El geofísico que se transformó en buscador de huesos para el EAAF
Santiago Perdomo analizaba problemáticas ambientales, pero hace algunos años su trabajo cambió: con georradares y sondas electromagnéticas colabora en la detección de casos forenses nacionales e internacionales.
Foto: redaccion.com.ar
Santiago Perdomo acostumbraba a utilizar en sus investigaciones como científico del CONICET equipamiento geofísico: herramientas como resistivímetros, georradares y sondas electromagnéticas eran parte de su rutina de trabajo, los cuales le permitían analizar problemáticas ambientales vinculadas a la evaluación de suelo contaminado o a la exploración de recursos hídricos subterráneos. Sin embargo, hace tres años recibió un llamado del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) que le abrió un campo de aplicación inesperado: lo vinculó con las ciencias forenses. Desde ese momento, Perdomo se convirtió en uno de los científicos que asesoran en casos judiciales.
El primer contacto se produjo en 2018, cuando el EAAF necesitaba utilizar métodos geofísicos para buscar restos de desaparecidos que podían estar enterrados bajo tierra. En específico, necesitaban asesoramiento sobre el uso del georradar, un instrumento que él usaba para la caracterización de suelo y estructuras enterradas, pero que en el ámbito de las ciencias forenses es conocido como “el detector de huesos”.
El georradar, tiene la dimensión y apariencia similar a una cortadora de pasto pero es un instrumento que permite detectar, a través de la emisión de ondas electromagnéticas de alta frecuencia, cambios en las propiedades eléctricas del suelo, que dan cuenta de la presencia de objetos o anomalías bajo un terreno, por ejemplo, huesos enterrados.
“Mi colaboración con el EAAF se fue generando de a poco y se consolida continuamente a través de conocer el compromiso de las personas que integran el Equipo y de las historias de los familiares de las víctimas”, dijo Perdomo.
En un primer momento, Perdomo les explicó cómo utilizar el georradar, pero luego decidió llevar él mismo la colaboración en el caso que tenía que resolver el EAAF. Desde entonces trabaja con casos de lesa humanidad. “Me fascina la actividad de campo, eso me llevó a manejar varios instrumentos geofísicos, entre ellos el georradar pero con otros fines. Además estoy acostumbrado a los trabajos interdisciplinarios, entonces me fue fácil sumarme al Equipo”.
En estos años, el científico fue convocado para participar en cuatro causas nacionales, dos internacionales y en el dictado de tres talleres de capacitación o divulgación para personal judicial y familiares de víctimas. “Los métodos geofísicos son herramientas complementarias que aportan información a la investigación forense porque la construcción de una fosa clandestina o los enterramientos, producen una modificación de las condiciones naturales del subsuelo que las herramientas geofísicas pueden detectar muy rápidamente”, explicó Perdomo.
El trabajo de campo
Como punto de partida, el científico destaca el análisis del contexto. “El medio natural presenta variaciones suaves en las propiedades físicas. Cuando se produce una intervención en algún sitio, como un enterramiento o la presencia de infraestrura oculta, se generan alteraciones que pueden ser detectadas. Los métodos estudian propiedades físicas del subsuelo, como la conductividad eléctrica, permitividad, densidad. Una vez que se define la metodología de trabajo y el área a relevar, comienza la etapa de adquisición de datos en el campo”.
Luego comienza la inspección visual del sitio y un control de calidad de los datos. El trabajo continúa con el procesamiento de los datos de campo y la búsqueda de la mejor forma de visualización y presentación de los resultados. “Finalmente, se realiza una interpretación conjunta con el equipo interdisiciplinario y se realizan recomendaciones que en general son intervenciones exploratorias para verificar anomalías o sectores que tiene un comportamiento diferente al esperado”, señaló el científico.
Casos de Lesa Humanidad
Durante los últimos años, la metodología de los geofísicos se aplicó, por ejemplo, para el descubrimiento de fosas clandestinas. “En esos casos, primero hipotetizamos sobre las dimensiones que podría tener, las condiciones en las que podrían estar los cuerpos, la época en la que se realizó la fosa, toda la información que se cuente para elegir el método más apropiado o la combinación de varios métodos para aprovechar las ventajas de cada uno”, ejemplificó Perdomo.
“Cada situación fue particular y el enfoque para resolverlo también. Las condiciones actuales de la superficie y la accesibilidad al sitio condicionan siempre la metodología a usar. Por ejemplo, en sitios cerrados o que se encuentran cubiertos con hormigón o cemento, el georradar es la mejor herramienta. En lugares con mucha vegetación y de difícil acceso, puede ser apropiado el método eléctrico. Y en grandes extensiones, se puede utilizar algún método electromagnético portátil”, agregó.
Específicamente, el último caso que recuerda contaba con poca información previa. “Se trataba de al menos un cuerpo pero podría haber más, y nada se sabía de las condiciones en las que podría encontrarse. Decidimos combinar dos métodos para relevar de la manera más efectiva un sitio al que íbamos a tener un acceso por un tiempo limitado. Y luego del trabajo de campo descubrimos varias anomalías, es decir que no había evidencias en superficie que lo señalara como un sitio de interés. Hicimos una segunda inspección al sitio y realmente no había ningún indicio superficial”.
“Se propuso excavar en estos lugares y en absolutamente todos se encontraron diferentes objetos o estructuras que no debían estar allí. Una por ejemplo, se trataba de un resto de una vieja construcción del que no se tenía registro. A pesar de que no se encontró lo que se esperaba, se cumplieron las expectativas del método geofísico, que es dar indicios de dónde buscar, y contribuir a desestimar sitios”.
Gracias a la colaboración de Perdomo, en ese caso los integrantes del EAAF pudieron descartar aquel lugar como posible sitio de interés para detectar fosas clandestinas. “Al poco tiempo se produjo un hallazgo. Creo que mi aporte sirvió para redireccionar los esfuerzos y desestimar un lugar en pocos días, que con técnicas tradicionales hubiera llevado meses. Esa creo que es la principal ventaja de los métodos geofísicos en investigaciones forenses”, concluyó el científico.
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