Mirta Beatriz Naranjo murió en septiembre de 2013 por los golpes que le propinó su esposo. Una de sus hijas se convirtió en querellante en la causa y fue testigo en el juicio que comenzó ayer, en el que el principal acusado es su padre. La víctima denunció en 2012 a su cónyuge, pero no obtuvo respuestas.
Mirta Beatriz Naranjo murió el 20 de setiembre del 2013, dos meses después de recibir una feroz golpiza por parte de su esposo. Una de sus hijas se convirtió en querellante en la causa y es una de las testigos en el hoy juicio oral y público que comenzó ayer contra su padre, Ricardo Alberto Muñoz Vicente.
La hija de la mujer, que falleció después de permanecer dos meses internada en la terapia intensiva del Hospital Central, decidió convertirse en querellante en la causa en la que está imputado su padre bajo la figura de homicidio preterintecional, es decir, que no tuvo intenciones de matar pero causó lesiones a su esposa que la llevaron a la muerte. El vínculo entre la víctima y el victimario es un agravante.
La hija de Mirta cuenta con el patrocinio de Fernando Peñaloza, de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, y de Lucas Lecour, de la Asociación Xumek. La intención de ambos letrados es que la Justicia consigne que este caso está enmarcado dentro de la violencia de género, que no se lo considere como un hecho aislado, como un crimen, sino que se haga referencia a la normativa internacional sobre el tema y a la forma en que establece cómo se debe tratar esta problemática.
Sin respuestas
La muerte de Mirta fue una muerte anunciada. Peñaloza comentó a Edición UNCUYO que la hija había asegurado ante los jueces de la Primera Cámara del Crimen que su padre ejercía violencia física sobre su madre desde que ella y sus tres hermanos eran pequeños. La situación de violencia quedó acreditada, ya que la mujer hizo una denuncia en marzo de 2012 en la Unidad Fiscal de Capital, pero no encontró las respuestas que buscaba. La hija de Mirta describió a su madre. Dijo que tenía una personalidad retraída, sumisa y que una vez planteó la posibilidad de separarse del padre, pero eso sólo agravó la situación de violencia.
La joven rememoró ante los jueces lo que sucedió la mañana del 11 de julio del 2013, cuando se encontraron con su madre golpeada y confundida, aunque su padre les explicó que se había caído. Ella y sus hermanos no escucharon nada, ya que la habitación del matrimonio está separada del lugar donde ellos dormían. Fueron los hijos junto a una empleada quienes se encargaron de socorrer a la mujer y la llevaron al hospital Central, donde después de permanecer dos meses internada murió a causa de las lesiones.
La causa quedó en manos de la Unidad Fiscal de Capital, cuya titular imputó al marido de la víctima, Ricardo Alberto Muñoz Vicente, luego de que los profesionales del Cuerpo Médico Forense acreditaran que los golpes le habían causado la muerte a su mujer. Por eso, el hombre permanece detenido.
La fiscal imputó al hombre por homicidio preterintencional (no tuvo intención de matar pero las lesiones que le causó a su esposa la llevaron a la muerte) agravado por el vínculo, ya que la víctima y el victimario eran esposos. Este caso no fue encuadrado como un femicidio, una figura que buscó frenar todo tipo de violencia contra la mujer y superar el bache que existía en estos casos para los convivientes o los novios que sufrían violencia de género.
El imputado fue trasladado ayer a Tribunales, donde se sustancia el juicio. Optó por no declarar y en un momento fue retirado de la sala por amedrentar a su hija. El juicio continuará hoy con la declaración de médicos y familiares y es probable que la próxima semana los jueces dicten sentencia. El abogado Fernando Peñaloza destacó la importancia de que la Justicia en sus sentencias enmarcara estas causas dentro de la problemática de la violencia de género, al tiempo que recalcó que Mirta, como otras víctimas, no encontró la respuesta que buscaba en los organismos creados para protegerla.