Una comisión en Mendoza buscará dar con el paradero de las personas desaparecidas en dictadura
Esta acción reparatoria se suma a la reciente presentación del Cuadro 33 como sitio de memoria. La ...
02 DE NOVIEMBRE DE 2023
Nora Otín y su compañero Julio Pacheco llegaron a Mendoza huyendo de la represión que se vivía en La Plata. Su testimonio aportó a esclarecer cómo fue el operativo conjunto entre fuerzas militares y policiales de abril del 77, del que fueron víctimas.
En 1973 Nora Cristina Otín se fue desde Alvear a La Plata a estudiar odontología. Allí conoció a Julio Pachecho, estudiante de arquitectura, también en la Universidad Nacional de La Plata. “Nos conocimos militando en la Juventud Universitaria Peronista (JUP), eso fue en el año 1973. En esos años la militancia era muy fluida, no teníamos ningún tipo de problemas. Ya en el año 1974 la cuestión empezó a ponerse más peligrosa. En el año 75 la Tripe A mató a algunos de nuestros compañeros y Julio fue amenazado cuando iba caminando por una calle céntrica de La Plata. Entonces nos dijeron si teníamos algún lugar donde pudiéramos irnos y decidimos venirnos a Mendoza”, explicó Otín.
Ella llegó a la provincia unos días antes del 24 de marzo de 1976 y Julio llegó el mismo 24 porque había pasado a visitar a sus padres en Benito Juárez, provincia de Buenos Aires. “Cuando llegamos a Mendoza él no tenía ninguna conexión, así que durante ese año 76 estuvimos prácticamente desconectados de todo lo que era la conducción de Juventud, de Montoneros, no teníamos ningún contacto. En julio yo me quedé embarazada y más o menos, calculo que fue en octubre o diciembre, él encontró una conexión que con el tiempo yo supe quién era. Y comenzó de nuevo su militancia, que consistía en citas, en encuentros donde se pasaban información y nada más, ninguna otra cosa”, declaró. La conexión era Jorge Pérez, pero Nora lo supo muchos años después.
Recién llegados a Mendoza, se hospedaron en lo de una tía de Nora y luego junto al novio de su hermana, en una especie de departamento de estudiantes, hasta que en diciembre de 1976 se casaron y fueron a vivir a un departamento en la calle Sargento Cabral al 1200 de Las Heras. “Nos casamos en un registro civil de Guaymallén y fue bastante privado. Estaban unos amigos y después nos juntamos en la casa de un familiar a comer algo, un almuerzo muy íntimo”.
Por entonces Luis López Muntaner, que era compañero de facultad y militancia de Julio, llegó a la provincia junto a su compañera Marta Lastrucci, quien también estaba embarazada. El hermano de Luis había sido secuestrado en “La noche de los lápices” y por ello decidieron trasladarse a la provincia. “Ellos llegan (sic) acá a Mendoza porque a los únicos que conocen es a nosotros. Llegan a General Alvear y desde allá mi familia los manda a donde estamos nosotros” explicó Otín. Ellos alquilaron una habitación en una pensión en Guaymallén; “yo no sé la dirección porque entonces evitábamos saber la dirección de cualquiera, el apellido y demás”.
Al tiempo de casados, Julio consiguió trabajo en la constructora de Natalio Faingold, en Godoy Cruz. Nora había trabajado en una inmobiliaria, pero al tiempo dejó su trabajo. Al mes y medio de estar viviendo en el departamento, llegaron a vivir con ellos Elvira Benítez y su hija Victoria, que en aquel momento tenía unos dos años. Nora explicó que antes había estado en la casa de Jorge Pérez, que venía de San Juan y que también la estaban siguiendo. “Incluso yo no sabía que se llamaba Elvira, ella dijo que se llamaba Carmen”, aclaró Otín. “Es que ya sabíamos lo que estaba pasando, entonces no hacíamos preguntas. Ya estando en La Plata tratábamos de no conocer el apellido ni el domicilio de los compañeros, de no conocer ningún dato, por una cuestión de seguridad, porque si te detenían no sabías nada en realidad”.
Nora relató que, para no estar siempre en el departamento, iba a visitar a diversos familiares que tenía en diferentes partes del Gran Mendoza. Cuando Pacheco se iba a trabajar a las 6:30 ella salía y la única que quedaba en el departamento era Elvira con su nena.
