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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Así lo aseguró la periodista mexicana radicada en Argentina Cecilia González. Dijo que las víctimas son invisibilizadas porque no tienen glamour. Presentará en Mendoza sus libros "Narcosur" y "Narcofugas".
La periodista mexicana radicada en Argentina, Cecilia González.
El narcotráfico genera una fortuna de 350 mil millones de dólares al año, una fortuna que nace de forma ilegal, pero que después se blanquea financiando guerras, bancos y campañas políticas. Cecilia González, periodista mexicana radicada en Argentina, está convencida que el narcotráfico le es funcional al sistema capitalista, y que justamente por eso, los Estados de todo el mundo apuestan a las mismas fórmulas para enfrentar este fenómeno complejo, fórmulas que nunca funcionaron, que dejaron y dejan millones de víctimas inocentes y que tratan a los adictos como delincuentes y no como enfermos.
La periodista cuenta que se resistió a escribir sobre narcotráfico, pero que la historia la buscó a ella. La decisión final la tomó por vergüenza, porque no podía permitirse tener miedo de cubrir el tema, cuando sus colegas mexicanos lo hacían a riesgo de su vida. El resultado de su investigación está plasmado en los libros Narcosur. La sombra del narcotráfico mexicano en la Argentina y Narcofugas, que presentará esta tarde (21 de abril) a las 18.30 en el Auditorio Adolfo Calle.
Antes de dar una charla para estudiantes y periodistas de los medios de la UNCUYO, González repite que su máximo interés al escribir sobre narcotráfico es mostrar a las víctimas, esas víctimas que son invisibilizadas porque no tienen glamour.
Una historia de realismo mágico
Hace quince años, González vino a la Argentina de vacaciones y se quedó. Es corresponsal de la agencia mexicana Notimex, y fue la cobertura de una nota diaria sobre el allanamiento de un laboratorio ilegal de metanfetaminas el punto inicial de su investigación. Eso le abrió la puerta para contar la historia de la penetración de los narcos mexicanos en la Argentina y de sus cómplices locales, lo que se conoció como la ruta de la efedrina, una historia que ella califica como realismo mágico.
La periodista cuenta que lo primero que hizo fue entrevistar a una persona que le explicó cómo funciona el negocio a nivel internacional, y que fue quien le dijo que averiguara lo que pasó con el chino. Entendió que ahí empezó todo, con la historia casi bizarra de un operativo que se realizó en México en 2006, en el que descubrieron 206 millones de dólares en efectivo en la casa de un chino nacionalizado mexicano, que resultó ser el acusado principal de la venta de efedrina a los carteles. A raíz de este operativo, el gobierno de ese país cerró la importación de efedrina, lo que provocó que los narcos buscaran otra alternativa. Fue así como llegaron a la Argentina.
En sus textos, González detalla –con números oficiales– el crecimiento exponencial de la importación de efedrina en Argentina a partir de 2008, algo de lo que nadie pareció darse cuenta. “En el mejor de los casos, esto es desidia o ignorancia; en el peor, es complicidad del Estado, desde la Aduana, funcionarios de todo tipo, las fuerzas de seguridad, porque que nadie se diera cuenta, que nadie dijera: '¿Qué pasó acá?', es por lo menos sospechoso”, fueron las palabras de la autora.
En su primer libro, González desanda la ruta de la efedrina, que incluyó la ejecución de tres empresarios implicados en el negocio, y tres juicios en los que fueron condenadas 30 personas, tanto mexicanas como argentinas. El segundo libro parte de las fugas, casi simultáneas, del narco mexicano Joaquín Guzmán Loera (el Chapo) y la de los hermanos Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci del penal de General Alvear en la Argentina, condenados por el triple crimen de General Rodríguez. Sus capturas, también casi simultáneas, se transformaron en un verdadero show mediático.
¿Qué querías contar en tu libro?
Quería que se hablara de la guerra del narcotráfico en México, porque ha dejado cientos de miles de víctimas de las cuales nadie habla, nadie se preocupa, salvo en momentos ocasionales, como los desaparecidos de Ayotzinapa, que es como nuestro emblema de desaparecidos. Para mí, es la gran tragedia latinoamericana de este siglo, y no se está cubriendo en la región. Quería que mi libro fuera el pretexto para hablar en Argentina de este tema, que digan: "Esto está pasando en México, tiene repercusiones en todo el mundo" y además en Argentina la repercusión es que la efedrina y los narcos llegaron hasta acá, para ser cómplices de aspirantes a narco argentinos.
