Más de un siglo de historia: hitos del movimiento estudiantil en Mendoza y Argentina
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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
En los últimos tiempos muchas voces se han manifestado acerca de la activa participación de los jóvenes en la política argentina, sobre todo después de la llegada del kirchnerismo al poder en el 2003. Más allá de las demonizaciones de la derecha, la presencia es cada vez más fuerte.
En los últimos tiempos asistimos a un fenómeno que para muchos puede caracterizarse como novedoso, que es la activa participación de la juventud en la política. Desde variados sectores se trata, la mayoría de las veces con poco rigor, de analizar esta situación, que despierta una marcada atención por parte de algunos y mucho resquemor por parte de los grupos reaccionarios del país.
Muchas veces por estos tiempos, la participación política es vista con recelo por la misma sociedad que estigmatiza a los jóvenes guiándose por los estereotipos que más repercusión mediática tienen, y que generalmente proyectan elementos negativos.
Siguiendo a Pedro Fernando Núñez en su trabajo “Redefinición del vínculo juventud-política en la Argentina”, podemos decir en efecto que, profusamente presente en los medios de comunicación, en la voz de los “especialistas”, la juventud es ubicada en el centro de la preocupación societal. Los discursos oscilan entre culpabilizar a los jóvenes y a las jóvenes de todo cuanto ocurre y colocarlos en el lugar de víctimas, a partir de la construcción de imágenes que asocian juventud con todos los “males” sociales posibles: droga, prostitución, embarazos prematuros, olas de suicidios. Los diagnósticos sobre la relación jóvenes-política hablan de descreimiento, desconfianza, apatía e individualismo. Ante la proliferación de este tipo de discursos quizás sea necesario repensar dicha relación desde otras categorías de análisis o, incluso, desde estudios que apelen menos a cuestiones morales para indagar en el compromiso que las juventudes deberían asumir en la sociedad.
Ahora bien, según los estudios disponibles, estamos ante una generación de jóvenes con profundos valores democráticos, que entienden los partidos políticos como mecanismos de participación de la ciudadanía y que valoran su potencial personal de implicación. De todas maneras, el supuesto fenómeno de relación entre juventud y política no es nuevo, sino que se ha manifestado de distintas formas en los últimos años de la historia del país.
Si tomamos como punto de partida para un sintético análisis las rebeliones y movilizaciones que se dan a fines de la década de 1960, encontramos que en muchos de esos acontecimientos la participación juvenil es alta, aunque aparecen agrupados dentro de algún tipo de organización tanto obrera como estudiantil. Tal es el caso de la marcada participación juvenil en el Cordobazo o en el Mendozazo, por ejemplo. Acá se da el caso que no aparecen definidos como actores sociales de importancia, sino que se muestran dentro de otras filiaciones tales como clase social o condición estudiantil o laboral. Es importante también la creciente participación en las organizaciones barriales y territoriales que surgen en la época, muchas motorizadas por sectores de la Iglesia opuestos a la línea oficial impulsada por el Vaticano.
Ya entrados los ’70, y dentro de la formación y crecimiento de varios grupos armados encontramos una gran participación de jóvenes, donde comienzan a manifestarse fuertemente como actores sociales, sobre todo con intereses fuertemente vinculados con los sectores más vulnerables de la sociedad, y con modos de actuar y aspiraciones similares. Esta sería más adelante la materia prima de la que se serviría la dictadura para su plan sistemático de aniquilamiento y desaparición de cuadros militantes.
Si bien esta aniquilación sistemática de una juventud politizada, armada y revolucionaria fue una de las características de la dictadura genocida, no hay que dejar de lado que hubo en esos años de plomo alguna resistencia por parte de jóvenes que se enrolaban o en prácticas de resistencia obrera (conformación de la CGT de los argentinos, por ejemplo) o en instancias vinculadas a algunos sectores de la iglesia (como las Comunidades eclesiales de base).
Con la llegada de la Democracia, se da un marco en el cual se resalta la existencia de una mayor predisposición en los jóvenes que en los adultos a participar en los partidos, sobre todo en aquellos que proponen proyectos políticos y económicos alternativos al modelo existente, lo que genera una fuerte pero corta participación política mediada por las instituciones tradicionales.
Este proceso va a tener un quiebre fundamental, dado por las circunstancias de Semana Santa que derivan en la Obediencia debida y el Punto final. Estas decisiones del gobierno radical son vistas como un retroceso en la juventud militante de la época y se produce una nueva desazón frente a las alternativas de un nuevo proyecto de país.
