En busca de una respuesta

Especialistas coinciden en que mientras más temprano se ingrese al mundo de las adicciones, más graves son las consecuencias. Por qué es tan peligroso el consumo sin saber –ni medir- los efectos secundarios

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Sociedad

Consumo Problemático

Unidiversidad

Gabriela Ceppi

Publicado el 05 DE JULIO DE 2015

“Los chicos tienen una desmaternalización temprana. Algunos de los padres de ahora son como guías turísticos pero no refuerzan o construyen vínculos comprometidos en donde se desarrollen expectativas reales de encuentro entre padres y niños. Esa disminución es sumamente dañina y se crean tipos especiales de soledad verdaderamente muy dañinos en la adultez”. La frase resulta impactante, pero así define al fenómeno de las adicciones el psiquiatra Benigno Gutiérrez, integrante del Comité Académico del Observatorio de Problemáticas de Consumo de la UNCUYO.

El especialista advierte que el consumo de marihuana, cocaína y alcohol se sostiene desde hace años y, lo más grave aún, que se pasa muy fácilmente a los usos combinados: alcohol más marihuana, cocaína más marihuana, a lo que se le pueden sumar pastillas, y los combos más sorpresivos y dañinos.

En general, los daños son irreversibles y mientras más temprano se ingrese en las adicciones, más grave será porque el cerebro está en desarrollo. Así, el profesional fijó una etapa muy vulnerable que es hasta los 18 años aunque marcó que algunos desarrollos menores de las funciones cerebrales se dan hasta los 30.

El psiquiatra señala además que la edad para el comienzo de la adicción a la marihuana ha disminuido considerablemente y hoy se sitúa entre los 11 y 12 años, convirtiéndose en uno de los mayores problemas de los especialistas por las consecuencias que generará.

Además sostiene que muchas de estas conductas adictivas conllevan al aislamiento y dirigen a las personas hacia un suicidio pasivo porque van autodestruyéndose paulatinamente. O, en el peor de los casos, toman la decisión de manera acelerada y pierden sus vidas.

“Los jóvenes presentan un síntoma que se llama alexitimia, que es la falta de capacidad para ponerle léxico al estado de ánimo”, puntualiza Gutiérrez.

¿Normal o patológico?

Para el psiquiatra, el consumo de alcohol también es preocupante. “La persona cree que va a poder poner un límite a la cantidad, pero la dependencia física es tan grande que no puede dejar de tomar. Esta sensación se puede manifestar como la incapacidad de abstenerse o detenerse”, sostiene. En algunos casos, puede determinar conductas violentas, es decir que se dan a través de una embriaguez patológica. El especialista insiste en que se pueden generar otras conductas, y en el mejor de los casos, en el deseo de dormir, aunque también admite que existe un consumo no patológico que es el que se da cuando una persona puede tomar algo, disfrutarlo y parar.

Otro de los consumos que resulta preocupante es el de la tecnología y, en este punto, Gutiérrez considera que algunas personas buscan lugares donde poner sus cabezas. “Como no quiero pensar en lo que debo pensar, estoy en el celular, en las redes sociales, es decir distraído”, sostuvo.

Sin pastillas para la felicidad

Legales o no legales. La distinción es clara pero sólo para los profesionales de la medicina, porque para algunas personas no hay una línea divisoria definida o es muy delgada. Las legales son aquellas que fueron recetadas y tienen un uso normativo. Las ilegales son todas aquellas cuyo consumo, de alguna manera, está penalizado por la ley.

“Pero el cerebro no entiende de leyes y el daño es similar en ambos casos. Dentro de las legales, están los psicofármacos que provocan una inhibición de funciones cerebrales, entre ellas el sueño”, advierte Fabián Cremaschi, neurocirujano y magister en Neurociencias. El especialista es vicedecano de la Facultad de Ciencias Médicas de UNCUYO e integrante del Comité Académico del Observatorio de Problemáticas de Consumo.

“Las famosas pastillas para dormir provocan cuestiones paradójicas en el sueño. Hacen que sea más superficial, acortan el sueño REM (el más profundo y que está relacionado con la actividad onírica), mientras que disminuyen la profundidad y provocan microdespertares”, así define el especialista las consecuencias de consumir psicofármacos de manera desmedida.

Cremaschi sostiene que si bien en la Argentina no hay estadísticas, en España los últimos informes indican que en el último año al menos el 40 % de la población tomó un ansiolítico, y el 50 % de quienes los ingirieron, son mujeres.

Entre las contraindicaciones que poseen estas pastillas están la pérdida de memoria y del equilibrio y el incremento en el peso. Además generan dependencia porque son adictivas en el aspecto físico y psicológico. Entre las principales consecuencias de su discontinuación se destacan desde la disforia y el insomnio, hasta síndromes que pueden incluir calambres abdominales y musculares, vómitos, sudor, temblor y convulsiones.

A la hora de señalar las razones de por qué cada vez más personas utilizan estos medicamentos, Cremaschi considera que “hay un síndrome desmotivacional y la gente cree que en este tipo de medicamentos encontrará soluciones cuando no es así”.

Resistencia

Los profesionales indicados para recetar medicamentos de este tipo son los psiquiatras pero la gente tiene resistencia a consultarlos porque no quiere estar “empastillada”. Hay estudios realizados en la Facultad de Ciencias Médicas que muestran que los médicos con esta especialidad recetan menos y por períodos más breves de tiempo.

Además consideró que hay una pérdida importante de valores en la población, que no quiere enfrentar la realidad y por eso prefiere que las pastillas les tape los problemas.

Por último, el médico remarca que además de la consulta profesional, las personas debemos darnos tiempo para realizar ejercicios físicos y alimentarnos de manera más sana.

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