Más de un siglo de historia: hitos del movimiento estudiantil en Mendoza y Argentina
La universidad no siempre fue gratuita en nuestro país y 2024 no es el primer año que estudiantes ...
21 DE NOVIEMBRE DE 2024
El Programa de Educación en Contextos de Encierro de la UNCuyo recorrió los establecimientos penales con la oferta educativa para las personas privadas de libertad. La exposición estuvo coordinada junto con la DGE y el Servicio Penitenciario, y cerca de 300 personas evaluaron trece propuestas universitarias con una demanda cada vez mayor. Balances y expectativas a través de la participación de coordinadores, docentes, estudiantes y de los propios interesados en la inclusión educativa.
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Pablo Moreno es coordinador del PEUCE por la Secretaría Académica, junto con Celeste Cola y Claudia Paparini. El 14 de agosto estuvo en el cierre de la oferta educativa en contextos de encierro, en el área educativa del Complejo Penal Almafuerte, y relevó la dimensión actual del Programa. Destacó el trabajo común entre Secretaría Académica y Secretaría de Extensión Universitaria a través de Paula Petrelli, Leandro Ortega, Gustavo Nieto y Fabio Erreguerena; y las coordinaciones a cargo de Mary Lourdes Salazar, Silvia Cureti y Rodrigo Gómez Torre para Ciencias Políticas y Sociales, Filosofía y Letras y Derecho, respectivamente. Además, durante el actual ciclo lectivo han participado 80 docentes y 23 tutores estudiantiles.
El coordinador evaluó como exitosa la oferta educativa en cuanto al interés de los participantes y la demanda de otras carreras. La propuesta de oferta educativa para personas privadas de la libertad comenzó en 2009, tras la implementación del PEUCE el año anterior. Año a año ha ido creciendo exponencialmente la cantidad de internos e internas que acceden a la propuesta, se inscriben para las distintas opciones y rinden el examen de ingreso. La expo, articulada entre la UNCuyo y la Dirección General de Escuelas, ha mejorado la propuesta: este año se hizo el mismo recorrido que el anterior pero durante más días y con mayor tiempo destinado a cada una de las unidades penales.
Según Moreno, “el mayor acompañamiento de la DGE, que vincula el interés universitario con los estudiantes del nivel inicial y medio, es una presencia fundamental, una articulación muy rica, porque fueron las mismas escuelas las que promovieron la oferta. Los interesados vienen con información más focalizada y nos permite pensar el impacto de la oferta educativa más allá del nivel superior. Es notable cómo sirve a los niveles previos, genera dinámica universitaria, motoriza entusiasmo. Es nuestra oportunidad de entablar contacto con quienes no están aún en carreras. La universidad se hace presente en territorio, interactúa y absorbe la demanda de todo lo que queda por recorrer”.
Uno de los ejes consiste en alentar para que cada una de las trayectorias de los estudiantes sea lo más rica posible más allá de los avances en cuanto a rendimiento académico, que los procesos educativos sean fuertes y de calidad. Así se intenta replicar actividades artísticas, charlas debate, experiencias colectivas que promuevan la integración universitaria. En las aulas hay “una dinámica solidaria y de cordialidad, de respeto, de estudio, de ganas de querer avanzar en lo individual y en lo colectivo. Todo en situaciones dignas de ser valoradas, destacadas, y sobre todo a replicar afuera, como la solidaridad entre compañeros para preparar exámenes, hacer circular materiales”.
Impacto y crecimiento
Por las características del sistema policial, judicial y penal argentino, es una realidad histórica que las cárceles están repletas de personas marginadas. La relación entre las trayectorias de escolarización y el acceso o no al estudio, explican el inicio y la reincidencia en el delito. De acuerdo a estudios de la UBA, el 97 por ciento de quienes estando detenidos y detenidas, empezaron una carrera universitaria, no reincide. Pablo Moreno explicó este “impacto en la subjetividad”: “Algo pasa cuando ingresan a estudiar. Algo que se enciende, que se recuerda o se reconcilia y tiene que ver con la autoestima, con conectarse con los saberes y las cosas para las que ´sí soy bueno´, ´con las cosas que puedo descubrir que sé hacer y no tenía consciente´. Esto genera un impacto fuertísimo hacia las familias, reconfiguran relaciones: ´Hay algo que estoy haciendo por mí pero también por los otros´. La escuela acompaña un proceso que no remarca sus errores, sino sus saberes previos y lo que tienen para desarrollar. Ese es el pasaje más rico de lo que surge en las aulas”.
