El glaciar Azufre, el calentamiento global y un viaje hacia un futuro incierto
Unidiversidad acompañó a un equipo del Ianigla-Conicet a monitorear uno de los 16 mil glaciares que hay en la cordillera de los Andes. En la montaña malargüina, cerca del cruce a Chile y del volcán Peteroa, vivimos cómo es el trabajo para monitorear las gigantescas masas de hielo, que año a año pierden superficie.
Integrantes del Ianigla empiezan a cavar una calicata para verificar cuánta nieve hay arriba del glaciar Azufre. Foto: Ezequiel Derhun
La ruta provincial 226 inicia al cruzar un puente cuya base es de vigorosos listones de madera. El crujir de esos tablones indica que, al atravesarlos, se espera rusticidad en el camino que lleva al límite con Chile. Esta vía de tierra y piedras, que parte desde la sureña y aislada localidad malargüina de Las Loicas, nos lleva después de poco más de 90 kilómetros a presenciar desde la huella que surcan vehículos y animales, en plena veranada, un espectáculo natural inigualable: a simple vista, se puede observar el glaciar Azufre. A simple vista, su presencia impacta. A simple vista, es difícil de digerir que haya perdido el 50% de su superficie en dos décadas.
El cambio climático, la crisis ambiental y el calentamiento global son tópicos que, por su uso periódico, no siempre nos interpelan, pero pocas veces son tan palpables si observamos la postal de la montaña, majestuosa con el alivio que genera el fin de la primavera, y nos muestra que ahí hay una masa de hielo ausente. Y hay algo peor, ya que esa ausencia es permanente.
Unidiversidad tuvo la oportunidad de acompañar a un quipo del Ianigla, el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales que depende de Conicet-UNCUYO-Gobierno de Mendoza, a realizar el monitoreo del glaciar Azufre.
La Ley Nacional de Glaciares (26.639) determinó que sea el Ianigla el encargado de realizar el Inventario Nacional de Glaciares (ING), una tarea titánica que llevó al equipo científico a monitorear la cordillera de los Andes y determinar, en 2018, que en el territorio nacional hay más de 16 mil glaciares (16.078 glaciares en la Cordillera de los Andes y 890 en las Islas del Atlántico Sur). El Azufre es uno de ellos y es uno de los 4 que se monitorean presencialmente, junto al glaciar Agua Negra (San Juan), glaciar Alerce (Río Negro) y glaciar de los Tres (Santa Cruz).
“El inventario tiene diferentes niveles. Uno es el mapa de glaciares que se hace con imágenes satelitales, eso se hace en la oficina del Ianigla (en el CCT de Mendoza). Después, hay una parte del monitoreo, donde se hace balance de masa glaciológico, donde se va dos veces al año a medir, al final del invierno para ver cuánto acumuló y al final del verano, para ver cuánto perdió. No solo si perdió esa nieve acumulada, sino si perdió masa, parte del hielo. De esa cuenta, entre lo que ganó y lo que perdió, se hace el balance de masa. Eso nos da cuál es el estado de salud del glaciar”, contó Laura Zalazar, geógrafa y actual coordinadora del ING.
Zalazar ha podido observar con un ojo entrenado para “leer” imágenes satelitales cada metro de la cordillera para alcanzar los objetivos del inventario. Esta experimentada geógrafa es concluyente sobre el “estado de salud” de estas gigantescas masas de hielo: “Desde que estamos trabajando, siempre ha sido a pérdida”.
Tiempos que se aceleran peligrosamente
El Azufre nace alrededor de los 3.700 metros sobre el nivel del mar (msnm), está muy cerca de la cumbre del volcán Peteroa (4.113 msnm). Su acceso, relativamente simple, aunque necesariamente con ayuda técnica, permite el trabajo de campo cuando el ímpetu del invierno va desapareciendo y da lugar a “caminar” la montaña.
Pierre Pitte es investigador del Conicet y uno de los encargados de “meter mano” (literalmente) para medir los glaciares la Argentina. Este científico es uno de los que encabeza la campaña para monitorear el Azufre y nos brindó un panorama sobre cómo el tiempo es una variable que alarma, al detectar el retroceso de nuestras mayores reservas naturales de agua dulce.
(Foto: Pierre Pitte, investigador de Conicet, sacando una muestra de nieve para monitorear la densidad. Fuente: Ezequiel Derhun)
“En general, los glaciares de todas las cordilleras del mundo tienen balances negativos. En los últimos 100 años, hay una tendencia a la reducción de las masas de hielo en todas las cordilleras y, obviamente, los Andes no es una excepción. En el caso de Argentina, lo que vemos es que, de nuevo, los glaciares están retrocediendo en toda la cordillera, pero las tasas no son iguales. Por ejemplo, para los últimos 20 años, las pérdidas más fuertes se ven en Patagonia, donde tenemos el mayor volumen de hielo. En el caso de los Andes Centrales (San Juan y Mendoza), las tasas son bastante menores que las que vemos para Patagonia. O sea, la situación no es tan desfavorable. Y en los Andes desérticos, para la parte norte del país (de San Juan hacia el norte), las tasas son aún menores, entonces los Andes centrales están en una situación intermedia. De todas maneras, la situación es desalentadora”, comentó Pitte.
