El reto de vivir con un TOC: “La pandemia les mostró mi mundo”
Así lo describió Cinthia, una paciente diagnosticada con trastorno obsesivo compulsivo. En diálogo con Unidiversidad, cuenta su día a día y espera que su historia sirva para concientizar sobre esta enfermedad.
Foto: Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad (AATA)
El mundo tal y como se lo conocía cambió. El brote de coronavirus hizo que los hábitos de limpieza más comunes quedaran obsoletos ante el avance del virus. Se pidió a la población lavarse las manos con la mayor frecuencia posible, desinfectar superficies y objetos ajenos, entre otros. Lo que se consideraba inusual antes del coronavirus hoy es prácticamente normal, más allá de que la ciencia va avalando o descartando ciertas prácticas preventivas.
Si bien para algunas personas este "trabajo" resultó un tanto molesto y poco frecuente, en otras, como es el caso de quienes sufren trastorno obsesivo compulsivo (TOC), generó que su grado de compulsión se viera agudizado, como llegar a lavarse las manos hasta 60 veces al día o incluso más, todo en un intento de protegerse de supuestos peligros como bacterias, virus o suciedad.
Cinthia (48), de quien no revelaremos su nombre completo para preservar su identidad, sufre TOC desde muy joven. En diálogo con Unidiversidad, expresó cómo fue el paso a paso de su diagnóstico, sus miedos y la relación con su familia. Nos dijo que espera que sirva de guía para quien acaba de recibir el diagnóstico o sospecha que pueda sufrir TOC. De cada crisis saca un aprendizaje positivo, en cada caída recomienda cómo prevenir y buscar ayuda. Esta es su historia.
Fue diagnosticada con TOC cuando cursaba los últimos años del secundario. Después, su plan era estudiar Psicología, pero esto no pudo ser. Un día, sin previo aviso, sus receptores de serotonina no funcionaron como debían y el TOC se instauró en su mente. La adolescente, de excelentes notas durante toda su etapa escolar, vio cómo su vida daba un vuelco por este trastorno de ansiedad.
“Tenía 16 años en ese entonces, lo recuerdo muy bien. Los primeros meses, me sentía muy extraña, hacía cosas que no eran propias de mi personalidad. Limpiaba con mucha frecuencia mi pieza, te diría que hasta 6 veces al día y más. Todo lo que tocaba debía limpiarlo. Veía el baño con mucha desconfianza, incluso me levantaba muy temprano para limpiarlo y así ser la primera en usarlo. Les conté esto a mis padres, pero, en ese momento, no le dieron importancia, tal vez porque en ese tiempo poco se hablaba de estas enfermedades. No lo sé. Sí supe que esto no era algo normal”, expresó Cinthia.
Para esta mujer, la limpieza y el orden no fueron los únicos impedimentos en el desarrollo de su vida por casi 20 años. “Además de la limpieza, el orden y el miedo a estar sola, el número 7 se me metió en la cabeza. Necesitaba hacer cada cosa siete veces, cerraba la puerta de casa siete veces, daba siete golpecitos… Lo hacía en silencio, discretamente, porque en aquel entonces todavía no tenía el TOC muy desarrollado. Cuando me dio un brote fuerte, tenía que poner las cosas hacia la derecha siempre. Son obsesiones que te obligan a determinadas acciones. Tenés que hacerlo porque se te mete la idea de que algo malo sucederá”, detalló.
Luego de dos meses con la enfermedad creciendo en su mente, contó Cinthia, sus padres comprendieron el sufrimiento que transitaba su hija. “Mi madre comprendió que esto era serio cuando vio una cierta cantidad de productos de limpieza guardados en el ropero. Además, mi obsesión con el número 7 se hizo más frecuente, ya no lo podía controlar”, remarcó.
El diagnostico a los 16 años fue duro de asimilar y un alivio a la vez: “Fui diagnosticada con trastorno obsesivo compulsivo de la contaminación, la repetición y fobia de impulso (miedo a hacerse daño o a hacer daño a alguien). Al menos fue un diagnóstico temprano. Cuando me derivaron a mi primera psiquiatra, se me presentó otra idea irracional: tenía miedo a decirle que tenía miedo, me costó muchísimo explicarle esa ansiedad por si me pasaba algo, era otra obsesión, pero en poco tiempo la especialista lo vio claro y me diagnosticó TOC. Según ella, fue por reprimir mis sentimientos. Muchas veces, el problema de las personas con TOC es que no acudimos al médico porque no se le da importancia hasta que ya está muy desarrollado o tenemos miedo al diagnóstico. Cuanto antes se sepa, antes se puede comenzar con la terapia y la medicación”, detalló.