Lo que surge, para Moreno, es “una reflexión muy profunda de ellos para valorar la educación como herramienta, para poder ser más libres. Estudiar lo que nos gusta tiene que ver con construirnos la libertad. Es posible que las personas que estamos en el medio, libres, tengamos menos limitantes desde lo físico pero sí necesitamos hacer un trabajo interno profundo para también generar la construcción de nuestra propia libertad. Hay muchas similitudes con las personas detenidas en el ejercicio cotidiano de esta búsqueda de identidad y la reflexión sobre lo que hacemos, sea por la elección de una carrera universitaria u otra cosa. Porque tal vez no todos quieran estudiar, pero es importante acercarse a lo que a uno lo hace feliz y le gusta hacer. Mejor todavía si es con otras personas. Y en estos contextos hay una dinámica muy atractiva para eso”.
“Crisis de crecimiento” fue un concepto que dos veces asomó en el diálogo y más entusiasmó a Pablo a referirse a los próximos desafíos del PEUCE: “Hay que consolidarlo institucionalmente como la modalidad específica que hoy somos, dentro del Penal y de la Universidad. De manera urgente la Secretaría de Extensión y la Secretaría Académica promueven un presupuesto propio, y mayor grado de visibilidad e institucionalización. Hay limitaciones lógicas en cuanto a infraestructura, pero también hay que fortalecer el equipo de trabajo, incorporar a estudiantes para que generen aportes y produzcan desde las cátedras, con una mirada de construcción social, no de zoológico. Hay que seguir desentrañando un camino lleno de prejuicios y trabajar por las carreras que están y las que no están”.
Gira mágica y real
Las jornadas de oferta universitaria en contextos de encierro se desplegaron entre el 5 y el 14 de agosto en todas las instituciones penales de Mendoza, con el fin de promover el acceso universitario previsto con los mismos derechos y condiciones que para las personas no privadas de la libertad. Las y los detenidos pueden inscribirse para ingresar en 2014 a alguna de las 13 carreras disponibles por el régimen común (nivel medio completo o en curso el último año), o por el régimen para mayores de 25 años que no exige escolaridad, pero sí, en el caso de Abogacía, la constatación de haber trabajado al menos dos años en dependencias del Poder Judicial, instancia que hace difícil el acceso a los interesados. Integraron la oferta: Abogacía; las licenciaturas en Ciencias Políticas, Sociología, Comunicación y Trabajo Social; y las licenciaturas y profesorados en Filosofía, Letras, Historia y Ciencias de la Educación.
El equipo de promotoras y promotores estudiantiles estuvo compuesto por Gabriela Hernández, María Ailín Alarcón, Melisa Grippi, Melisa Fresco, María José Carbajal, Gustavo Castro, Lucas Gallo, Laura Sajn, María Laura Giboin, Joche Vich, Octavio Stacchiola, Verónica Escobar, Martín Rodríguez Candiotti, Inés Romero, Amanda Gómez y Carolina Riquelme. Los grupos se presentaron siempre con más de seis participantes y coordinadores, atendieron las consultas de 300 personas privadas de la libertad (el 10 por ciento de la población total de Mendoza), aprendieron, guiaron y experimentaron vivencias que también regeneran sus respectivas trayectorias educativas. El itinerario abarcó el Régimen Abierto de Mujeres, Alcaidía II y Unidad Penal 3 "El Borbollón"; Unidad 4, Colonia y Granja Penal “Gustavo André”; Unidad V, Colonia y Granja Penal de San Rafael, y los Complejos Penitenciarios de Boulogne Sur Mer, San Felipe y Almafuerte.