La falta de atención de los jóvenes hacia las estructuras políticas es fuertemente profundizada en los años del Neoliberalismo en la Argentina.
Según un trabajo de Viviana Molinari publicado en la “Revista latinoamericana de Ciencias Sociales” en el año 2006, en este período de transformaciones a nivel de sistema productivo y profundizaciones del modelo neoliberal, “los jóvenes aparecen como un actor fragmentado, agrupados más que en los partidos políticos tradicionales, en las múltiples y variadas organizaciones que ya no son movimientos de masas generadores de identidades colectivas, sino grupos de pertenencia y contención identitaria que intervienen en forma parcial en la vida social y ya no sienten que el futuro les pertenece, por el contrario deben construir y sostener su presente”.
Se puede decir que una de las características de este período la escasa participación política de los jóvenes, siempre que se considere como formas de participación política únicamente un conjunto de prácticas y representaciones que se producen entre los ciudadanos en relación con las instituciones formales de la política: participación en partidos políticos, en procesos eleccionarios, orientaciones hacia el gobierno y sus respectivas instituciones .
Este período es el del fortalecimiento de otras formas de participación ligadas con la acción colectiva no institucional, ya sea en acciones de protesta o en movimientos sociales, susceptibles de generar marcos de experiencias y subjetivación comunes.
La visibilización de los jóvenes como sujetos sociales que se comienza a dar después de 2003, es en gran medida la responsable de la activa participación de éstos en los fenómenos políticos actuales. Se comienza a profundizar en cambios, en nuevas maneras de entender los vínculos, en redefiniciones sobre lo individual y lo colectivo, hay una cantidad de jóvenes que empiezan a dejar de lado la crítica a los partidos políticos y parecen dispuestos a involucrarse más activamente, y por sobre todo hay estructuras políticas que propician este acercamiento.
Son las actuales generaciones que profundizan su acercamiento con las estructuras tradicionales de la política las que vienen de la más profunda crisis de la sociedad argentina que se da desde la dictadura salvaje hasta la entronización del neoliberalismo. Esto les permite reconocer el contexto en el que les ha tocado vivir mejor y más directamente que el resto de la sociedad, lo que hace que comprendan perfectamente la sociedad globalizada actual y que se movilicen y actúen rápidamente para intentar corregir los desequilibrios sociales que se están generando. Es importante en este proceso de cambios el manejo de las herramientas tecnológicas, que son utilizadas tanto para comunicarse, informarse, conocer otras sociedades y sus comportamientos, como para movilizarse.
Esta generación que hoy interviene en los procesos políticos es la que ha crecido en democracia y cuyos primeros recuerdos ya forman parte de la era del cambio político y no de la transición; es la generación que, se ha plantado frente a los nostálgicos de la derecha que ha pretendido una involución de los valores morales y sociales, y en clara oposición con muchos de los valores que predominan en la juventud.
Como dice Martín Ferré en una nota publicada en La Nación, “somos pares generacionales de ese sector que descree de la política y pretendemos servirles de ejemplo, abrirles el camino para que se incorporen para que, como dice nuestra presidenta, Cristina Kirchner, crean ahora más que nunca en los sueños y en las utopías y en que la política es un instrumento de dignidad y dignificación del ser humano.
Se habla de la "nueva política", en contraposición a la vieja política. Para nosotros, hablar de nueva política no es reinventar ningún término ni fijar nuevos paradigmas sino, simplemente, recuperar la política en su sentido más clásico y ubicarla en el centro de la escena como lo que siempre fue y deberá ser: la actividad pública más importante que nos ocupa como nación, en tanto define el sentido y las condiciones concretas de la vida de toda comunidad”.
Finalmente, citamos a Alicia Kirchner, en una nota escrita para el blog de Kolina. “En 2003 abrimos otro capítulo, que Néstor Kirchner sintetizaba señalando que ‘la tarea de la juventud argentina es dar una verdadera lección moral para todos los argentinos no solicitando, no robando lugares, sino consolidando el espacio que les corresponde dentro de la sociedad, participando activamente en la construcción institucional del país. No como un apéndice más, sino como la parte activa, real y concreta de que el pensamiento de las nuevas generaciones argentinas está inserto en el proyecto que tenemos que encontrar los argentinos, que nos sintetice definitivamente para construir un país con equidad e inclusión.”
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