El teletrabajo se impuso a los empujones, pero hay quienes no lo quieren soltar
Más allá de que la pandemia aceleró su implementación, el "homeoffice" ya es una modalidad que muchas personas eligen. Nos acercamos a algunas de ellas para conocer sus experiencias y sumamos una voz especializada desde la sociología para entender las consecuencias de estar disponibles 24/7.
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El “homeoffice” o teletrabajo, a partir de la crisis sanitaria, fue puesto en marcha masivamente como respuesta al confinamiento y aún hoy es parte de la cotidianidad de una gran masa de trabajadores y trabajadoras. Esta modalidad generó preguntas como, por ejemplo, cuáles son los pro y contras de teletrabajar. Incluso, surgieron interrogantes que no nos habíamos hechos antes, como quién debe ocuparse de los costos laborales o cómo separar el teletrabajo de otras actividades.
A casi dos años del inicio de la pandemia, muchas de esas preguntas aún siguen abiertas, ya que el mercado laboral mantiene esta modalidad en muchos sectores y, además, muchas trabajadoras y trabajadores prefieren seguir trabajando desde su casa.
Si empezamos por el lado "positivo", contamos con el caso de Victoria, licenciada en publicidad, que comentó a Unidiversidad: “En lo personal, este régimen me ha permitido disfrutar más de espacios familiares, de amigos e incluso también de actividades deportivas y de ocio”. En este mismo sentido, Juan Martín, comunicador social, agregó: “Pude hacer algunas capacitaciones online, que de otra forma no hubiese podido”.
Victoria trabaja en una empresa, en el área de Marketing y Publicidad, cuya ubicación es bastante alejada y de difícil acceso. Por esta razón, aseguró que fue "un alivio” cuando su trabajo adoptó un formato virtual. “Empecé a ahorrar en transporte (no solo dinero, sino también tiempo). Me permitió hacer otras cosas por fuera de la empresa que de otra forma hubiera sido imposible”, reconoció.
Por su parte, Ernesto, que teletrabaja en una ONG como tutor en un programa dirigido a capacitar jóvenes, compartió que tiene un balance positivo de su experiencia y agregó, respecto de sus horas de trabajo: “No tengo que cumplir horarios fijos y previamente determinados sino que yo voy acomodando mis horarios porque, más que cumplir determinadas horas por día, lo que tengo que hacer es cumplir con tareas”. Este joven coincidió en que esta modalidad “tiene la ventaja de permitirte hacer otras cosas, como estudiar o hacer otras actividades en general”, pero lo matizó, destacando las "contras": “En algunos momentos, se te extiende el horario de trabajo porque se te acumula tarea, y a veces perdés conciencia de la cantidad de tiempo que estás trabajando porque, justamente, no tenés una jornada definida”.
Volviendo a Juan Martín, el comunicador agregó que el trabajo remoto contribuyó a su calidad de vida: “Tengo que esperar a que las personas me contesten o que me den la información que necesito, y en esos ratos aprovecho para adelantar otro trabajo o hacer algo en mi casa”.
Otro caso es el de Marta, que teletrabaja como administrativa en una empresa comercializadora de pasajes de bus y que también comparte que fue una experiencia positiva, que le permitió ordenar sus rutinas. Por eso, afirmó: “Lo sigo eligiendo”.
No obstante, al tener a su cuidado un hijo preadolescente, consideró que, a lo largo de 2020, fue más complicado porque “no había clases en los colegios” y “tenía sus momentos de impotencia y angustia por no poder tener la vida de antes”. Sin embargo, destacó que, con paciencia, se fueron acomodando y que ahora, con el regreso a las aulas, se ha hecho más sencillo.
Foto ilustrativa publicada en RD Station
"Estar en situación de trabajo”
A lo largo del siglo XX, trabajadores y trabajadoras del mundo se organizaron bajo el lema “8 horas de trabajo, 8 horas de descanso, 8 horas de recreación”. En ese momento histórico, también Argentina protagonizó grandes olas de protesta con el fin de conseguir esas reivindicaciones.
En este sentido, la reforma constitucional de 1949 dio un marco de regulación legal y estatal a través del artículo 14 bis, que contempla –hasta la actualidad– una serie de derechos laborales, como, por ejemplo, jornada limitada, descanso y vacaciones pagas. Pero ¿qué sucede con estos derechos en un contexto de hiperconectividad, en el cual la disponibilidad 24/7 se impone?