En general, promotores y promotoras coincidieron en la preocupación por el poco grado de alfabetización de los internos más jóvenes, aunque con un interés acentuado, salvo en la Alcaidía II y en San Rafael, única cárcel donde sintieron la poca voluntad del Servicio Penitenciario “cuando está en uno de esos días”. Como siempre las consultas fueron fuertes sobre Trabajo Social y Abogacía, aunque con un reclamo hacia otras carreras no ofertadas, fundamentalmente “cortas y de rápida salida laboral”, y técnicas. Esto último denota las especifidades de la población alojada en los distintos establecimientos. Así, en Lavalle y en el sur provincial, los internos requieren facultades ligadas a la actividad agropecuaria que desarrollan en contexto, con cursos sobre tratamiento del agua que, por ejemplo, implementa el Gobierno de Mendoza. Medicina e Ingeniería fueron requeridas en San Felipe, en tanto Informática y Artes son un reclamo generalizado, dada la importante actividad de expresión cultural que se despliega en las cárceles. A la par de docentes y tutores, las y los estudiantes recomendaron a las personas interesadas en empezar cualquier facultad que terminen el ciclo medio.
Sin diferencias
Leandro Ortega, coordinador, puntualizó el objetivo del Programa: “Garantizar la educación pública y gratuita. Quienes están en contextos de encierro solo tienen prohibida la libertad de circulación; el restos de sus derechos, como acceder a la universidad, debe estar garantizado”. En ese afán destacó el desempeño de promotoras y promotores. Al igual que la expo en sede, también se prioriza la salida laboral en un inicio, aunque surge mayor demanda por otras carreras, e inquietudes que se vuelcan en registros de la situación académica de los internos. El coordinador insistió en una idea matriz de todo el proceso educativo de inclusión y de todas las personas consultadas durante la expo: “No vemos la diferencia entre el adentro y el afuera de la cárcel. Hay chicos a los que les interesa estudiar y a otros no. Sin embargo, la explosión de la demanda la construyen ellos, está motorizada por los compañeros de celda. Los estudiantes avanzados incentivan a elegir por fuera del título o la posibilidad de trabajo, para conocer y tener herramientas”.
Con respecto a cómo explican desde el PEUCE el crecimiento cualitativo y cuantitativo de la experiencia, teniendo en cuenta las limitaciones de las cárceles, Ortega apreció: “Porque no lo consideramos un trabajo. Pertenecemos al Estado y eso nos compromete en la tarea. Además sentimos profundo hacer por quienes no tuvieron la posibilidad de estudiar afuera. Es amor propio, el empuje de muchos estudiantes y el esfuerzo que se hace en conjunto para que esto avance. Con instituciones sumamente burocráticas como la Dirección General de Escuelas, UNCuyo y Servicio Penitenciario, se hace un esfuerzo enorme conjugar para que esto crezca, se profundice el rol de la universidad fuera de la élite y se incorporen los sectores populares marginados de la práctica social, educativa y comunitaria”.
Los casos en ronda
Una común desconfianza efímera se presenta cada vez que un grupo de hombres es trasladado desde los pabellones a las áreas educativas de los penales. De pie, frente al coordinador que les da la bienvenida y les presenta a las chicas y chicos que los orientarán, conversan despacio entre ellos hasta que alguno de los más interesados o locuaces se acerca a los escritorios con la oferta desplegada. El interés genuino por estudiar los aproxima respetuosos y sueltan sus inquietudes: documentación, beneficios, contenidos, tiempos. Alguno se quedan atrás, como desinteresados, pero en realidad esperan lo recabado por sus compañeros. En grupitos de tres, de cinco internos, todo se interconsultan. Luego cada uno desenreda sus dudas más urgentes, vuelve a consultar y espera a sus compañeros. En suma, media hora de reflexión interior y exterior, que servirá al interesado como elemento casi único para resolver su futuro, universitario o no, durante las horas de encierro.
