Cuando se piensa en humor político en la Argentina, ineludiblemente se piensa en Tato Bores.  Sin embargo, el humor fue el resguardo que encontró Gustavo Berger para expresarse como un actor fuertemente histriónico.

El humor como herramienta para la militancia y la risa como camino al pensamiento crítico son las bases del nuevo espectáculo del comediante Gustavo Berger. Un rubio peronista  fue la obra que le llevó ocho meses poner sobre escenario y que ya presentada en Buenos Aires continúa con su gira por el interior del país.

El joven comediante busca analizar situaciones del peronismo desde una mirada nacional y popular según sus propias intenciones. Y para esto suscribe a lo que decía Arturo Jauretche cuando afirmaba que lo nacional y popular también es lo extranjero adaptado a nuestras costumbres. “Yo tomo al stand up como género para hablar, con nuestra idiosincrasia, de las cosas que nos pasan a los argentinos”, subraya Berger.

También  en su espectáculo recupera a Mordisquito, el mítico personaje de Enrique Santos Discépolo, cuyo texto original de los años 50 cuenta con una vigencia evidente. “Para mí es un enorme orgullo poder tomar la palabra de un artista de la dimensión de Discépolo”, dice cómplice el comediante.

La obra no escatima apostillas ácidas, observaciones agudas, tesis impiadosas sobre Mauricio Macri, Carlos Menem, Julio Cobos, Hugo Moyano, Elisa Carrió, Hugo Biolcati, el diputado Olmedo, Jorge Lanata, entre otras “víctimas”.

El humor como consecuencia del pensamiento

“Los peronistas siempre son negros, yo quería mostrar que un rubio que nació en Olivos también puede ser muy peronista”, cuenta risueño Berger. En el espectáculo, el comediante de casi renegada condición de rubio, contrapone a Perón con Jesús –“es imposible compararlos, Jesús no le dio ni aguinaldo ni vacaciones pagas a los obreros”–, a Macri con Dios –“el primer día, Mauricio creó la bicisenda, el segundo descansó, el tercero descansó, el cuarto…”–, entre otras semejanzas. Y las risas estallan. 

“¿Saben cómo le dicen a Menem? Hijo de puta…”  Y cuándo la gente espera el chiste les dice: “Hijo de puta. No hay remate”. Y las risas vuelven a estallar.

La columna vertebral de sus discursos es contar lo dificultoso que fue declararse peronista siendo rubio y de clase “media” con pretensiones de “alta”. Relata con naturalidad y en modo catártico (incluso bromea que es más barato que pagar un psicólogo) la peculiaridad de ser peronista en Olivos,  el padre “facho” y una madre lesbiana.

De humor ácido - con algunos apliques de humor negro - Berger logra mostrar un show efectivo. Roba carcajadas y distiende incluso las diferencias entre peronistas. Descubre con agilidad los lugares comunes de la construcción de campañas y discursos de nuestros políticos, y ridiculiza las contradicciones. Es un claro ejemplo que el humor y la militancia pueden ir de la mano.

Ficha

Gustavo Berger, tiene 30 años y hace más de 12 que se dedica profesionalmente a la Comedia. A lo largo de su carrera ha desarrollado un estilo muy particular desde sus comienzos en la escuela secundaria.  Es autor de tres unipersonales, Cuento con Humor (2002), Humor solo (2004) y Pido la palabra (2009) los cuales ha representado en los más diversos espacios a lo largo y ancho del país, con buenas críticas. Como si se tratase de un cronista,  Berger observa y cuenta lo que ve, reflejando a través de sus monólogos, las acciones cotidianas de las personas.

Este año el actor tiene en cartel Un rubio peronista que se presenta todos los sábados y domingos en la Manzana de las Luces, en Buenos Aires y que ocasionalmente lleva a las provincias de Argentina.