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04 DE NOVIEMBRE DE 2024
La jefa de Área Crítica del Hospital El Carmen, Cecilia Quiroga, pidió a la población que se cuide. Dijo que el personal está muy cansado, pero que se esfuerza para sacar adelante a los enfermos.
La jefa de Área Crítica del Hospital El Carmen dijo que la terapia intensiva está ocupada al ciento por ciento. Foto: gentileza Cecilia Quiroga
“El virus está y no va a desaparecer mágicamente” dice la jefa del Departamento de Área Crítica del Hospital El Carmen, Cecilia Quiroga (49). Por eso, pide a la población que se cuide, que respete las medidas de prevención, porque la terapia intensiva sigue ocupada al ciento por ciento y el personal de salud está cansado, aunque hacen el mayor esfuerzo para que cada paciente se recupere.
La profesional, a cargo de la terapia intensiva, la unidad coronaria y la guardia general, explica que desde el inicio de la pandemia pasaron por distintos sentimientos: primero fue incertidumbre; después, miedo, y ahora, cansancio, porque no vislumbran una pronta solución, por lo menos no hasta que se apruebe una vacuna o se descubra una cura. Asegura que el sistema de salud no puedo dar mucho más de lo que da, simplemente porque está integrado por personas que en muchos casos están agotadas.
"Nuestra peor pesadilla es que comience a morir gente por no tener atención"
La kinesióloga Lorena Páez (45) enumera sus miedos, los mismos que comparte con colegas de las unidades de terapia intensiva donde trabaja desde hace 15 años, hoy desbordadas a causa de la pandemia de COVID-19. Miedo de contagiarse, de contagiar a su familia, de que les pase algo a sus padres que viven en San Rafael y no poder ayudarlos.
“La gente tiende a salir cada vez más, a tener menos miedo, a exponerse más, y el virus sigue estando en la calle, el virus está y no va a desaparecer mágicamente. Mi mensaje a la comunidad es que hay que cuidarse, que protejamos a los que son más vulnerables y que, si bien es imposible frenar la vida cotidiana, tratemos de que siempre sea cuidando al otro, para que también nos puedan cuidar a nosotros”, expresa.
La intensivista, que estudió en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCUYO, asegura que su gran apoyo emocional son sus tres hijos, su familia, amigas y el equipo con el que trabaja. Explica que se ayudan, se acompañan, están atentos cuando alguien está mal, para que pueda tomarse unos días y regresar al hospital.
Quiroga dice que esos dos pilares, su familia y el equipo de trabajo, la ayudaron a superar el momento más difícil que vivieron en el hospital, que fue en abril, al inicio de la pandemia: la muerte del primer paciente por COVID-19, un hombre de 43 años. “Nosotros no estábamos acostumbrados a que una persona joven, sin antecedentes, excepto tener sobrepeso, falleciera de un virus pulmonar, sin poder hacer nada más que lo que estaba dictaminado en ese momento como tratamiento”.
"Nos dicen héroes, pero no somos valorados ni cuidados"
"Duele un montón" dice la enfermera Norma Jurado (47). Y no se refiere a un dolor corporal, sino a la comprobación de que el discurso oficial que eleva al personal de la salud a la categoría de héroes y valientes no tiene ningún correlato puertas adentro del servicio donde atienden a niñas, niños y adolescentes que contrajeron COVID-19.
Nueva rutina en casa
Quiroga cuenta, que como a todas las personas, la pandemia la obligó a cambiar las rutinas, la organización tanto en su casa como en el hospital. Durante abril y mayo, sus hijos se fueron a vivir a otro lado con la intención de protegerse, aunque con el correr de los meses volvieron al hogar porque fue imposible para ella seguir sola, con el aislamiento de los primeros meses.
La intensivista asegura que convive con el miedo a contagiarlos, aun respetando todas las medidas de seguridad. Dice que en el hospital están cuidados, que tienen el equipo de protección completo, que se bañan antes de salir y que en la calle respeta las medidas de prevención generales, como lavado de manos, uso de tapaboca y distanciamiento.
Intensivista, la especialidad que visibilizó la pandemia
Federico Galiotti (31) es intensivista, una palabra que hasta hace unos meses gran parte de la población no sabía que existía y mucho menos qué significaba. Ahora, esa especialidad es esencial.
