El problema de la técnica moderna y el proyecto humano.
Segunda parte de la entrevista a Héctor Schmucler, realizada por el investigador, becario de la Secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado, Enrique Roig en exclusiva para la revista NU (1)
Foto: Axel Lloret
Publicado el 22 DE SEPTIEMBRE DE 2011
-La familia, la escuela, el Estado y la Ley son tenidos por los transmisores de los valores de la cultura que sujetan a cada uno de los seres humanos para alcanzar un cierto grado de equilibrio colectivo. Hoy pareciera que aquellas instituciones están afectadas por una crisis que lleva a los sujetos a una situación de individuos descolectivizados. Entonces, ¿Hay una crisis de las instituciones constitutivas de nuestras culturas?
-Hay modificaciones sin duda, ciertos valores, ciertos hábitos vigentes se han modificado hasta hace un tiempo. Tal vez, para decirlo muy esquemáticamente, hay un sentido de la vida en común, vida colectiva, solidaridad entre los núcleos humanos, que me parece que han sufrido el impacto de una manera del ser social donde la competitividad -búsqueda del puro placer individual- ha ido ascendiendo.
De manera que creo que sí hay una diferencia. En algunos aspectos seguramente positivos, pero en lo sustancial me parece que negativo, en cuanto que disgrega los vínculos que permiten la vida en común y que encuentran en la vida en común un sentido para la existencia.
En la antigüedad hasta el Medioevo tuvimos la experiencia espacial de estar adentro de Dios, adentro de una gran casa protectora. Pero la modernidad occidental abrió un espacio inhumano postmetafísico. Allí la astrofísica y las nanociencias exploran el abismo de lo grande y lo diminuto. ¿Qué sucede, respecto de las tecnologías de la comunicación, con el ciberespacio que estamos diseñando en una compleja red de convergencia de máquinas?
-¿Qué sucede?, generan la ilusión como de una especie de entramado solidario de un mundo, pero no son más que la suma aislada de individualidades. Y esto tiene que ver con lo que dije hace un momento, es decir, no es ninguna salida para esta falta de sentido de vivir en común que pareciera denigrar nuestra época.
- ¿El ciberespacio es una dimensión puramente maquínica o es también la expresión de una forma transhumana maquínica, en tanto que injertamos el mundo de las máquinas en nuestros cuerpos: celulares cada vez más diminutos, prótesis biónicas con inteligencia artificial y el diseño biotecnológico de nuevos seres?
-Es parte también de ésta vida protésica. Las prótesis, aparatos que a veces crean la ilusión de completar al ser humano pero que a veces no son más que elementos externos difícil de compatibilizar con un sentimiento de lo humano, en el sentido en que estamos señalando. Es decir, no de transformación técnica, sino de valores espirituales que dominan o deberían dominar la existencia.
Haciendo un poco de memoria
En la década de 1980, finales de la Guerra Fría, un muro físico y simbólico separaba dos esquemas políticos, económicos e ideológicos que postulaban dos modelos sociales distintos. Sin embargo, usted en 1995 pensó que “alguna vez se debería escribir un relato de la historia del siglo que parece haber concluido con el final de la guerra mundial en el que se muestre cómo la disputa de raíz económica entre dos modelos antagónicos enmascaró aquello que se creía incesantemente, celebratoriamente: la técnica.” (2)
-¿Al volver a recordar esta apasionante tesis suya que piensa al respecto?
-Bueno, sigo creyendo eso: que los modelos aparentemente en conflicto que en los ‘80 y durante muchos años marcaban la oposición entre regímenes aparentemente opuestos, el capitalismo y el socialismo, tenían una especie de sustrato cultural muy común; porque su relación con la técnica, es decir, su relación con el mundo productivo, con el mundo de vínculos sociales, no eran sustancialmente distintos.
Yo creo que reflexionar sobre la técnica permitía y permite hoy ver raíces de un existir que tiene que ver más con las formas concretas de las relaciones humanas que con los intereses económicos puestos en juego. Aunque los intereses económicos son sustanciales, pero en la vida concreta cotidiana no postulaban, ni postulan ahora, diferencias muy sustanciales.
Notas
1. Héctor Schmucler es actualmente profesor emérito de la Universidad Nacional de Córdoba. Integra el grupo editor de la revista Artefacto. Fue co-fundador, en los años 60’ y 70’ de las revistas Pasado y Presente y Comunicación y Cultura, esta última junto a Armand Mattelart y Daniel Dorfman, en Santiago de Chile. Fue creador de la cátedra Introducción a los medios masivos de comunicación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y del Seminario de Informática y Sociedad en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Ha publicado en 1997 una compilación de sus ensayos en el libro Memorias de la comunicación (Biblos).
Enrique Roig es egresado de la carrera de comunicación social de la UNCUYO. Se especializa en el debate humanismo/poshumanismo, y trabaja actualmente en el proyecto “La concepción de la comunicación y del sujeto de la comunicación en la Macrosferología de Peter Sloterdijk. El debate Humanismo/Posthumanismo” de la Secretaría de Ciencia Técnica y Posgrado (SeCTyP) de la UNCUYO.