En enero de 1977 se casó su hermana en General Alvear, pero Nora viajó sola porque Julio tenía una reunión. “Esa es la única reunión que yo recuerdo mientras estuvo en Mendoza, en ese enero, no sé cuál fue el lugar pero no fue en nuestra casa”.
"La militancia que nosotros tuvimos sobre todo fue universitaria, trabajamos mucho adentro de la universidad con el centro de estudiantes y hacíamos militancia barrial también. Quiero dejar en claro los ideales que teníamos en ese momento, que eran lograr la igualdad entre todos los seres que pertenecemos a este país. Ese era nuestro objetivo, el trabajo solidario, el ayudar a las demás personas y el lograr que hubiese justicia social.
El 7 de abril
“El 7 de abril era mi fecha de posible parto. Ese día Julio salió a trabajar y le dije: 'Bueno, hoy tengo control en el médico, así que cuando salga del médico me voy a ir a la casa de una tía, te espero ahí cuando salgas del trabajo'. Resulta que fui al médico, ese 7 de abril era un jueves santo. Salí del médico y dije: 'Van a ser demasiadas horas, me vuelvo a casa y ya en la tarde regreso hacia la ciudad'. Cuando iba llegando a mi casa, antes de eso yo –voy a contar esto porque después tiene que ver– había comprado pescado y llevaba un vestidito donde yo puse el vuelto de lo que me dieron del pescado. En la cartera yo llevaba el recibo de sueldo de Julio y todo el sueldo que había cobrado el día anterior, y me lo había dado para que yo lo tuviera. Cuando yo iba llegando a la casa vi un Fiat color clarito, me imagino que era un Fiat 125 o 1500, yo no me acuerdo, era un color cremita casi amarillito, estaba parado frente a un pasillo donde nosotros vivíamos con departamentos en ese pasillo, creo que eran tres departamentos. Ya sabíamos de los autos sin patente y este auto no tenía patente. Cuando lo vi sin patente, estaba a unos metros y vi a alguien parado en la puerta, un hombre parado en la puerta. No sabía si seguir caminando, me dije: 'Bueno, llegó el momento', eso lo tengo muy grabado en mi recuerdo. Me dije: '¿Qué hago, sigo caminando? Si sigo caminando me van a pegar un tiro de atrás y si entro, bueno, me agarran ahí', y entré e inmediatamente me agarraron, me quitaron la cartera, me agarraron de los brazos, me palparon, me revisaron entera, no me dejaron avanzar hacia adentro del departamento. Los tipos me agarraron con mucha fuerza, me metieron adentro del auto, ahí lo que alcancé a ver –a los que me agarraron de atrás nunca les vi la cara– al que estaba manejando con una peluca, una peluca medio rubia y pelirroja. Me vendaron inmediatamente los ojos. En el auto me metieron de una patada, fuertemente pasé de una patada, me vendaron y ahí arrancamos y empezamos a andar. Indudablemente habían revisado mi cartera porque me empezaron a decir: 'Tu marido se llama Julio Pacheco?'; 'Sí'; '¿Trabaja en Natalio Faingold?'; 'Sí'; '¿Esto es lo que cobraba de sueldo?'; 'Sí?; '¿Cuánto pagaban de alquiler?'; 'Tanto'; 'Recibían plata de algún otro lugar?'. Después me empezaron a decir sobrenombres que en este momento no recuerdo. Yo algunos sobrenombres si conocía pero obviamente dije que no, que no conocía los sobrenombres. Yo el único sobrenombre que recuerdo era el que le decían a Julio que era “lobo” o “Lobito” y después me preguntaron un motón de sobrenombres que no los recuerdo. En ese momento me sonaron familiares, pero yo dije que no. Seguimos andando, las preguntas fueron esas así, casi nada y yo por la venda vi, había quedado un poquito abierta, un cartel que dice calle Belgrano, Belgrano leí en los carteles de la calle. Inmediatamente como que cerré y me negué a seguir mirando porque me dio como terror saber dónde estaba”, relató Otín.
