La discriminación en todas sus formas. Eso es lo que muestra Élite (Carlos Montero y Darío Madrona, 2018), nueva serie española distribuida por Netflix y producida por Zeta Audiovisual. Xenofobia, homofobia y discriminación hacia personas portadoras del VIH son algunas de las cuestiones que pretende visibilizar esta producción que hace recordar bastante a Por 13 razones (13 reasons why, Brian Yorkey, 2017). Hola, Inadi.

Las principales similitudes entre la creación de Montero y Madrona y la de Yorkey son que está destinada a un público joven y que parecen buscar la concientización sobre diversas problemáticas. Así como Por 13 razones se centra en el suicidio, en la depresión durante la adolescencia, el bullying y la cosificación y violencia hacia las mujeres, Élite hace foco en la discriminación en muchas de sus variables: de ricos a pobres, de españoles a árabes, de árabes a portadores y portadoras de VIH, de pobres a ricos, de todos y todas a homosexuales, entre otras.

Pero no se queda ahí: una cuestión que queda expuesta más bien hacia el final de la temporada es la criminalización de la pobreza y la impunidad de la alta sociedad. Tiene otra particularidad y es que, al contrario de aquello a lo que el cine y las series nos tienen acostumbrados y acostumbradas, se muestra el VIH en una mujer de 16 años, cisgénero y heterosexual.

La trama se desarrolla a partir de que tres exestudiantes de una escuela pública son becados para asistir a Las Encinas, EL súper-ultra-mega colegio privado en el que estudian los y las jóvenes privilegiados y de alcurnia del pueblo. Con esto alcanza para que se desarrollen historias que muestran lo fácil que resulta juzgar al otro, al diferente. Sin embargo, la trama se profundiza con un asesinato dentro del colegio que a lo novelesco le agrega un tinte de policial que, sin hacer spoilers, hay que decir que no decepciona en el final.

Las críticas

En los ocho capítulos de esta primera temporada, la narrativa de Élite suena a copia fiel de Por 13 razones, inclusive en lo que se refiere a la edición. Además, el pueblo y el colegio se muestran casi siempre con una misma toma de cámara.

Por otro lado, excepto el final, los sucesos son bastante predecibles, y los personajes y el de qué va la serie se dan servidos, digeridos, como si no hubiese nada que descubrir. Sin embargo, hay matices de los personajes que se van revelando a lo largo de los episodios y el capítulo final es una agradable sorpresa.

Repercusiones

En estos tiempos en los que han resurgido, y parecen legitimados, los discursos de discriminación, molesta ver, por ejemplo, a una pareja gay. Sí, a esta altura del partido, siglo XXI, hubo un usuario de Instagram a quien le molestó ver una imagen de dos personajes homosexuales de la serie.

I despise ignorant fucks like Judas. Don’t be a Judas. pic.twitter.com/e7ZvzFeqpL

— AJay (@TheAJayII)

13 de octubre de 2018

“Váyanse de una puta vez de mi Instagram. No todas las personas del planeta son gays. Lo están forzando demasiado”, publicó el usuario. A esto, Netflix respondió con emoticones de arcoíris y la frase: “Lo siento, no pudimos leer tu comentario, rodeados como estamos de todos estos preciosos arcoíris”. A la gilada, ni cabida.

Advertencia: es conveniente que los y las adolescentes que vayan a ver esta serie lo hagan con una persona con la que puedan y se sientan en confianza de hablar sobre los temas que se plantean. Generalmente, derribar tabúes es el objetivo de estas producciones.

Finalmente, cabe destacar y dejar la pica de que Netflix ya confirmó una segunda temporada, cuya trama profundizaría en la “resolución” del crimen y en la vida de los personajes, que están interpretados, en general, por jóvenes actores y actrices que fueron parte de La casa de papel (Álex Pina, 2017). Buen ejemplo de esto es María Pedraza, quien encarna a Alison Parker en la producción de Pina y a Marina Nunier Osuna, uno de los personajes centrales, en Élite.