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27 DE DICIEMBRE DE 2024
Referentes de las principales colectividades de migrantes en Mendoza nos cuentan las experiencias vividas por las diferentes comunidades en el curso de la historia.
Foto: Web
La colectividad boliviana es la que mayor cantidad de miembros reúne en la provincia y se destacan por prácticas culturales que llaman la atención de mendocinos y turistas. Tradicionalmente ligados a la labor agrícola, los inmigrantes bolivianos han sabido hacerse un lugar en el plano cultural del Gran Mendoza. Yolanda Pozo, referente de esta colectividad, nos cuenta que tiempo atrás la comunidad ocultaba su cultura ya que sentían el rechazo del resto de la sociedad.
“Existía toda una cuestión de aislamiento y de exclusión respecto a la música, la danza, la comida, porque son diferentes las características de estas prácticas en comparación con las de la provincia de Mendoza, más europeizada. Algunas prácticas eran rechazadas por los mendocinos porque desconocían el por qué se realizaban, o por el hecho de elaborar comidas que son muy típicas de los pueblos originarios andinos”, explicó Pozo.
Y agregó “todo esto hacía que las prácticas culturales se realizaran a escondidas. Incluso los rituales, como el ritual a la Pachamama y las ofrendas, eran muy privados, no visibles, por que eran visto como algo malo. En una provincia muy religiosa, muy católica, veían estas prácticas como brujería o hechicería. Siempre se les llamó rituales paganos, pero los rituales andinos no son rituales paganos sino religiosos”.
Actualmente, esa exclusión a la que la población boliviana y los pueblos originarios fueron destinados ha disminuido, aunque no se ha extinguido en su totalidad. “Hay prácticas que les provoca aversión (a los mendocinos), como es la costumbre de comer en la calle. Esto se sigue transmitiendo en Mendoza y causa cierto rechazo porque no es habitual aquí”, argumentó la referente.
Sin embargo, la comunidad boliviana que en un principio tuvo restricciones para abrirse, a partir de los años noventa retoma su identidad. Será a través de la mirada de los jóvenes hijos de inmigrantes que aprendieron la cultura de sus padres y abuelos que se comienza a trabajar en una búsqueda identitaria. “La búsqueda de muchos jóvenes de mi generación fue encontrar una nueva identidad y definir quiénes éramos. Nos sentimos argentinos pero también bolivianos, entonces revalidamos esta identidad cultural y la reforzamos. No tenemos vergüenza de nuestras tradiciones, nuestro idioma, nuestra cultura, nuestra música y nuestra gastronomía”, afirmó Pozo.
No obstante, las problemáticas que atraviesan a la comunidad boliviana se alejan de lo cultural y se insertan en el plano laboral. Las condiciones de trabajo de los inmigrantes no son las mejores, muchas veces son explotados y esclavizados por ser indocumentados. Al respecto, Yolanda Pozo advirtió “los inmigrantes cuando llegan, en mayor o menor medida, están ligados a la agricultura y a partir de allí van tomando otros rumbos, pero no como propietarios. Casi nunca el boliviano es propietario de una finca o de un desarrollo propio, en su mayoría son empleados y más aún si están indocumentados. Desde los tiempos que empezaron a venir hasta ahora la situación sigue siendo la misma, vienen indocumentados, son explotados y muchas veces tratados inhumanamente”.
Asimismo existen otras dificultades que la población boliviana tiene que afrontar, tal como el tema idiomático que se plantea, ya que en Bolivia se habla tanto el quechua como el español. Otro tema no menor es la discriminación que sufre la comunidad boliviana en ámbitos cotidianos: “el boliviano sigue siendo discriminado por su color de piel, en las escuelas los chicos repiten lo que escuchan en sus casas y discriminan a sus compañeros bolivianos. Aunque hay cambios, muchos docentes están aplicando políticas para evitar esto, falta mucho”, señaló la representante de la colectividad de Bolivia.
“Todavía existe la idea que el boliviano viene a quitar el trabajo a los mendocinos y no es así. La inmigración boliviana se caracteriza por ser un recurso económico de la Argentina, es un eslabón de la cadena productiva ya que si ellos no vinieran no habría quien cultivara la tierra, quien hiciera la cosecha, porque no hay otras personas que quieran hacerlo”, concluyó Pozo.
En tanto, el referente de la colectividad chilena “Gabriela Mistral”, Miguel Molina, aseguró que existe una fuerte integración entre el inmigrante chileno y la provincia de Mendoza. Esta situación se relaciona con los lazos afectivos que nos unen al país trasandino. “Cada familia mendocina ya tiene un lazo afectivo con Chile. Si no es un argentino que tiene su mujer chilena es una chilena que se ha casado con un argentino”, explicó Molina.
Actualmente los migrantes chilenos no padecen la discriminación que sufren otras colectividades, sin embargo “esta situación se ha dado en los últimos tiempos, al principio cuando vino la oleada de chilenos por el golpe militar en Chile en 1973 no era así. En 1975 fue el éxodo más grande de chilenos que vino a la Argentina, entonces se vivía mucha discriminación, pero después nos fuimos dando nuestro lugar”, explicó el referente chileno.
“Patria Grande”
Miguel Molina también es vicepresidente de la Unión de Colectividades de Mendoza y explicó que en 2005 se lanzó el programa “Patria Grande” cuyo objetivo fue la regularización de la situación migratoria en el país.
“Una de las problemáticas que tenían las colectividades latinoamericanas era la documentación, era muy engorroso poder documentarse y poder adquirir la radicación en el país. En el año 2005 se llevó a cabo una ley que se llamó “Patria Grande”, a través de ella a los inmigrantes se les empezó a abrir el horizonte, poder documentarse sin tanto requerimientos y sin gastar dinero, ya que antes todas las amnistías que hubieron implicaban ir al escribano, legalizar papeles, y en definitiva nadie se radicaba por que el gasto era impresionante”, explicó el representante de las colectividades.
La aplicación del programa articuló con organizaciones civiles lo que permitió llegar a más inmigrantes indocumentados. “Cualquier institución social podía hacer un convenio con el Ministerio del Interior y ser miembro asociado, esas organizaciones también podían regularizar la situación participando en los primeros trámites de los inmigrantes. Así fue como nuestra colectividad “Gabriela Mistral” fue socio de Migraciones y comenzamos haciendo el trámite para más de 700 peruanos, 500 bolivianos y más de 1000 chilenos. En total nuestra institución documentó a más de 2500 extranjeros”, concluyó Molina.
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