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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
El autor es presidente de la Unión Comercial e Industrial de Mendoza (UCIM).
Foto ilustrativa tomada de vinos.grandcru.com.ar
Las últimas ponderaciones que anuncia el Gobierno Nacional sobre "el desarrollo del campo", sus bondades y evolución, más la afirmación de que es "el motor del país" y otros muchos conceptos que escuchamos en las últimas horas, nos llevan a pensar: ¿de qué campo estamos hablando?
Es obvio que lo citado habla de lo que sucede en la Pampa Húmeda, que no coincide con lo que ocurre con el resto del país, donde las economías regionales buscan soluciones que destraben la dramática situación en la que se encuentran. Basta mirar la muy difícil condición que, en el caso de nuestra provincia, atraviesa la vitivinicultura, que algunos califican como la más dura y crítica de las últimas décadas.
Una mirada sobre las tan mencionadas economías regionales nos lleva a ver la incertidumbre que atraviesan los productores de limones en Tucumán, quienes gracias a su esfuerzo han obtenido un producto de gran calidad y con reconocimiento internacional, pero necesitan de protección, dado que los limones tucumanos han perdido competitividad en los mercados externos. Por otro lado, los yerbateros, luego de perder muchas de sus producciones, consiguieron un acuerdo marco para tener precios mínimos para sus productos, mientras también lograron impulsar la aprobación de la ley de envasado en origen.
En el Alto Valle del Río Negro y Neuquén y en nuestro Valle de Uco, en tanto, los productores dejan abandonada la producción en las plantas de sus quintas. Peras y manzanas terminan secándose en la planta, dado que no vale el esfuerzo de cosechar. Centenares de miles de kilos de frutas se han perdido.
Esta coyuntura encuentra a los productores ante la tremenda incógnita sobre cuál será su futuro y el de muchas familias que serán expulsadas por el cierre obligado de fincas, quintas y fábricas.
Es que los costos de producción superan ampliamente los precios de venta. Se dice que cada hora, cada día que pasa, hay un productor menos. Se malvenden las tierras con destino al petróleo, con fines inmobiliarios u otra actividad totalmente distinta y es así como desaparecen los montes de frutales.
Lo real y concreto es que los productos argentinos –sean peras, manzanas, vinos, limones o ajos– pierden competitividad como consecuencia de políticas erróneas implementadas por la anterior administración nacional, que destruyó todo el tejido productivo de las pymes y las dejó en estado terminal o en quiebra. Pero tampoco estamos observando en la gestión actual, que lleva siete meses, la necesaria rapidez para actuar en un plan de salvataje que busque las soluciones que descompriman y eviten a los empresarios el caer en la pérdida de su empresa.
Esto conlleva la pérdida de empleo para muchas familias que viven de "nuestro campo", motivada por los altos costos de producción, la presión impositiva nacional, que se cruza con la provincial y municipal, y la ausencia de un sistema financiero con créditos accesibles que ayuden a sobrellevar las obligaciones.
Todos estos y otros fenómenos van formando un "cóctel explosivo" en el cual se cuenta con un socio que se lleva, en muchos casos, el 50 % de los ingresos; con el resto, el productor debe pagar sueldos, servicios y tarifas en alza y sobrevivir como mejor pueda, si es que puede. A ello debe agregarse que hay costos de producción, como el de los salarios, que tienen un peso fundamental en cada una de las actividades.
Tanto en la vitivinicultura como en la fruticultura, se estima que los salarios significan aproximadamente el 60 % del costo final del producto y son actualizados anualmente, situación que no se ve reflejada en lo que se recibe por las exportaciones. No sucede lo mismo con los productos de la Pampa Húmeda, donde el costo de mano de obra no tiene prácticamente influencia en el valor final de la soja, el maíz o el trigo.
Una sincera mirada al campo en su totalidad dará como resultado no sólo un diagnóstico sesgado sobre lo que sucede en la Pampa Húmeda sino de la difícil realidad que atraviesa todo el país.
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