Una comisión en Mendoza buscará dar con el paradero de las personas desaparecidas en dictadura
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02 DE NOVIEMBRE DE 2023
En la primer audiencia del 2015 del 4° juicio por delitos de lesa humanidad que se desarrolla en Mendoza, se escucharon los testimonios de Francisco González desde Madrid, por videoconferencia, y de Susana Porras.
Susana Porras presentando su testimonio. Fotos: Guadalupe Pregal
Francisco Javier González Gallardo es hermano de Pablo Guillermo, María Guadalupe y Ricardo Alberto (quien permanece desaparecido). Al igual que sus hermanos, sufrió la persecución de las fuerzas de seguridad durante el terrorismo de Estado.
El 16 de enero de 1977 cuatro personas vestidas de civil fueron en su busca a su domicilio. Lo subieron a un auto y, luego de “pasear” por más de una hora, lo llevaron al Parque del Aborigen, en el Parque General San Martín. Allí lo interrogaron sobre su hermano Ricardo, pero por aquel entonces Francisco no sabía siquiera dónde vivía.
Luego lo llevaron al domicilio donde vivía su hermano junto a Osvaldo Sabino Rosales y de allí al D2. Durante al menos dos horas estuvo sentado en la guardia, desde donde vio a una compañera de Angelita Moyano, a quien conocía porque le había entregado su título en Bellas Artes. A las 23.00 fue liberado.
Al salir de las instalaciones del centro clandestino de detención fue testigo de la llegada de un camión, desde el cual bajaron a un joven muy flaco. “Lo traían arrastrándolo de un hombro y del otro, yo creo que estaba muerto”, aclaró González. Se presume que fue Osvaldo Rosales, quien fue identificado en la Morgue por su madre. Luego de ese suceso nunca más supo sobre su hermano.
González relató que a uno de sus secuestradores lo conocía porque tomaba café en un kiosquito frente al Ministerio de Obras Públicas donde Francisco trabajaba en la Oficina de Construcciones. Además explicó que la ventana de su oficina daba al patio del Departamento de Inteligencia 2 de la Policía de Mendoza. También identificó a Francisco Jesús Fiumarelli, quien también trabajaba en Construcciones y lo escuchó alardear sobre personas secuestradas en el D2.
Señalan a Usinger
Susana Paula Porras brindó un importante testimonio sobre Oscar Miguel Pérez y Ángeles Gutiérrez. “En el caso del señor Pérez, lo conocí estando detenida en el Palacio Policial, en el D2. No lo había visto anteriormente. Fue muy breve el contacto que tuve con él”.
Porras fue detenida el 20 de junio de 1979. “Fueron a donde yo vivía, en ese momento vivía con mi madre y mis dos hijos que eran menores de edad en la calle Güemes, de Godoy Cruz. Fue un día de mañana, atendió mi madre la puerta. Los hace (sic) pasar y después me avisa que había gente que me buscaba. Entonces se dieron a conocer y me leyeron la ley por la que me iban a detener –que podría ser la Ley 20840–. Después me llevaron. En ese momento no aclararon si eran de las Fuerzas Armadas, no aclararon de qué fuerza, no me dijeron nada. No iban uniformados, iba una señora acompañándolos, una mujer, y creo que eran dos personas más, dos hombres”. En aquellos años Susana Porras había pasado por varias operaciones por problemas de salud y se encontraba bajo tratamiento médico.
Fue trasladada al D2. “Me colocan dentro de una celda y me sacan la venda que tenía colocada. Era una situación difícil, porque no sabía de ahí en más qué iba a suceder y estaba en manos de Dios, porque no tenía idea de qué pasaría a partir de ese momento”.
Porras no recuerda si fue al día siguiente o pasó un tiempo antes de ser llevada a interrogatorio. “En realidad debo ser sincera, recibí golpes y recibí insultos, pero no recibí las torturas que han recibido otros compañeros. No sé si se debió al estado de salud mío o porque tuve suerte, la verdad que no lo sé. Sí recuerdo que antes del interrogatorio había un médico que me tomó la presión”. Porras aclaró que un señor abusó sexualmente de ella y que le hacía referencia a que viajaba desde San Rafael.
Roberto Usinger era el nombre del policía que participó de las torturas. Porras explicó que reconoció a Usinger como “un señor rubio, alto y de ojos azules que después, por la voz, pude saber quién era. Porque cuando ya tuve la libertad, ellos dijeron que estaba con libertad vigilada y ese señor iba a verme a mi casa. Sabía ir con un álbum con fotos, para ver si yo reconocía a alguien. Lo vi en el D2, iba a mi casa y en una oportunidad, en la plaza de Godoy Cruz, en una fiesta que hubo. Si bien yo estaba con vigilada me movía en el barrio. Estaba al lado de una compañera y el esposo de esta compañera había desaparecido. Yo a esta compañera la conozco como Marta de Ponce. El esposo trabajaba en la biblioteca, era Pedro Ponce, y desapareció”.
Cuando fue consultada sobre el interrogatorio, Porras testimonió que no había podido hacer aportes porque estaba alejada de la militancia. “Yo en realidad, por el estado mío de salud, prácticamente no me veía con nadie o con muy pocas personas. No estaba en condiciones de verme con mucha gente. Hablo del 77, 78 y 79; en esos años me veía con muy poca gente y no militaba, directamente estaba haciendo vida de hogar, dedicándome a mejorarme”.
Susana describió que la llevaron a dos domicilios para que los marcara como pertenecientes a compañeros de militancia pero que “nosotros, muchos compañeros, no nos conocíamos por el nombre verdadero que teníamos, salvo que tuviera un cargo en el gobierno o que fuera de una familia muy reconocida en Mendoza. Era muy difícil saber el nombre de todos los compañeros. La mayoría tenía un sobrenombre, así que en ese sentido era muy difícil saber a la casa de quién, y también se tomaba la precaución de no visitar a todos los compañeros y no todos los compañeros sabían dónde vivía cada uno”.
Al ser consultada por las circunstancias en las que supo que Ángeles Gutiérrez había estado en el D2, manifestó que “a Angelita la nombraron muchos días después. Los policías hicieron referencia a que había estado detenida en el D2”. Ángeles Gutiérrez tenía cerca de 60 años cuando fue detenida y permanece desaparecida.
Además relató que “en cierto momento llegó la Cruz Roja e hizo una inspección y yo les expliqué el problema que tenía, que se me había hecho una fístula en el lado derecho, entonces ellos pidieron que me llevaran a la enfermería, me hicieran curaciones y me pusieran un colchón, que no estuviera acostada en el suelo por la condición mía. Cuando los de la Cruz Roja se fueron, tengo entendido que las personas que me habían detenido fueron a la casa de mi mamá a buscar un colchón, y ropa y jabón para asearme. En otro momento llevaron a mi hijo, el mayor, que en ese momento tenía nueve años, pero yo me sentía tan mal, y había sido para mí muy traumático lo que me había sucedido, que en mi mente había fijado a mi hijo como si tuviera cinco años y cuando yo lo vi no lo pude reconocer”.
Susana Porras estuvo detenida hasta el 16 de agosto en el D2. Luego continuó con libertad vigilada hasta el inicio de la democracia.
Fuente: Edición UNCUYO
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