En Almafuerte, último punto de aproximación de la oferta educativa, Sergio, Daniel y Alejandro, los tres de entre 35 y 40 años, los tres decididos a estudiar abogacía, abrieron el círculo al diálogo. Sergio, profesor de tenis, rindió el año pasado y aprobó Historia con 8.75, pero se quedó en Introducción al Derecho: “Rendí en la biblioteca. El examen de tres horas duró una, tuve que desarrollar un caso en 18 páginas. Era bastante complicado, un caso de ablación y donación de órganos, una chica de 17 años, donante de su hermano. Se tienen que dar un montón de cosas, los padres tenían que decidir con el juez qué hacían porque ella es autista, todo un tema, para sentarse y pensar. No me importa, voy de nuevo con toda la intención de rendir bien, espero que me den las tres horas”, dijo a carcajadas.
Para Alejandro, que siempre jugó a la pelota, “el hecho de estudiar es buenísimo. Lo estaba haciendo afuera, no pude seguir y ahora esta oportunidad. Sergio me incitó para este lado, Derecho, me guía para resurgir. Para demostrarnos que podemos hacer un montón de cosas, para nosotros y nuestros hijos”.
A Daniel, que tiene que completar el secundario en el sistema penitenciario como hicieron sus compañeros, siempre le apasionó el Derecho: “Ahora más por estar acá y pasar por un montón de situaciones que desconocía. Yo era comerciante. Son sueños frustrados que hemos tenido cuando estábamos en libertad. Los tres estamos procesados, podemos irnos muy pronto o no, depende de la justicia, entonces no pasa por una cuestión de tiempo lo que nos motiva. Pasa porque la vida nos ha llevado siempre por caminos distintos de los que queremos, vemos esta oportunidad y no queremos desaprovecharla”.
Seguir el mensaje
Carolina Prosen es la jefa de la división educativa de Almafuerte, un equipo docente y profesional que lleva una gran tarea en los tres niveles educativos del Penal. También incluye talleres artísticos, emisora de radio, práctica físicas, y hasta un grupo musical, “porque está lleno de talentos acá”. Es sensación el taller de tejido que propuso Violeta Segal, la bibliotecaria, a tal punto que los convenció a aprender crochet, con productos que son donados al Hospital Notti. “Es muy gracioso verlos, hombres grandes ya, con tatuajes por todos lados, a veces vienen de jugar a la pelota, transpirados, tejiendo con las agujas largas”, dijo la bibliotecaria.
“Ellos ven que vienen personas de afuera y lo atesoran muchísimo, sienten que son importantes para alguien”, contó Prosen y dio “un caso” que revela su vocación: “Hay un condenado por 29 años, por reincidencia, le falta muchísimo. Me dijo: ´Quiero estudiar´. En esas condiciones iba a ser un eterno estudiante, se lo avisé. En tres años terminó el segundo y el tercer ciclo. Le quedan dos materias, recién pasó por acá, quiere seguir. Dejó la búsqueda del beneficio para enriquecerse personalmente”.
De la misma manera, cabalmente, lo asume Sergio, en los hilos finales de la conversación, ante la inminente vuelta al pabellón y el paso de otro grupo de internos a la oferta educativa: “Es falso lo de una contrariedad entre carreras fáciles o elegir lo que te gusta. Por ahí, si estudiás lo que te gusta, es al revés, se te hace más fácil. Estás interesado, y acá tenemos todo el tiempo del mundo para estudiar”.
En tanto, para Daniel es claro que “otra hubiese sido la historia de haber tenido la posibilidad de estudiar en tiempo y forma, en la juventud. Somos hombres grandes ya, pero las ganas de estudiar nunca se nos fueron”. De paso, pidió, “por favor, mi mensaje a la sociedad”: “A los pibes les falta mucha contención de parte de quienes están ocupados de protegerlos y cuidarlos. No hay contención psicológica ni social de nadie. Están muchas horas encerrados, tienen muy poca actividad y eso los lleva a un estado psicológico deplorable. Esto es un gran foco infeccioso para la sociedad. Que se ocupen, porque darle 20 o 30 años a un pibito y ni contenerlo… nunca va a mejorar. Ese es el porqué de que exista tanta delincuencia”.
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