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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Los y las profesionales de la salud han estado desde el primer día enfrentando a un virus desconocido. En ese trayecto, han pasado de los aplausos y el agotamiento hasta el riesgo extremo de contagio.
Foto: Télam
El 3 de marzo se registró el primer caso positivo de coronavirus en la Argentina. Desde ese momento, médicos, enfermeros, camilleros y técnicos comenzaron un camino de incesante de trabajo que los llevó, en muchos casos, al borde del agotamiento, según precisaron distintos trabajadores y trabajadoras de la salud en entrevistas con Télam a lo largo del año.
Tamaña tarea no fue siempre reconocida por la sociedad, aunque en el principio de la pandemia, los balcones y ventanas de Buenos Aires se llenaron de aplausos en agradecimiento a aquellos trabajadores de "la primera línea".
Con el paso de los días, las palmas de las 9 de la noche se acallaron, e incluso algunos de estos trabajadores y trabajadoras tuvieron que soportar mensajes discriminatorios. "Si sos médico, enfermero, farmacéutica, o te dedicás a la salud!!! Andate del edificio porque nos vas a contagiar a todos hdp!!! Tus vecinos", señalaba un cartel ofensivo pegado en el ascensor del edificio de Villa Crespo desde donde cada mañana, con su guardapolvo blanco, se iba a trabajar Fernando Gaitán, farmacéutico de 31 años.
La proliferación de estos carteles impulsó también una ola de mensajes solidarios de vecinos que plasmaban muestras de afecto, palabras de agradecimiento o dejaban sus números de teléfono ofreciendo hacer las compras a quienes pasaban largas jornadas en los hospitales.
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Con el paso de los meses, y a la par de los sucesivos alargamientos del aislamiento obligatorio, los casos diarios aumentaron y, por ende, también el número de camas de terapia intensiva, pero no solo era cuestión de plazas, respiradores y equipamiento médico sino que además el recurso humano fue cada vez más exigido. Abrumados ante la presión de luchar contra una enfermedad poco conocida, exhaustos por jornadas que parecían interminables, con un "sentimiento de angustia permanente" y una curva de casos en ascenso que no daba tregua ni para despedir a compañeros que hasta hacía unos días luchaban a su lado, a fines de agosto, los trabajadores de la salud afirmaban que se estaba "perdiendo la batalla".
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"Sentimos que no podemos más, que nos vamos quedando solos, que nos están dejando solos; encerrados en las unidades de terapia intensiva con nuestros equipos de protección personal y con nuestros pacientes, solo alentándonos entre nosotros", advirtió el 1.º de septiembre la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) en un comunicado.
"Los recursos físicos y tecnológicos, como las camas con respiradores y monitores, son cada vez más escasos. Los intensivistas, que ya éramos pocos antes de la pandemia, hoy nos encontramos al límite de nuestras fuerzas, raleados por la enfermedad, exhaustos por el trabajo continuo e intenso, atendiendo cada vez más pacientes", señaló la entidad en el texto.
Durante meses se hizo público el porcentaje de ocupación de camas de terapia intensiva, pero esa cifra ya dejaba de ser relevante, puesto que comenzaba a escasear el personal para poder cubrirlas. Al menos, ese era el mensaje de los y las terapistas que fue replicado por personal técnico, de kinesiología y enfermería.
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Según el último informe especial del Ministerio de Salud de la Nación sobre personal de la salud publicado el 11 de diciembre, 63 837 contrajeron la enfermedad (679 con antecedentes de viaje), lo que equivale al 4,3 % del total de casos confirmados hasta ese día. De ese total, el 66,4 % "son de sexo femenino (en el resto de la población es del 49,7 %)", mientras que "la mediana de edad es de 39 años", precisa ese informe. En cuanto a los 397 fallecidos, 210 (el 52,9 %) eran menores de 60 años y el 62,2 % de los fallecidos eran varones.
"Virginia siguió laburando para llevar un mango a su casa, y no un mango más como algo extra, sino algo que le alcance para darle de comer a su familia", afirmó Héctor Ortiz, al recordar a su compañera enfermera de 61 años que, pese a ser diabética, continuó trabajando y murió el 19 de agosto.
"Si se tomaba la licencia por grupo de riesgo, solo se le pagaba el básico, que son 32 mil pesos", remarcó el trabajador, y explicó que los enfermeros de los hospitales públicos porteños no cobran su salario como profesionales, sino como "técnicos administrativos".
Esta situación llevó al personal de enfermería a movilizarse para exigir mejoras salariales y la profesionalización de la actividad de ese sector que, junto con el técnico, de camilleros y médico, están desde el primer día luchando contra la enfermedad, pero también contra la irresponsabilidad de quienes no cumplen las medidas sanitarias, la presión y el cansancio de su trabajo, la falta de personal y los problemas laborales.
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