Entre investigaciones y escepticismo: entrevista con un sabueso del fenómeno OVNI
Alejandro Agostinelli es periodista y escéptico declarado. Dialogó con Unidiversidad sobre la ufología, cómo se desarrolló esta disciplina en Mendoza y quiénes fueron sus protagonistas. Recordó al "Fabio Zerpa" mendocino y la repercusión de los "casos" más relevantes.
El periodista Alejandro Agostinelli. Foto: gentileza Alejandro Agostinelli
A lo largo de la historia, la temática OVNI despertó la curiosidad de gran parte de la humanidad, y Alejandro Agostinelli es uno de los curiosos por el tema. Periodista y escéptico declarado, fusionó su profesión periodística con la ufología hace más de 40 años, pero algunas cosas cambiaron desde aquel entonces.
Agostinelli comenzó a trabajar en medios en tiempos en que los jóvenes se formaban en la sala de teletipos, en los años 80. De a poco, este productor de televisión, guionista y editor de diversas publicaciones de divulgación científica desde 1991 se iría introduciendo en el mundo de la ufología junto a un grupo de amigos, científicos y profesionales. Fue así como fundaron el Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia (Cairp), entidad que publicaba la legendaria revista El ojo escéptico.
En una entrevista con Unidiversidad, habló de la ufología, de cómo se desarrolló esta disciplina en Mendoza, contó en detalles algunos casos relevantes y sin resolver, y dedicó unas palabras a los fascinados con esta afición que, según él, no son pocos.
“Fui ufólogo hasta 1990. Durante los ochenta, solía entrevistar a testigos de ovnis, viajar a los sitios donde se reportaban avistamientos de fenómenos inusuales, y era parte de actividades con amigos que pertenecían a distintos grupos aficionados al estudio de los ovnis. Pocos recuerdan que 'ovni' significa 'objetos voladores no identificados, ya que el sentido de la sigla hace décadas que se perdió, y hoy, esta palabra es sinónimo de nave extraterrestre, por eso algunos piensan que cambiarle el nombre permitirá desembrujarlo, quitarle esa carga simbólica de cosa de otro planeta”, expresó.
Según el periodista, en 1988, junto a su amigo, el hoy doctor en psicología Heriberto Janosch, presentó un proyecto de recopilación de datos psicosociales de informes sobre ovnis para la Argentina. “En esencia, era un manual para el investigador que nos iba a permitir reunir informes de buena calidad sobre las experiencias que refieren los testigos de eventos aéreos extraordinarios o que habían sido 'identificadas' como de origen extraterrestre”, dijo.
Foto: Alejandro Agostinelli
“A esa altura, con Janosch habíamos dejado de considerar 'evidencia' a los relatos obtenidos por aficionados y reconsideramos la importancia de las noticias de prensa sobre estos casos –continuó–. Los detalles recogidos por los periodistas no eran fidedignos y apenas servían para denotar la dimensión sociocultural del fenómeno. Ese manual nos iba a permitir evaluar con cuántas personas del mundillo ovni contábamos para una investigación. ¿Cuántos se anotaron en el proyecto entre un centenar de destinatarios? Dos. Ahí nos cerró todo. A los ufólogos no les interesaba la investigación científica. ¡Qué digo! No les interesaba la verdad. Aquel año, junto a Janosch, abandonamos la ufología. Hace 32 años dejé de ser ufólogo”, afirmó.
En 2001, lanzó el sitio dios.com.ar, seguido por el blog Magia Crítica en el diario Crítica de la Argentina. Desde hace 11 años escribe y edita FactorElBlog.com, un sitio que reivindica el asombro y el escepticismo –aunque no siempre en las mismas proporciones– y aborda creencias extremas, experiencias insólitas y fenómenos enigmáticos desde el punto de vista de las ciencias físicas, patafísicas y sociales. En 2009, la editorial Sudamericana-Random House publicó su primer libro, Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina. Hoy prepara otro donde releva experiencias mágicas, religiosas y sobrenaturales en diversos puntos del país.