En las entrevistas siempre decís que acá hay aspirantes a narcos. ¿Por qué?
Acá no hay capos y no creo que los haya, porque el mercado ya cambió, no hay carteles, no hay líderes como el Chapo Guzmán o Pablo Escobar. Ahora las empresas multinacionales del crimen se globalizaron, son más horizontales, ya no son tan verticales, entonces podés agarrar al gerente de exportaciones, pero eso no detiene todo el trabajo; además, se van difuminando cada vez más las responsabilidades y los cargos. Les llamo aspirantes a narcos porque los agarraron a todos, faltan los estadios más altos, pero hubo juicios, condenas, y hay investigaciones que van a derivar en más juicios.
En el libro criticás la repetición en todo el mundo de las mismas políticas, que nunca lograron resultados. En esa misma línea, el presidente Macri prometió narcotráfico cero. ¿Cuál es tu opinión?
Prometer narcotráfico cero, en el mejor de los casos, es ingenuo; en el peor, es mentiroso, y en ambos casos es peligroso. Es, como dicen ustedes, un mensaje para la tribuna, porque hay un sector de la población que quiere represión y mano dura, y cree que hay que combatir el narcotráfico con fuerzas de seguridad. Es un modus operandi de los gobiernos, son décadas de que nos metieran ideas como ciudadanos de cómo debía ser la lucha contra el narcotráfico. Pero, al mismo tiempo, lo que nadie explica es que el narcotráfico se fortaleció, que el consumo creció, que la producción de drogas ilegales creció, que en vez de caer derrotado se siguió expandiendo. Si todo esto que se vino haciendo tuvo estos resultados, es evidente que hay que hacer otra cosa, y hay un sector intelectual y político que está pidiendo esto. Cuando descubres cómo se inició la guerra contra las drogas, te das cuenta de que "nos vieron la cara", descubres que es una cuestión racista y discriminadora, para llenar las cárceles de Estados Unidos de negros y latinos, sin asumir nunca la responsabilidad de que son el país que más consume drogas en el mundo. Ha sido intenso ir descubriendo todo esto, ya no en términos criminales, sino en términos sociales, económicos, políticos.
Macri prometió dar \batalla sin cuartel\ contra el narcotráfico
En Mar del Plata, el presidente acusó a la gestión de Cristina Fernandez de ser cómplices y anunció la incorporación de nuevos vuelos a la ciudad balnearea.
¿Cuál es la razón por la que Gobiernos de todo el mundo siguen apostando a las mismas políticas que no funcionan?
Creo que tiene que ver con una cuestión de opinión pública. Por ejemplo, Mujica (José, expresidente de Uruguay) fue inteligente: aun teniendo las encuestas en contra, dijo que si la mayoría de los uruguayos no querían, no legalizaría la marihuana, pero en dos años de campaña, de enviar el proyecto al Congreso, fue modificándose la percepción de la opinión pública. ¿Por qué? Por la información. Cuando te enteras de que nadie se murió nunca de una sobredosis de marihuana, dices: "Bueno...". Hay algo que no terminamos de ver con el narcotráfico, es un poder que no elegimos, es el poder económico. El narcotráfico le es funcional al sistema capitalista, porque es una fortuna equivalente a 350 mil millones de dólares al año que circula por el mundo, que se genera de manera ilegal, pero que después sirve para financiar guerras, como la de Afganistán; para financiar bancos, como en 2008 en Europa y Estados Unidos; para lavado de dinero. Entonces, creo que hay algo de tramposo al sostener y mantener este discurso.
En la entrevista que hiciste al Presidente para la agencia Notimex, le preguntaste por este tema...