2.
SCHMUCLER, HECTOR. “Apuntes sobre el tecnologicismo”. En Memoria y comunicación. Ed Biblos. Buenos Aires. Año 1997. Pág 42.
-Hay modificaciones sin duda, ciertos valores, ciertos hábitos vigentes se han modificado hasta hace un tiempo. Tal vez, para decirlo muy esquemáticamente, hay un sentido de la vida en común, vida colectiva, solidaridad entre los núcleos humanos, que me parece que han sufrido el impacto de una manera del ser social donde la competitividad -búsqueda del puro placer individual- ha ido ascendiendo.
De manera que creo que sí hay una diferencia. En algunos aspectos seguramente positivos, pero en lo sustancial me parece que negativo, en cuanto que disgrega los vínculos que permiten la vida en común y que encuentran en la vida en común un sentido para la existencia.
En la antigüedad hasta el Medioevo tuvimos la experiencia espacial de estar adentro de Dios, adentro de una gran casa protectora. Pero la modernidad occidental abrió un espacio inhumano postmetafísico. Allí la astrofísica y las nanociencias exploran el abismo de lo grande y lo diminuto. ¿Qué sucede, respecto de las tecnologías de la comunicación, con el ciberespacio que estamos diseñando en una compleja red de convergencia de máquinas?
-¿Qué sucede?, generan la ilusión como de una especie de entramado solidario de un mundo, pero no son más que la suma aislada de individualidades. Y esto tiene que ver con lo que dije hace un momento, es decir, no es ninguna salida para esta falta de sentido de vivir en común que pareciera denigrar nuestra época.
- ¿El ciberespacio es una dimensión puramente maquínica o es también la expresión de una forma transhumana maquínica, en tanto que injertamos el mundo de las máquinas en nuestros cuerpos: celulares cada vez más diminutos, prótesis biónicas con inteligencia artificial y el diseño biotecnológico de nuevos seres?
-Es parte también de ésta vida protésica. Las prótesis, aparatos que a veces crean la ilusión de completar al ser humano pero que a veces no son más que elementos externos difícil de compatibilizar con un sentimiento de lo humano, en el sentido en que estamos señalando. Es decir, no de transformación técnica, sino de valores espirituales que dominan o deberían dominar la existencia.
Haciendo un poco de memoria
En la década de 1980, finales de la Guerra Fría, un muro físico y simbólico separaba dos esquemas políticos, económicos e ideológicos que postulaban dos modelos sociales distintos. Sin embargo, usted en 1995 pensó que “alguna vez se debería escribir un relato de la historia del siglo que parece haber concluido con el final de la guerra mundial en el que se muestre cómo la disputa de raíz económica entre dos modelos antagónicos enmascaró aquello que se creía incesantemente, celebratoriamente: la técnica.” (2)
-¿Al volver a recordar esta apasionante tesis suya que piensa al respecto?
-Bueno, sigo creyendo eso: que los modelos aparentemente en conflicto que en los ‘80 y durante muchos años marcaban la oposición entre regímenes aparentemente opuestos, el capitalismo y el socialismo, tenían una especie de sustrato cultural muy común; porque su relación con la técnica, es decir, su relación con el mundo productivo, con el mundo de vínculos sociales, no eran sustancialmente distintos.
Yo creo que reflexionar sobre la técnica permitía y permite hoy ver raíces de un existir que tiene que ver más con las formas concretas de las relaciones humanas que con los intereses económicos puestos en juego. Aunque los intereses económicos son sustanciales, pero en la vida concreta cotidiana no postulaban, ni postulan ahora, diferencias muy sustanciales.
Notas
1. Héctor Schmucler es actualmente profesor emérito de la Universidad Nacional de Córdoba. Integra el grupo editor de la revista Artefacto. Fue co-fundador, en los años 60’ y 70’ de las revistas Pasado y Presente y Comunicación y Cultura, esta última junto a Armand Mattelart y Daniel Dorfman, en Santiago de Chile. Fue creador de la cátedra Introducción a los medios masivos de comunicación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y del Seminario de Informática y Sociedad en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Ha publicado en 1997 una compilación de sus ensayos en el libro Memorias de la comunicación (Biblos).
Enrique Roig es egresado de la carrera de comunicación social de la UNCUYO. Se especializa en el debate humanismo/poshumanismo, y trabaja actualmente en el proyecto “La concepción de la comunicación y del sujeto de la comunicación en la Macrosferología de Peter Sloterdijk. El debate Humanismo/Posthumanismo” de la Secretaría de Ciencia Técnica y Posgrado (SeCTyP) de la UNCUYO.
2.
SCHMUCLER, HECTOR. “Apuntes sobre el tecnologicismo”. En Memoria y comunicación. Ed Biblos. Buenos Aires. Año 1997. Pág 42.