La ufología en la mirada de un escéptico
La ufología, detalló Agostinelli, es una disciplina amateur nacida en 1947, cuando apareció la polémica sobre los platos voladores en los Estados Unidos.
“El plato, platillo o platívolo es una denominación que surge con el avistamiento de un piloto civil, Kenneth Arnold, que, el 24 de junio de aquel año, vio una especie de formación de objetos que parecían ir a una velocidad insólita mientras volaba sobre el Monte Rainier, estado de Washington. El piloto dijo que podía tratarse de una arma soviética y los llegó a comparar con gansos, pero un periodista malinterpretó su descripción y tipeó esa expresión, 'flying saucer', platillo volador”, detalló.
“Pocos años después, un oficial de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, Edward Ruppelt, encabezó el equipo de investigación militar que iba a ser conocido como 'Proyecto Libro Azul' –continuó. Fue él quien, para limpiar el tema de frivolidad, rebautizó al platillo volador como ´Objeto Volador No Identificado` (OVNI), traducción de unidentified flying object, UFO”, resaltó. Si bien la categoría “ovni” se terminaría imponiendo en la prensa mundial pese a que Arnold nunca describió platillos, para este investigador, la descripción causó muchos dolores de cabeza porque fue una definición negativa. “No describe lo que es, sino lo que no es. Eso que se ve y no se sabe lo que es”, dijo.
“Puede pasar que alguna gente vea en el cielo artefactos o fenómenos que vuelan, o parecen volar, y no lo logra identificar. Así, los ovnis de Ruppelt se convirtieron en una bolsa de cosas surtidas. La única forma de diferenciar su contenido era realizando un esfuerzo, no siempre posible, para identificar las causas de esos avistamientos. Así, la ufología que hizo su camino fue la que empezó a identificar fenómenos. En resumen, el éxito del investigador de presuntos ovnis lo determina su capacidad y hasta el papel del azar para encontrar las causas de los avistamientos”, manifestó.
Foto: Caso Roswell
En este sentido, resaltó Agostinelli, casi todos los casos que empiezan siendo “ovnis” terminan resolviéndose como posibles planetas, estrellas, faros de automóviles, satélites, aviones o globos vistos en condiciones atmosféricas peculiares del cielo o una situación psicológica particular de los testigos.
“El ufólogo que solo presenta casos que no fue capaz de explicar es un mal investigador. Su carta de triunfo es la ignorancia, por eso celebra haber reunido informes de ´objetos desconocidos`. El ‘No identificado’ no es un fenómeno único y coherente si no que es una ensalada de cosas distintas”, señaló.
“Y aquí el factor humano es fundamental. La confusión, la malinterpretación, el nerviosismo o el desconocimiento de los testigos sobre las cosas raras que se pueden ver cierta noche tiene un papel crucial. Testigos de buena fe han llegado a confundir la luna con el descenso de una nave. ¿Por qué? Por predisposición cultural, por ejemplo. Hay climas noticiosos que favorecen mirar al cielo o que alientan a presentar estos informes a personas con cierta propensión a la fantasía. Son testigos que parecen motivados a descartar explicaciones de sentido común y a quedarse con hipótesis extravagantes. La idea de que aquello pudo ser algo extraterrestre anima a contárselo al vecino, al periodista, al ufólogo... Así, el relato va a parar a la factoría mediática, encantada de vender marcianos de todos colores” completó.
Victorio Corradi y Oscar Ferreyra: los “Fabio Zerpa” mendocinos
Según Agostinelli, Mendoza tuvo su momento de esplendor en materia ufológica entre fines de los años 70 y 80, cuando un profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, Victorio Corradi desfilaba por las radios, medios locales y daba conferencias sobre el tema.
“Corradi, a quien llamábamos 'el Fabio Zerpa mendocino', defendía la procedencia alienígena de los ovnis y solía anunciar revelaciones escalofriantes. Fue un tipo honesto, apasionado y conversador. Desgraciadamente, en febrero de este año murió a causa de la COVID-19. No llegó a publicar ningún libro sobre el tema y dejó un interrogante abierto en torno al destino de sus archivos”, expresó.