Con respecto a las terapias y medicamentos, Cinthia sostuvo: “Creo que me sirvieron por igual. Lo que te ayuda realmente a controlar tus pensamientos y no depender solo del fármaco es la terapia, que te da herramientas para detener el pensamiento o, al menos, mitigarlo. Cuando tengo 'rumiaciones' o pensamientos repetitivos, intento hacer algo para distraer la mente, como actividades manuales, o hablo con alguien para que esa conversación real me quite las conversaciones interiores. Hoy, gracias a mi doctora los he podido controlar, aunque la pandemia los aflora de vez en cuando”, remarcó.
Ante la pregunta por su adolescencia, sus estudios y cómo afrontó esta enfermedad, esta mendocina aseveró: "En la adolescencia, me dieron varios brotes y pasaba casi todo el día en casa. Cuando salía, apenas sabía relacionarme. El TOC te provoca ansiedad porque te da la impresión de que las personas por la calle te miran y piensan algo malo de vos. Te avergüenza mucho y te bloquea, aunque es imposible que todo el mundo te esté mirando. Mis amigos no lo entendieron. Eso lo puedo llegar a comprender: si ya es difícil para un adulto, porque existe mucha desinformación, muchos prejuicios, cuando sos joven, todavía lo entendés menos y te alejás. Todos se apartaron. No conservo ningún amigo de aquella época”, dijo afligida. Y completó: “Con respecto a los estudios, las pastillas para el TOC también te provocan pérdida de concentración, así que tuve que dejar los estudios. Luego los retomé y terminé el colegio, encontré trabajo… pero en aquel momento y durante años, fue una frustración muy grande”.
Por otro lado, algo que remarcó mucho Cinthia en su relato fue el apoyo de su familia, aunque también sufrieron mucho. “Cuando llevás tanto tiempo acumulando ese tipo de obsesiones negativas, acaba pasándote factura y provocándote una depresión, como me pasó a mí. Pensaba que era una carga para mis padres porque cuidaban de mí las 24 horas y porque sufrían mucho por mí. Así que empecé a repetirme que si me quitaba la vida les haría un favor. Lo pensé y lo intenté dos veces. La primera fue como un ataque de ansiedad, y la segunda, ya premeditado, por eso me ingresaron al Hospital Carlos Pereyra, que fue una experiencia dura, pero también me sirvió para recuperarme”.
Hoy, con una actualidad completamente distinta, comentó: “Hoy, mi principal sostén son mis hijos y marido. Ellos son los que día a día dan todo porque esté bien. Como te dije anteriormente, gracias a ellos y a Silvia –mi psiquiatra– he podido salir adelante, no en el ciento por ciento, porque te estaría mintiendo, pero ahora salgo con mis cuidados y ya no tengo miedo de estar sola. Estoy mucho mejor y podría controlar ese pensamiento si volviera a aparecer”.
El desafío más grande: la pandemia
Para esta guerrera, la pandemia trajo consigo más que simples impedimentos, fue una guerra más que batallar. “La pandemia les mostró mi mundo y el de cientos de personas que, como yo, sufren a diario esta enfermedad. Al principio del brote, que dijeran en la tele que había que lavarse las manos constantemente para mí fue como la vida perfecta, porque podía hacerlo sin que me miraran raro. Yo me he llegado a lavar las manos cien veces en un día”.
“Antes de la nueva enfermedad, pensaba todo el tiempo que mis hijos se iban a morir y por eso limpiaba todo el día, no dejaba que salieran al patio, tenía claro dónde podía tocar y dónde no. Hoy , eso a lo que tanto temía está presente, pero lo afronto con otra mirada. Sé que esta enfermedad no tiene cura, pero, como te dije, gracias a mi familia, he podido salir adelante. Con altas y bajas, pero aquí estoy”.