“Yo sentí que el auto entró en un lugar como que había piedritas, me bajaron y caminé sobre unas piedritas, subí unos escalones y siempre tuve la impresión de que fue como un galpón de ferrocarril, siempre pensé que yo había estado en un galpón de ferrocarril porque sentí que estaba en un lugar muy amplio. Además de que, claro, la calle Belgrano la relacionaba con el ferrocarril que pasaba por ahí. Después con el tiempo me han dicho que, yo no conozco la D2, que seguramente estaba ahí, porque no sé las características. Después me sentaron en una silla, me preguntaron si tomaba alguna pastilla y dije 'No'. No sé por qué me trataban tan suavemente, yo pensé que iba a ser más duro. Me tuvieron ahí, yo el tiempo no lo sé calcular porque en un estado de tensión semejante, no sé cuánto estuve ahí sentada. Después me bajaron de ahí y me subieron de vuelta al auto. El auto empezó a andar y anduvimos bastante. En un momento paró y me dijeron: 'Te vas a bajar acá, vas a tener los ojos cerrados, te vas a quedar en la posición que nosotros te dejemos y no vas a abrir los ojos hasta que no sientas que el auto va lejos'. Me bajaron. Uno de los que estaba ahí les dijo: 'Denle la cartera'; me devolvieron la cartera. Ahí me quedé yo quieta, con los ojos cerrados. Ya cuando sentí que el auto se iba, no pude creer que el auto se fuera, abrí los ojos y estaba pasando todas las universidades; en ese momento, 38 años atrás, era como más desértico eso. Tuve que caminar bastante hasta que vi las primeras facultades que estaban en el parque, hasta que encontré una parada de colectivo y ahí, con ese dinero porque de la cartera me habían robado todo, con el vuelto pude tomar el colectivo”, recordó Nora.
En su declaración aclaró que cuando iban en el auto le dijeron: 'A tu casa no vuelvas más, a tu marido no lo vas a ver más, y de acá andate a la casa de tu tía o al sanatorio donde vayas a tener a tu hijo”. Otín relató que no hizo lo que le habían sugerido: “tomé el colectivo y no fui ni al sanatorio ni a la casa de alguna tía, me fui a la casa de mi hermana que vivía frente a la estación terminal de ómnibus y ahí llegué, estaban ella y mi cuñado. Ahí les conté lo que había pasado, empezamos a llamar por teléfono a la empresa donde trabajaba Julio y nos dijeron que no había ido a trabajar, entonces de ahí es que yo saqué la conclusión que se lo llevaron entre el camino del trabajo y la casa, porque al trabajo nunca llegó. Nunca tuvimos un testigo de dónde, nadie nunca vio nada de dónde lo habían levantado”. Junto a su hermana se fue a General Alvear para estar con sus padres y tener a su hijo. No pudo regresar a su casa a buscar los pañales y todo lo que tenía preparado para el nacimiento del niño: “Teníamos que ver dónde iba yo a tener mi hijo, era una situación familiar crítica. No sabíamos qué hacer ni a dónde recurrir, ni dónde preguntar, ni dónde buscar, entonces yo inmediatamente le hice una carta a los padres de Julio, en ese momento nosotros no teníamos teléfono (…) y les pedí que vinieran para que ellos se encargaran de iniciar la búsqueda”.
Al día siguiente, el viernes santo, llegó Marta Lastrucci a mi casa a General Alvear, porque ese día en la mañana habían secuestrado a su marido también en la calle. Él salió en la mañana para ir a una cita y no volvió. Entonces, a determinada hora fue a la casa de mi cuñado; él la acompañó hasta la plaza Godoy Cruz, averiguaron los colectivos que se podía tomar para venir a General Alvear y la subió a un colectivo, ella también embarazada del mismo tiempo que yo, estaría en la fecha. Entonces mis padres me llevaron a San Rafael y ella quedó en General Alvear. Tres días después nacieron nuestros niños. El mío nació el 13 de abril a las 11 de la mañana y el de ella, el 13 de abril a las 11 de la noche. El mío, en San Rafael y el de ella, en General Alvear. Después, a ella la vino a buscar su suegra, se la llevaron a La Plata, tuvimos un tiempo de contacto, después ella se fue a vivir a Italia y no supe nada más de ella durante muchos años, como que se desvinculó un poco”.
Los padres de Julio habían iniciado la búsqueda y con el tiempo se les unió Nora. Recursos de Habeas corpus, notas a autoridades eclesiásticas, militares y policiales y comenzar a reunirse con otros familiares formaron parte del proceso para tratar de dar con el paradero de Julio Pacheco, quien hoy permanece desaparecido.
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