En 1980, Victorio Corradi fundó el Instituto de Estudios de Fenómenos Extrahumanos “Hombre Cósmico” (Idefeh) e impulsó un congreso internacional junto a la Federación Argentina para el Estudio de la Ciencia Extraterrestre (Faece).
“El encuentro terminó celebrándose en diciembre de ese año sin su participación y fue presidido por el parapsicólogo Faruk Alem. La nota alta de aquel congreso fue la presencia del astrónomo y ufólogo Joseph A. Hynek, exasesor del Proyecto Libro Azul y de Steven Spielberg en la película 'Encuentros Cercanos del Tercer Tipo'”, recordó.
Victorio Corradi, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo y ufólogo mendocino
Otro investigador cuyano de larga trayectoria es Oscar Ferreyra. Interesado hoy casi exclusivamente en actividades astronómicas, integró todos los grupos platillistas locales, incluso el último, el Café Ufológico.
“Oscar también fue parte del Centro de Investigaciones Científicas y Espaciales (CICE), dirigido por Daniel Rojo y Daniel Moreno, corresponsales en Mendoza de la revista que dirigíamos con Guillermo Roncoroni en los 80, 'Ufo Press'”, contó.
A fines de los sesenta, detalló el especialista, existió una etapa romántica liderada por el Centro de Investigaciones Espaciales de Mendoza (CIEM), presidido por el abogado Ignacio Correa Llanos e integrada por Gerardo Blanco, el propio Corradi y Mario Rodríguez Cobo, luego conocido como Silo, que impulsó un movimiento que iba a perdurar, el humanismo siloísta.
“El espacio como tema de investigación y reflexión tuvo mucho aire en Mendoza. Tengamos en cuenta que el ingeniero Teófilo Tabanera, oriundo de San Rafael, fue uno de los grandes líderes del desarrollo de la actividad espacial en la Argentina. Vale la pena profundizar en las interacciones sociales de aquellos años, estudiadas por el licenciado en filosofía Pablo Antonio Pacheco, autor de 'De Mendoza hacia el cosmos. Astronomía, astrofísica y actividades espaciales en el siglo XX', y el ingeniero Pablo De León, que escribió dos completísimas monografías dedicadas a la historia aeroespacial argentina”, revivió.
"Casos" en Mendoza
Para el especialista en fenómenos de este tipo, uno de los casos más importantes en Mendoza fue el sucedido el 31 de agosto de 1968 a dos empleados del Casino de Mendoza: Juan Carlos Peccinetti y José Fernando Villegas. “Quien tomó el caso fue Corradi, que ya era un conocido aficionado en la ufología. Esa noche fue a la comisaría donde ambos testigos permanecían, no se sabe si en calidad de detenidos o de bichos de laboratorio”, contó Agostinelli.
Y agregó: “Esa noche, cerca de las 2 de la madrugada, los dos amigos habían terminado su jornada laboral en el Casino de Mendoza. De camino a casa, por Avenida Boulogne Sur Mer llegando a inmediaciones del Liceo Militar General Espejo, y con tono asustadizo, le describieron al conscripto de guardia su encuentro con un platillo volador y cinco ocupantes, que, según contaron, los expusieron a una pantalla circular donde les mostraron el futuro apocalíptico de la humanidad y les pincharon los dedos”, relató.
Empleados del Casino de Mendoza: Juan Carlos Peccinetti y José Fernando Villegas
Horas después, relató Agostinelli, la policía encontró el automóvil que manejaba Villegas con una suerte de graffiti grabado en el chasis, y otras presuntas evidencias físicas.
“Por aquellos años, astrónomos, ingenieros, ufólogos y hasta un famoso meteorólogo iban y venían en el mismo ambiente. Tanto es así que, en la comisaría, Corradi se encontró con Bernardo Razquin tomando muestras del coche, una de cuyas puertas tenía grabada una representación del sistema solar. Corradi relacionó el punto de partida de los visitantes con Ganímedes, un satélite de Júpiter muy citado por los contactados”, detalló.
