas hacia las áreas urbanas.
¿Qué aspectos debe repensar un país, una provincia, una sociedad que está en un proceso de envejecimiento poblacional? La politóloga respondió a Unidiversidad que son varios: desde los sistemas de jubilación, de salud, de cuidados, hasta la creación de actividades sociales, de recreación, de educación y la organización urbanística de una ciudad, la construcción de casas y el transporte público, entre otros.
La profesional destacó la importancia de idear y poner en marcha políticas públicas que apunten a un envejecimiento activo, pero que no estén orientadas a un grupo etario específico, sino a toda la sociedad. Para explicar mejor el concepto, dijo que quienes son jóvenes deben comprender que son “personas envejecientes”, una idea que hoy no está presente, que solo se empieza a pensar a los 60 años, como si fuera una especie de apocalipsis, lo que reduce las posibilidades de que cada vez más personas vivan esa etapa en forma activa.
Un síntoma de desarrollo y un desafío
El envejecimiento poblacional se produce cuando el porcentaje de personas de 60 años y más llega al 7 % respecto de la población total, y cuando el aumento de esa franja etaria se produce al mismo tiempo que disminuye el porcentaje de menores de 15 años.
Este fenómeno mundial se replicó en la región. De acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 2000 el porcentaje de la población de 60 años fue del 8,2 % y, según proyecciones del organismo, en 2050 llegará al 25 %, es decir que 190 millones de personas –o una de cada cuatro– tendrá 60 años o más. Ese proceso se encuentra en una etapa más avanzada en Uruguay, Cuba y Chile, mientras que Argentina se ubica en una situación “moderadamente” avanzada.
En 1970, el fenómeno se visibilizó en Argentina, año en que las personas mayores de 60 años superaron el 7 % de la población. Entre 1991 y 2010, ese porcentaje se ubicó entre el 12,9 y el 14,3 % respectivamente, según los datos del Reporte de Envejecimiento Poblacional a nivel nacional y provincial. Argentina 1991-2010, que publicó en 2021 el Ministerio del Interior.
El trabajo también permitió visualizar el impacto del fenómeno en las provincias. Estableció que, entre 1991 y 2010, las estructuras más envejecidas fueron la Ciudad de Buenos Aires y las provincias de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires (todas por encima del promedio del 14 %), mientras ubicó a La Pampa y Mendoza (el 14,3 %), como regiones de “acelerado envejecimiento”. En el caso local, la población de 60 años y más pasó de 162.791 en 1991 a 251.591 en 2010, de la cual 142.513 eran mujeres y 109.078 eran varones.
Álvarez Vargas explicó que el fenómeno es al mismo tiempo un síntoma de desarrollo y un enorme desafío. En el primer caso, porque los avancen científico-tecnológicos permitieron aumentar la expectativa de vida y se registraron mejoras significativas en cuanto a la planificación y control de la natalidad; mientras que, en el segundo, genera cambios tanto en la vida social y comunitaria como hacia el interior de los hogares.
Un final de 35 años
Álvarez Vargas consideró que lo primero a rever es el paradigma “viejista”, que considera a esta etapa como un momento oscuro, como de final. Subrayó que esa idea condiciona a las personas de mala manera para vivir y transitar esa etapa, que hoy implica, como mínimo, 30 años en la vida de un ser humano.
La politóloga destacó que la discriminación por edad, a la que denominó “viejismo”, deja de lado a las personas mayores por construcciones sociales arraigadas en el sistema capitalista y crea, a base de prejuicios, a una persona estereotipada que es lenta, poco productiva, con dificultades para aprender. Para pintar esa rigidez y falta de matices al describir a ese grupo de personas, recurrió a una imagen: pasamos de la abuelita que teje al viejo verde y, en el medio, nada, dijo.
Teniendo en cuenta estos prejuicios, la profesional planteó la necesidad de desarmarlos y poner en marcha políticas públicas que apunten a un envejecimiento activo, orientadas a la sociedad en su conjunto. “Hay que poner en marcha políticas preventivas, incentivar a las personas para que piensen qué van a hacer durante los 30 o 35 años que van a estar en esta etapa. Todavía seguimos escuchando a una persona de 60 años que dice que va a descansar cuando se jubile, pero ¿cuánto va a descansar, 35 años? Es imposible. Por eso es tan importante desarrollar políticas públicas que nos ayuden a pensar que la vejez es una etapa larga, productiva, que puede ser muy feliz y plena, y eso está relacionado con el ocio productivo, actividades físicas, neurocognitivas, que se pueden trabajar desde la niñez para que el grupo de personas que lleguen a la vejez de forma activa sea cada vez más grande”, expresó.