Nueva rutina en el hospital
En el hospital también cambió la rutina. En febrero comenzaron a organizarse, a determinar los circuitos de áreas COVID-19 y de otras patologías, así como los protocolos y las medidas de prevención para los profesionales. En ese momento, destinaron 12 camas de terapia intensiva para tratar a los afectados por el virus, a lo que sumaron 20 de clínica médica, colindantes a la terapia, equipadas con respirador y monitor.
Con el aumento de la cantidad de casos en Mendoza, incrementaron el número de camas de terapia intensiva a 17, las que se encuentran distribuidas en tres sectores del hospital y que en este momento están ocupadas al ciento por ciento.
El 26 de marzo ingresó el primer paciente con COVID-19 a la terapia intensiva. En esa primera etapa, fueron doce en total, de los cuales murieron tres a causa de las complicaciones causadas por la enfermedad.
Quiroga cuenta que en la terapia pasaron momento difíciles, especialmente cuando debieron tratar a dos profesionales. “Lo vivimos con mucha angustia: sabemos que la patología por COVID-19 grave puede matar al paciente y eso de saber que un compañero al que vemos todos los días puede morir es desesperante, ver lo que pasó en otros hospitales, ahora en el Coordinado, y uno seguir exponiéndose, genera mucha angustia y mucha presión”, expresa.
La profesional pide a la comunidad que se cuide y respete las medidas las medidas de prevención. Foto: gentileza Cecilia Quiroga
Trabajo en equipo
Quiroga dice que el compañerismo entre los integrantes del grupo de trabajo es uno de los factores que la ayudan a seguir adelante. Cuenta que se cuidan, se miman con un regalo, escuchan música, están atentos a quien pueda necesitar unos días de descanso y también destaca la asistencia de profesionales de Salud Mental, a quienes acuden cada vez que ven a alguien a punto de claudicar o sobrepasado por la situación.
Vivir en pandemia: "La gente no sabe a lo que se enfrenta"
"La gente no sabe a lo que se enfrenta", dice Andrea Mana (45), jefa de Farmacia del Hospital Santa Isabel de Hungría. Y se apura a fundamentar: explica que el sentimiento que primó entre el personal de salud al inicio de la pandemia no fue el miedo, sino la incertidumbre, al comprobar que no existía ningún paralelismo entre los virus y gérmenes letales que conocían y COVID-19.
Pese al cansancio y la presión, la intensivista subraya el momento más gratificante: cuando logran que un paciente supere el cuadro y le dan el alta. Cuando eso pasa, siempre reciben cariño y agradecimiento, y hasta fotos para mostrarles que ya están en su casa, con su familia. “Es un momento muy gratificante, de muchas alegría para nosotros”, resume.
Protocolo para visita de familiares
Quiroga elaboró un protocolo, al que adhirió el resto de los profesionales, para que las personas internadas en la terapia intensiva puedan recibir la visita de un familiar, aunque sea una vez por semana. Hace dos meses que está en marcha y la profesional asegura que es muy beneficioso para los enfermos.
Desde la trinchera: "Es gratificante ver el compromiso del personal de salud"
Gonzalo Álvarez Parma (44), a cargo de la patología COVID-19 dentro del Servicio de Emergencias Coordinado (SEC), asegura que soportan una sobrecarga de trabajo que implica cansancio físico y emocional, pero al mismo tiempo destaca que es gratificante ver el compromiso del personal de la salud.
Para las visitas, siguen un estricto protocolo. Primero, informa telefónica a la familia sobre la posibilidad, se le advierte que ingresarán a un “área COVID-19”, por lo que el riesgo de contagio existe, y se le pide que no sea una persona que integre los grupo de riesgo. Luego, cuando ingresan, el hospital les provee todo el equipo de protección.
“Esto ha sido muy beneficioso para familiares y pacientes, porque, sobre todo cuando el paciente está despierto, puede ver a su familiar. Muchos de ellos ingresaron a la terapia sabiendo que hay otro familiar enfermo, la esposa, un hijo, y al despertar, no saben lo que ha pasado, por lo que verlos, que les expliquen cómo están, es muy importante para ellos”, asegura la profesional.
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