Ante este escenario, Pitte, a quien podemos englobar como glaciólogo, considera clave recordar que el país tiene más de 5.000 kilómetros cuadrados de hielo repartidos a lo largo de la cordillera. Esta “caja de ahorro” plantea un desafío hacia el futuro, aunque se conjuga en un peligroso presente.
En particular sobre esta campaña en el Azufre, en un primer balance, el científico detalló: “Ha sido un año con más nieve de lo que vemos que en otras partes de la provincia, pero a pesar de eso, el glaciar viene retrocediendo muy fuertemente, casi 100 metros al año desde que empezamos a medir a finales del 2016. De esta manera, sigue con un balance muy negativo. Este año de nevadas un poco mayores de lo que se venía viendo no logra compensar el fuerte aumento de temperaturas y la tendencia negativa de la precipitación de largo plazo”.
Entonces, qué hacer
Consultamos a Laura Zalazar sobre cuáles son las expectativas a futuro para el equipo que sostiene el inventario de glaciares y nos afirmó que el camino es “seguir actualizando, seguir monitoreando”. Es que el número de 16 mil es dinámico, nunca es una cifra cerrada.
De cara a lo que viene, la geógrafa comentó que el sendero para crean más conocimiento es “avanzar hacia una visión más integral de los glaciares”.
“Hay que investigar cómo los glaciares influyen en los cambios sobre los usos del suelo o cómo influyen sobre las personas, las sociedades. Plantear cómo va a impactar el retroceso de los glaciares sobre las comunidades, cómo va a impactar sobre otros aspectos de los ambientes de montaña. Esto es algo en lo que hay que ir avanzando”, resumió Zalazar.
En tanto, a Pierre Pitte le pedimos una visión como integrante de la comunidad científica sobre el escenario de crisis climática en la que vivimos. “Como científico, como académico, incluso como ciudadano, es un poco desalentador”, soltó Pitte y remarcó cómo la evidencia se torna temible.
“Los indicadores de cambio climático nos están dando señales de alerta a nivel global, ya sea que pensemos las temperaturas, que digamos es una variable muy crítica que ha aumentado prácticamente un grado en los últimos 100 años, pero un montón de otras variables ambientales que la acompañan, como, por ejemplo, tendencias en la precipitación, aumento del nivel del mar, acidificación de los océanos, reducción de la duración de la temporada y cantidad de acumulación de nieve, otros parámetros asociados como aumento de intensidad y frecuencia en incendios forestales, aumentos de intensidad y frecuencia, por ejemplo de tormentas, de tormentas de granizo, de tormentas tropicales. Todos estos indicadores, desde hace varias décadas nos vienen mostrando que el sistema climático, en general el sistema natural, pero el sistema climático en particular está siendo muy fuertemente impactado por las actividades humanas y las sociedades", describió con sinceridad Pitte para graficar lo indiscutible, ya que es la actividad humana la que está provocando esta crisis climática.
(Foto: las imágenes no dan margen a dudar sobre el retroceso del glaciar Azufre. Fuente: Ianigla-Conicet)
Para el investigador, esto es algo que la comunidad científica ya sabe "hace por lo menos 40 o 50 años", pero gran parte de la comunidad de tomadores de decisiones también, aunque queda claro que todavía "no han logrado tomar un conjunto de medidas suficientemente fuertes para empezar a frenar este cambio tan fuerte”. Incluso, el científico se anima a relativizar que la reducción de los glaciares no es lo más grave que estamos viviendo, sino que "la reducción dramática de la biodiversidad y la pérdida de ecosistemas es, a escala humana, probablemente el problema más serio que tenemos".
Oferta y demanda
Hoy, para las personas que habitamos Mendoza, escuchar hablar de crisis hídrica no es nada extraño, ahora se ha sumado “nueva normalidad”, para referirse al faltante del líquido vital del que venimos hablando. En este marco, de discusiones necesarias y decisiones que parecen no llegar, Pitte esboza una suerte de tablero sobre el cual hay que hacerse preguntas que requieren respuesta inmediata, “para ayer”.
“Desde punto de vista de la oferta, lo que nosotros vemos, es una tendencia declinante, tenemos menos cantidad de nieve, la temporada con nieve es más corta y el volumen total de nieve que tenemos para derretir y que va a escurrir por los ríos es menor. En particular, esta última década en promedio para los Andes de Mendoza hemos tenido la mitad de las precipitaciones de la media histórica. Entonces, el escenario es preocupante. Por el otro lado, tenemos la demanda, ya sea para consumo humano o para actividades agrícolas que tenemos en los oasis de riego. Desde ahí surgen o es posible un conjunto de medidas, como es tratar, justamente, de racionalizar al máximo el uso del agua. Elegir a qué uso le vamos a dar prioridad, seleccionar los cultivos y las plantas que están adaptadas a un ecosistema árido como este, mejorar la infraestructura de distribución del agua, evitar las pérdidas. Entonces, hay un gran conjunto de medidas desde el punto de vista de la demanda que se pueden tomar para hacer frente a esta situación que no es en el futuro, no es una situación que se nos viene, es la situación actual donde la oferta del recurso hídrico está bajando seriamente. Entonces, como sociedad, tenemos que adaptarnos y tomar todas las medidas posibles para hacer el uso más racional y eficiente posible del agua que tenemos”, cerró.
(Foto: en cada campaña, las y los científicos miden cuánta nieve ha caído por temporada. Fuente: Ezequiel Derhun)
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