Para finalizar, Cinthia dio algunos consejos para que jóvenes con TOC y depresión no pasen lo que vivió ella. “Lo primero que les diría a las y los jóvenes es que pidan ayuda, que les comenten a sus padres, hermanos y amigos lo que les está sucediendo. Podés llegar a un punto de no retorno en el que querés hacerlo y decidís no llamar a nadie, pero antes de ese momento, antes de que se te meta en la cabeza y lo tengas que hacer por fuerza, hay que avisar: 'Me está pasando esto'. En cuanto sientan que realizás acciones que no son de su personalidad, que vienen a la cabeza pensamientos oscuros y demás, yo recomiendo que pidan ayuda para que el médico los pueda diagnosticar con esta enfermedad o incluso pedir un ingreso a algún hospital para recuperar el equilibrio. Lo más importante es no alejarse de las personas, de los seres queridos, de los profesionales, son ellos los que los pueden ayudar”.
¿Qué es el trastorno obsesivo compulsivo (TOC)?
Para comprender y educar sobre esta enfermedad que afecta a miles de argentinos y argentinas, este portal dialogó también con Federico Nanfaro, psiquiatra del Hospital Universitario. Según el especialista, el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es una verdadera enfermedad neuropsiquiátrica y, como su nombre lo indica, se caracteriza por la presencia de obsesiones y compulsiones.
“El TOC se caracteriza por la irrupción de pensamientos, impulsos o imágenes incontrolables que se repiten en la mente y se vivencian como intrusivos e inapropiados. Estas preocupaciones (obsesiones) son capaces de provocar ansiedad, duda y sufrimiento significativos. La mayoría de las veces, la persona reconoce que estas ideas son producto de su propia mente e intenta ignorarlas, suprimirlas o neutralizarlas a través de la realización de actos mentales o comportamientos repetitivos (compulsiones). La persona se ve obligada a realizar estos actos para prevenir los peligros que anuncian las obsesiones o calmar la angustia que estas le provocan, cumpliéndolos de manera ritualística o excesiva”, expresó Nanfaro.
Los ejemplos de obsesiones típicas son:
- Las preocupaciones excesivas por la suciedad, los gérmenes, la contaminación;
- El miedo a actuar con impulsos agresivos o violentos (ejemplo: miedo a empujar a alguien al vacío), sentirse responsable de provocar daño a otros o de ser responsable de accidentes;
- Pensamientos religiosos o sexuales prohibidos o espantosos;
- Preocuparse demasiado por el orden y la simetría de las cosas;
- No poder desprenderse de objetos inservibles y dudar.
Los ejemplos de compulsiones típicas son:
- El lavado excesivo de manos, limpieza;
- Chequeo de medidas de seguridad (cierre de hornallas, cerraduras);
- Conductas repetitivas, como necesidad de tocar ciertos objetos, arreglar o “emparejar” las cosas de forma simétrica, de ordenar o clasificar los objetos en forma excesiva;
- Necesidad de hacer cálculos mentales o contar objetos (compulsiones mentales);
- Reiteración de actos cotidianos sin poder controlarlos.
Para este terapeuta, las personas pueden tener algunos o varios de estos síntomas con un grado variable de severidad; de esa diferencia depende que se diagnostique solo comportamiento o rasgos obsesivo-compulsivos (COC) o un verdadero trastorno que repercute desfavorablemente en uno o varios aspectos de su vida (TOC). “Para que la gente entienda, la persona que enfrenta esta enfermedad tiene un solo TOC, que se puede manifestar de diversas maneras. Como dije anteriormente de las obsesiones, de estos pensamientos intrusivos e impulsivos se derivan las compulsiones, que son conductas que una persona con estas características realiza. Los trastornos son variados: tenemos el de la contaminación, dañarse a sí mismo o a los demás, repetitivos, entre otros”, puntualizó Nanfaro.
Con respecto a las consultas y desencadenantes de esta enfermedad, el médico afirmó que no han aumentado durante la pandemia. Sí lo han hecho el trastorno de ansiedad generalizado, los ataques de pánico y los estados depresivos. “Lo que llama poderosamente la atención es que estos casos se deben a gente que no presentaban enfermedades mentales de base. Sin embargo, volviendo al TOC, los desencadenantes pueden ser varios: desde situaciones estresantes, separación de la familia, también escenarios conflictivos en la escuela o cualquier tipo de abuso, entre otros, pero lo que debemos saber, sobre todo las familias, es que el primer pico se desarrolla durante la adolescencia y el segundo pico se desarrolla en la etapa joven adulta. Por eso debemos estar atentos a los comportamientos de nuestros hijos”, completó Nanfaro.
La Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad estima que entre el 2 % y el 3 % de la población Argentina sufre de esta enfermedad, que afecta por igual a hombres y mujeres.
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