Desde 1968 hasta 2007, nadie volvió a localizar a los protagonistas del encuentro.
“En mi libro 'Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina', cuento el caso en todos sus detalles. Volví a contactar a los exempleados del Casino. Peccinetti me confió un dato mínimo sobre cómo armaron esa fabulosa historia. Los dos murieron sin revelar lo más importante: para qué”, afirmó.
Bernardo Razquin tomando muestras del coche, una de cuyas puertas tenía grabada una representación del sistema solar
El segundo caso mendocino en importancia ocurrió once años después. Se trata de la familia Nobiltá y una foto tomada en Puente del Inca.
“El hecho ocurrió el 25 de febrero de 1979, cuando la familia sacó unas fotos en Puente del Inca. Cuando mandaron el rollo a revelar, el último cuadro mostraba una figura parecida al logo antiguo de Esso, como una criatura con cabecita de fósforo saludando a cámara”, resaltó Agostinelli.
“El doctor Nobiltá era, y sigue siendo, un querido y respetado médico de Guaymallén –continuó–. Su convincente perplejidad al encontrar esa mancha en la fotografía le dio a su testimonio enorme gravitación, pese a que él y el resto de su familia declararon no haber visto nada ese día. En ese momento, la historia trascendió cuando un periodista bautizó al grupo liderado por Marciano Cantero Los Enanitos Verdes a propósito de la foto, pese a que el presunto humanoide era naranja”, dijo.
Familia Nobiltá y una foto tomada en Puente del Inca. Enanito Naranja
Y continuó: “Los padres de Corradi eran pacientes de Nobiltá. Así fue como la fotografía llegó a manos del profesor. Ese mismo día estaban presentando al doctor Nobiltá y a la foto en el programa de Canal 13 Mónica Presenta. En julio de 1980, el Instituto de Estudios de Fenómenos Extrahumanos publicó los resultados de su evaluación en la revista Dimensión Extrahumana. Ahí dio a conocer el análisis de seis fotógrafos, que descartaron que se tratara de un truco fotográfico, daño de emulsión o un reflejo. Solo un grupo especializado en análisis de fotos ovni, Ground Saucer Watch (GSW), consideró que el humanoide y otro objeto que, para Corradi, era su nave, eran una mancha química causada en el revelado. Ese diagnóstico enojó mucho a Corradi, enamorado de esa imagen hasta el final de sus días”.
¿Estos casos son fraude, confusión o leyendas urbanas?
“Creo que no. La categoría de leyendas urbanas abarca un conjunto pequeño de eventos, no la mayoría”, explicó.
Para Agostinelli, quizás el ejemplo estereotípico de leyenda urbana fue una noticia publicada un par de meses antes del caso de Villegas-Peccinetti, protagonizada por un supuesto matrimonio Vidal.
“Según los diarios de la época, la pareja perdió el conocimiento mientras conducía su automóvil en Ruta 3, cerca de Chascomús, y lo recuperó dos días después en las afueras del Distrito Federal, México. No hablaron de ovnis, pero la historia estaba atravesada por ese imaginario, y el techo del vehículo, según las noticias, estaba quemado. El caso tuvo existencia mediática pese a que nadie presentó la menor evidencia de que los testigos hubiesen existido”, dijo.
Y sumó: “Semanas después, se estrenó la película Che ovni, dirigida por Aníbal Uset, casi con el mismo argumento, ovnis que teletransportan gente. Nunca falta el que cree, pese a que nunca aparecieron los testigos y los protagonistas reales negaron haber tenido alguna intervención que este evento 'sigue abierto'. Si digo que el caso devino en leyenda urbana es porque entre los años 80 y los 90 aparecieron personas que juraron haber conocido a los Vidal. Intentar acercarse a 'los Vidal' a través de estas personas nunca fue posible. Esta narrativa es idéntica a la de cualquier leyenda urbana”, justificó.
alejandro agostinelli, ovnis, ufología,
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