Hay algo que es cierto: Macri no tiene cerrazón ideológica, es decir, "Creo en esto y muero en esto", es más de encuestas y "Vemos". Le pregunté si aceptaría abrir el debate sobre la legalización de la marihuana y me dijo que no estaba cerrado al tema, que quería ver qué pasaba en otros países con este tema, y me pareció bien. También le pregunté por qué prometió narcotráfico cero, si eso no va a ocurrir, y me respondió que sólo fue una aspiración. Lo que sí tiene este gobierno es un mensaje contradictorio en el exterior, se contradice con lo que pasa acá. La canciller Susana Marcorra dijo en una asamblea de Naciones Unidas que el país pondría en marcha una nueva política de drogas, con enfoque en los derechos humanos, con respeto a los usuarios, pero al mismo tiempo, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, anunció una política criminalizante, de meter a todos presos, de persecución policial. Lo que sí ocurrió en Argentina y pasó en otros países, y es muy interesante, es que las nuevas políticas de drogas están avanzando de abajo hacia arriba.
¿Por ejemplo?
Hace un año, a nadie le importaba el tema y las mamás canábicas se patearon el Congreso, lograron la discusión y la ley; otra vez, mujeres maravillosas y de Argentina. No es algo que el gobierno propuso, fue una lucha social. Es a eso a lo que hay que apostar.
¿La legalización, en este caso, es una posible solución?
Es obvio: le quitas el negocio a los narcos, porque la puedes producir en tu casa, no tienes que comprar a nadie, no vas a traficar semillas. Nadie defiende, por ejemplo, el consumo de cocaína o de drogas de diseño con tanto fervor. Es de lógica pura: cuando le quitas el negocio al narco, quitas la violencia, la disputa de territorio y, además, cuando como Estado entiendes que el consumidor problemático es un enfermo, porque el ocasional es un ser adulto que tiene derecho a elegir qué hacer con su cuerpo, pero el problemático es un adicto que hay que trata como enfermo y no como un delincuente, se abren otros caminos. Cuando eso ocurre, es decir, cuando se juntan legalización con ese enfoque de salud, se producen cambios drásticos. En Portugal, por ejemplo, el Estado les da a los adictos a la heroína sus dosis, y bajó el consumo. Todo tiene que ver con campañas de información, de prevención, porque cuando se mira a escala global –y en cada país– lo que se gasta en salud y lo que se gasta en estas guerras contra el narcotráfico, ahí está, porque, si en vez de comprar armamento, construyeran centros de salud en los barrios donde hay un problema de adicción, que es una situación grave, que hay que atender pero sin criminalizar, ahí la respuesta sería diferente.
Sin amarillismo
¿Cuál es la responsabilidad periodística, cómo contamos estas historias?
Es fundamental no pegarse al amarillismo. En un programa de televisión, me preguntaron cómo tratan los medios estos temas, y dije: "Con ignorancia, con morbo y con amarillismo, así tratamos los temas". Soy muy cuidadosa con eso, porque no se trata de minimizar el tema, es grave, no es hacer apología de las drogas ilegales. En muchos programas a los que voy, trato de atemperar, porque en realidad les encantaría que les dijera que Argentina está a la miseria, que los narcos quieren venir.
En los últimos años, el tema también se convirtió en espectáculo, a través de las novelas que recrean la vida de los grandes narcos. ¿Cuál es tu opinión?
La naturalización es peligrosa y triste. En cualquier tema hay que enfocarse en qué es lo importante: en el femicidio, en derechos humanos, en políticas sociales, y para mí, en el tema del narcotráfico, lo más importante son las víctimas, que suelen quedar invisibilizadas porque no tienen glamour. Las mulas que se meten en todos los orificios de su cuerpo dogas ilegales, los nenes que venden en los búnkeres de Rosario o de Santa Fe, los jóvenes detenidos por posesión mínima de drogas ilegales, los desaparecidos de México, los defensores de derechos humanos, los estudiantes de Ayotzinapa, las personas asesinadas y calificadas como narcotraficantes sin investigación, los extranjeros que son estigmatizados; esas son todas las víctimas invisibilizadas de las que tenemos que hablar. Y no aplaudir ni enamorarse de Pablo Escobar en la telenovela, porque, además, cuando ficcionalizas algo te alejas. Eso no es novela, no es el Padrino, que no existió. Acá hay historias tremendas que quedan desplazadas, porque tiene más fama y más protagonismo la telenovela narco que la mamá de seis hijos desaparecidos por narcotráfico.
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