Como otro eje troncal, la profesional destacó la necesidad de poner en marcha una política concreta de prevención y atención de maltratos y violencia contra las personas mayores. Esta realidad, comentó, se incrementa año a año, aunque está invisibilizada y, en algunos casos, se busca esconder desde los organismos oficiales.
Belén Álvarez explicó que lo primero que hay que hacer es rever el paradigma “viejista”. Foto: Unidiversidad
Repensar sistemas
El envejecimiento poblacional –explicó la politóloga– trae aparejadas distintas problemáticas que es necesario analizar y debatir. Enumeró, entre ellas, la presión sobre los sistemas previsional, sanitario y de cuidados, con especial atención en el fenómeno de feminización de la vejez, ya que existe una proporción de mujeres que requiere cuidados y –que al mismo tiempo– es cuidadora.
La politóloga explicó que en el mundo se están reviendo los sistemas previsionales, que se estructuraron con base en características de la población de 60 años atrás. Dijo que es necesario abrir una discusión seria, teniendo en cuenta no solo que se reducirá la población económicamente activa, sino el crecimiento de la informalidad y las nuevas formas de trabajo, que provocan fluctuaciones en los aportes.
La profesional advirtió sobre lo que consideró un peligro al abrir esta discusión. “Hay miradas difíciles sobre lo que es el sistema previsional, miradas políticas e ideológicas que quieren reducirlo, y en esa reducción se excluye. Yo creo que no tiene que ser por ahí, sino que tenemos que intentar ver cómo lo repensamos desde los aportes, desde cuándo hasta cuándo puede aportar una persona al sistema. Argentina tiene un dato estadístico a destacar: es de los países que tiene mayor cobertura previsional en la región, llega al 95 % de su población y esa cobertura no es solo económica, también tiene que ver con la salud y con cuestiones sociales. Creo que eso hay que ponerlo en valor porque, a partir de ahí, uno pude tener una mirada crítica positiva, pensar cómo hacemos para mantener ese paraguas”, expresó.
¿Podemos aprender de las respuestas de los países europeos, que hace décadas atraviesan por un proceso de envejecimiento de la población? La politóloga dijo que siempre se puede aprender, pero que el problema central es que en esos países la respuesta está asociada a la privatización de servicios, específicamente los de salud y cuidado, lo que deja afuera a una enorme cantidad de población y sus familias, que no pueden enfrentar esos costos.
Álvarez Vargas dijo que un tema central es repensar el sistema sanitario, sobre todo, el sistema progresivo de cuidados, teniendo en cuenta que, a contra mano de la idea generalizada, en Argentina solo una porción mínima de personas mayores requiere estancias prolongadas en un geriátrico, solo el 1,3 %, según datos oficiales. Por eso, consideró clave poner en marcha cuidados preventivos y progresivos, ya que la familia es la primera que asume esa tarea.
Para la profesional, la capacitación de quienes se dedican al cuidado es central. Explicó que Nación brinda desde hace años una capacitación a través de las provincias, incluida Mendoza, a la que consideró buena, aunque aseguró que el problema es que la demanda siempre supera en mucho al cupo disponible.
La politóloga explicó que es central poner en marcha políticas públicas para lograr vejeces activas. Foto: Unidiversidad
De la periferia a la ciudad
Otra de las características del fenómeno mundial, que se replica en el país, es la migración de esta franja de población desde las zonas rurales o periféricas hacia la ciudad. En este sentido, la politóloga dijo que es necesario planificar y rever el diseño de los espacios públicos, las características de las viviendas y del sistema de transporte, entre otros aspectos.
Comentó que una alternativa válida es el concepto de las viviendas colaborativas, espacios proyectados para que las personas mayores vivan en comunidad, donde cada una tenga su casa, pero, al mismo tiempo, comparta con las demás los espacios comunes de recreación, de actividades y hasta de atención sanitaria y cuidados.
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