Los celulares y computadoras hoy cumplen un lugar destacado en nuestras vidas cotidianas. En la tecnología, se sintetizan un montón de herramientas de uso diario: redes sociales; lector y editor de pdf o word; cámara fotográfica, incluso el despertador. Por lo tanto, desde que abrimos hasta que cerramos los ojos, el aparato "está ahí”, al alcance de la mano, como una extensión de nuestros cuerpos.
Entonces, el teletrabajo ubica a trabajadores y trabajadoras en una suerte de disponibilidad 24/7 y que, según la licenciada en Sociología, magíster en Ciencias Sociales y doctora en Ciencias Políticas y Sociales Patricia Collado, “no es solamente estar disponible sino que tenés que estar en situación de trabajo, que es muy diferente”. Estar en esta posición, agregó, facilita “colonizar tu vida privada, afectiva, familiar, de relación; al ámbito privado lo hace público. Entonces estás ante una sobreexposición que lleva a un desgaste muy fuerte”.
Extensión de la jornada laboral
El consumo cotidiano de internet y el uso de computadoras y celulares se ha transformado en una necesidad, no solo para relacionarnos y comunicarnos, sino también para trabajar. En este sentido, Collado expresó: “Los medios para nuestra producción fueron puestos por nosotros mismos” lo que significa nuevamente “enmascarar la relación de dependencia, en la que es el patrón o empleador el que te tiene que garantizar los medios”.
Esto, según Collado, arroja como resultado que “disminuyan no solamente los costos sino que disminuyan también todos los riesgos laborales, que pasa a asumirlos la fuerza de trabajo empleada”. A su vez, una de las contracaras de organizar los propios tiempos es la extensión de la jornada laboral. Si bien, como expresó la investigadora, las tecnologías de la comunicación ya pesaban sobre nuestra cotidianidad, lo cierto es que “fue aumentado a niveles nunca antes vistos a partir de la pandemia”.
Ernesto, que trabaja con jóvenes con los que se comunica a través de WhatsApp, compartió que a veces la demanda que tiene es muy alta. “Por momentos, envían mensajes con consultas en horarios que no son los adecuados para trabajar, muy a la noche”, afirmó.
Por su parte, Juan Martín expresó: “Me pasó muchas veces, está en uno contestar o no”. En este mismo sentido, reflexionó: “De todas formas, hay que decir que te queda como una nubecita negra arriba de la cabeza cuando sabés que te han escrito”, aunque destacó: “Eso es lo de menos, para mí fue todo ganancia”.
Aunque aún no se comprenda la incidencia de este modelo, “sí sabemos que hay una sobrecarga de trabajo, por las implicancias, no solamente económicas, sino también psicológicas, de sobrecarga mental y física” producto de la combinación entre virtualidad y presencialidad, comentó Collado.
La académica destacó también: “Entonces, lo que está pasando es que, por los mismos salarios, en términos de peores condiciones laborales (por los medios de producción puestos por nosotros, los riesgos laborales asumidos por los y las trabajadoras), sumamos la sobrecarga laboral de cuádruple presencia”, haciendo referencia a las mujeres que garantizan tanto tareas de cuidado yreproducción como de producción en un doble sentido: virtual y presencial.
Imagen ilustrativa publicada en Horizontum
Compartir entre pares
Otra de las contracaras del teletrabajo es el distanciamiento entre compañeros y compañeras de trabajo. Al respecto, Collado destacó el lugar de la “acción colectiva”, entendida como “demanda colectiva”, que “ha sido cercenada de muchas maneras: ordenanzas municipales, como las contravenciones de la ciudad que te prohíben marchar; en la pandemia se criminalizó la protesta social y, aun así, los trabajadores –por ejemplo, de la salud, la docencia, estatales– salieron a dar batalla”.
No obstante, Collado destacó: “La fragmentación de los trabajadores viene por la vía de otro éxito que tuvo el neoliberalismo: la competencia entre trabajadores y la meritocracia”.
Explicó como se manifiesta el logro de la fragmentación y desvinculación de los y las trabajadoras: “Cuando incorporamos como nuestra la visión neoliberal de que el otro es un problema, de que el otro es un peligro, y que tenemos que tratar de que no nos serruche el piso y nosotros sí al otro”. “Ese es el gran éxito del neoliberalismo: la individuación de los problemas laborales y el malestar laboral”, afirmó.
Sin embargo, entiende que sucederá lo que ya se visto lo largo de la historia: “Vamos a encontrar la forma de desbordar las fronteras del aislamiento y poder reconocernos como trabajadores”.
Por último, destacó: “Lo que más tenemos en contra es esta ideología del mérito, la competencia, la meritocracia”. Sin embargo, matizó y cerró: “Cuando vos te das cuenta de que el otro está padeciendo exactamente lo mismo, te volvés colectivo”.
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