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07 DE NOVIEMBRE DE 2024
Un investigador del Conicet analizó cómo la creciente conectividad entre diversas regiones mediante redes de transporte global incrementaría las posibilidades de dispersión de enfermedades infecciosas a nivel mundial.
Un estudio del Conicet analizó el avance del coronavirus y sus posibles consecuencias de cara al futuro. Foto: Twitter
El investigador del Conicet Martín Núñez fue el ideólogo de un trabajo científico, publicado en la revista Trends in Ecology and Evolution, que señala los aspectos comunes entre la biología del último coronavirus –llamado SARS-CoV-2– y la dispersión de especies exóticas invasoras. En ese sentido, el investigador del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente resaltó el peso que las intervenciones humanas sobre la naturaleza y la creciente conectividad global tienen en ambos procesos.
El artículo, del que también participan científicos de Chile y Canadá, es además un llamado al trabajo conjunto entre especialistas en ecología, investigadores biomédicos, epidemiólogos y sociólogos, con el objetivo de limitar futuros brotes pandémicos, e indica que optimizar el marco interdisciplinario de trabajo que ofrece la ciencia de invasiones podría ayudar a lograrlo.
Las especies invasoras son aquellas que, al ser transportadas (de manera voluntaria o involuntaria) por los seres humanos a áreas o regiones distintas a su hábitat natural –frecuentemente, incluso, muy alejadas de este–, generan desequilibrios ecosistémicos porque avanzan de manera vertiginosa y dañina sobre las especies nativas, lo que afecta gravemente la biodiversidad.
No toda especie exótica –es decir, ajena a un determinado ambiente en el que se desarrolla– es necesariamente invasiva, pero toda especie invasora es exótica. Que se convierta en invasora depende de características propias, pero, sobre todo, de su interacción con el nuevo ambiente. Algunas especies con fuertes rasgos invasivos son propagadas a diversas regiones del mundo. Estos procesos no solo implican pérdidas a nivel de la biodiversidad, sino que también tienen impactos sociales y económicos negativos al afectar los servicios que los ecosistemas brindan a la humanidad.
Los anticuerpos de las llamas podrían servir contra el COVID-19
El sistema inmunológico de las llamas podría servir contra el virus SARS-CoV2, causante de la COVID-19. Esa es la premisa con la que trabaja un grupo de investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), en colaboración con científicos del Instituto César Milstein y de un organismo de Estados Unidos.
El SARS-CoV-2, una especie invasora muy peligrosa
“Aunque resulte infrecuente abordar la dispersión de virus que infectan a los seres humanos como si se tratara de invasiones biológicas, nosotros creemos que el caso de la pandemia actual de COVID-19 –al igual que en el de otras enfermedades infecciosas epidémicas– hay razones para hacerlo. Se trata de un nuevo organismo que emerge de forma repentina –seguramente como consecuencia de la interacción del ser humano con la naturaleza y, en apariencia, en un entorno (huésped) distinto al de su origen–, prolifera a gran velocidad gracias a su capacidad de adaptación, se distribuye globalmente de forma veloz a través de las redes de transporte que conectan el mundo y tiene un impacto fuertemente negativo sobre el bienestar y la salud humanas”, señaló Núñez.
Estas similitudes llevan a los autores del artículo a sostener que la ciencia de invasiones puede realizar importantes contribuciones para comprender mejor los mecanismos de propagación de nuevos patógenos infecciosos y de los factores lo facilitan. El propósito de este aporte sería evitar que se produzcan nuevos brotes infecciosos.
“Creemos que el actual aumento de la conectividad global –exhibido en el crecimiento anual de vuelos y de barcos que transportan carga entre puertos–, en combinación con la continua alteración de los ecosistemas y la explotación de la vida silvestre, incrementa las posibilidades de que emerjan nuevas enfermedades infecciosas que se dispersen rápidamente a nivel mundial. En este contexto, es importante que los especialistas en distintas disciplinas crucemos nuestros conocimientos para tratar de que esto no ocurra”, aseguró el investigador.
Aunque tradicionalmente la ecología de invasiones no se ocupaba del estudio de organismos que afectan la salud humana, eso se modificó en los últimos años a partir de la idea de que se trata de formas de vida que están sujetas a constricciones biológicas (esto es, límites a la actuación de la selección natural), cambios evolutivos y traslados a través redes de transporte global. Es decir, reúnen las mismas características que las especies que la ciencia de invasiones siempre investigó.
“La hipótesis de que SARS-CoV-2 apareció y evolucionó en especies silvestres (como los murciélagos) y llegó a los seres humanos como consecuencia de la caza y la venta ilegal, o de otras intervenciones humanas sobre la naturaleza, refuerza la analogía. Así como los pinos no resultan dañinos donde son nativos y frecuentemente se transforman en invasores al ser plantados fuera de su hábitat con impacto negativo para la biodiversidad, es posible que en sus hospedantes naturales el virus no hiciera daño, o que llo hiciera sin romper un equilibrio ecosistémico”, indica Núñez.
El problema es que, una vez que infectó a seres humanos, no solo comenzó a enfermarlos, sino también a dispersarse rápidamente, con el agravante de que la inédita conectividad global actual hizo que en muy poco tiempo llegara a casi todos los rincones del mundo.
Finalmente, cuando un organismo patógeno respiratorio que afecta a los seres humanos o una especie invasora se extienden a escala mundial, el modo de manejarlo al que se apunta también es similar: tratar de limitar su expansión.
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