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19 DE DICIEMBRE DE 2024
El autor propone brindar un panorama global y, en especial, proporcionar ciertos datos y análisis en relación al nuevo escenario mundial tras la elección de Joe Biden como nuevo presidente de los Estados Unidos.
Foto ilustrativa publicada en tampabay.com
Por Fernando Ruiz - Investigador del Centro de Estudios Prospectivos - UNCUYO.
Publicado el 09 DE DICIEMBRE DE 2020
Con la elección de Joe Biden como nuevo presidente de los Estados Unidos, se abren múltiples interrogantes respecto al posicionamiento de la nueva administración en los asuntos globales. La guerra comercial desatada entre los Estados Unidos y China en estos últimos años, revela cuestiones más profundas y cambios fundamentales que se están desarrollando a escala mundial en estas primeras décadas del siglo XXI. Lo que empezó como una escalada de aranceles durante la administración Trump, derivó en un conflicto mucho más profundo que tiene que ver con cuestiones estructurales y desplazamientos de poder en el sistema mundial. Este artículo se propone brindar un panorama global y, en especial, proporcionar ciertos datos y análisis en relación al nuevo escenario mundial.
En primer lugar, cabe mencionar que estamos presenciando un cambio estructural en la economía mundial. Se trata del desplazamiento de poder de Occidente a Oriente. El centro de la economía mundial cada vez está más localizado en la zona del Asia-Pacífico. China es el actor central en este proceso. En consecuencia, aspira a proyectarse como potencia política, militar y económica global de primer orden, desplegando una diplomacia cada vez más activa en todos los rincones del planeta desde América Latina hasta África. El plan de la nueva Ruta de la Seda, un ambicioso proyecto para desarrollar infraestructuras que unan el Lejano Oriente con Occidente, es un claro ejemplo de esta proyección de poder global. Sumado a lo anterior, líderes de Asia firmaron en Hanoi el pasado 15 de noviembre de 2020, el megatratado de libre comercio denominado RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership). Este tratado liderado por China, está además conformado por 10 miembros de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) además de Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda. Entre todos los miembros suman casi un tercio de la población mundial y el 29 % del PBI mundial. El RCEP eliminará aranceles a las importaciones por los próximos 20 años e incluye provisiones respecto a propiedad intelectual, servicios financieros, comercio electrónico y servicios profesionales. La idea del RCEP nace en 2012 y es una forma para China de crear un espacio económico bajo su esfera de influencia en el núcleo de la nueva economía mundial localizada en el Asia-Pacífico. El interés en el RCEP creció en el momento en que Trump retiró a su país del TPP (Acuerdo Trans Pacífico) que había sido impulsado durante la administración Obama. Con el RCEP China busca ocupar ese vacío dejado por Estados Unidos y, en consecuencia, esto le permitirá estar en mejores condiciones para expandir su influencia en el Asia-Pacífico y moldear las normas e instituciones comerciales según sus intereses estratégicos.
En segundo lugar en clave histórica, así como Gran Bretaña lideró la primera Revolución Industrial a fines del siglo XVIII y durante casi todo el siglo XIX fue el actor central en este proceso. De la misma manera, en los tiempos actuales China busca posicionarse como el país líder en la cuarta etapa de la Revolución Industrial que estamos transitando, proceso acelerado por la COVID-19, sobre todo en lo que tiene que ver con la inteligencia artificial, el big data y otras innovaciones tecnológicas. Con el plan "Made in China 2025", esta potencia busca desarrollar ciertos sectores estratégicos de su economía en las áreas tecnológicas más dinámicas. Se trata de un plan dirigido desde el Estado para proyectar a China como potencia industrial y tecnológica de primer orden. De hecho, un resultado visible es que en 2019 China ya se ha convertido en el principal solicitante de pedidos internacionales de patentes según datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), desplazando por primera vez a Estados Unidos. El plan “Made in China 2025” es una iniciativa que plantea la compra de empresas occidentales para apropiarse de su tecnología, así como otorgar subsidios y otras facilidades para el desarrollo de industrias estratégicas. Entre otros sectores, cabe mencionar la industria aeronáutica, la robótica, la ferroviaria, los astilleros navales y la maquinaria agrícola. Por último, incluye el desarrollo de nuevos materiales, inteligencia artificial y comunicaciones móviles 5G. En particular esta nueva tecnología 5G ha provocado conflictos entre Estados Unidos y China en vistas a la nueva economía digital y la conectividad necesaria para su funcionamiento, convirtiéndose en un asunto de seguridad nacional para los Estados.
En tercer lugar, en contraste con la situación de China, se puede ver que el resto de Occidente, especialmente la Unión Europea y los Estados Unidos están en una situación de crisis agravada por la situación derivada de la pandemia. En la Unión Europea, el Brexit y el ascenso de los nacionalismos ha cuestionado profundamente la legitimidad y el futuro del proyecto comunitario europeo. Por otro lado, en los Estados Unidos la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca como presidente, marcó un cambio significativo en la política exterior de su país. Su política se ha basado cada vez más en el proteccionismo, el abandono de instituciones multilaterales y el desmantelamiento de acuerdos globales. Paradójicamente, en general, el resultado ha sido un cuestionamiento a la globalización que esos mismos países impulsaron y que provocó tanto descontento en ciertos sectores de la población agravando problemas y divisiones internas.
En conclusión, para entender el contexto global actual hay que analizar elementos más profundos. Hay una crisis en el modelo de globalización propuesto por los países occidentales y las instituciones internacionales, como el FMI, la OMC, el Banco Mundial y la Unión Europea. De todas maneras, China ha podido aprovechar este sistema de reglas e instituciones multilaterales para proyectar aún más su poder e influencia a nivel global. Por ese mismo motivo, la administración de Donald Trump replanteó su estrategia a nivel global, volviendo al proteccionismo y a los acuerdos bilaterales. Resta observar la política exterior que desplegará la nueva administración Biden en la Casa Blanca. Si bien todo apunta a que habrá un regreso al multilateralismo y a una presencia más activa de EEUU en los asuntos globales con matices distintos, también es cierto que habrá temas en la agenda con China que permanecerán en disputa como lo son el comercio, las inversiones, la propiedad intelectual y las disputas tecnológicas. En consecuencia, en la agenda bilateral estarán presentes asuntos de cooperación y conflicto. En pocas palabras, vamos a presenciar desplazamientos y difusión de poder a nivel global de un mundo unipolar a otro bipolar, disputas en torno al liderazgo tecnológico y conflictos geopolíticos a futuro. Por último, cabe agregar además el desafío de reestructurar o reformar el capitalismo global de cara a los desafíos ambientales, sociales y políticos que se avecinan.
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