El Fondo Monetario aprieta
Por Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
Néstor Kirchner nos había quitado de encima al FMI, haciéndole un pago final, y dejando de tener préstamos de la entidad. Un avance que permitió al país cierta autonomía y tranquilidad económicas, hasta que a Mauricio Macri –en concordancia con su ideología- se le ocurrió traerlo de nuevo a la Argentina, dado que se habían agotado las demás fuentes de crédito. El endeudamiento fue brutal (alrededor de 50 mil millones de dólares), y jamás se vio que sirviera para algo: obra pública, fuentes de trabajo, escuelas u hospitales. La deuda fue “un fantasma que recorre el mundo”, una etérea entidad que nadie pudo concretizar. Dineros que entraron y se fugaron, oscuras operaciones financieras.
Cuando llegó el actual gobierno, tuvo que renegociar las dos deudas: la privada, y la deuda con el Fondo. Empezó con la primera, con resultados más que aceptables, algunas bajas en los intereses y alargamiento de plazos de pago. Con el FMI el hueso era aún más duro de roer, y se demoró más tiempo.
Cuando finalizó la negociación, los detractores de cualquier acuerdo con el Fondo parecieron recién enterarse de ella, la que llevaba más de dos trabajosos años. Surgieron entonces fuertes críticas en la izquierda y en los sectores más radicalizados del oficialismo: es que, por supuesto, todo acuerdo con el Fondo es indeseable. El problema es que había muy escasa alternativa: no pagar era default y sanciones, además de corrida bancaria segura. Lograr una “mejor negociación”, como muchos dijeron, era imposible: el FMI había resignado devaluación y privatizaciones entre sus recetas, y los términos acordados eran más leves que los habituales en el tan rechazado organismo crediticio.
Se hizo entonces lo que el reconocido economista Alvarez Agis calificó de “mejor acuerdo nunca hecho por el FMI”. Y lo era, siendo -por supuesto- nada favorable para nuestro país. Simplemente, era un poco menos perjudicial. Dadas las circunstancias, se lo firmó. Hoy, si debía firmarse o no, es ya discusión inútil. El tema es qué hacemos ahora.
Porque el FMI “se porta mal”. Corre el arco, inclina la cancha. Ya logrado el acuerdo que incluye las lamentables y consabidas evaluaciones trimestrales (una forma de poco disimulada ingerencia en las políticas soberanas de los Estados nacionales), ahora se pide cosas nuevas, y cada vez más. Es decir: se tergiversa el acuerdo, y se lo usa para exigir medidas que el acuerdo no incluía. Si no, vendrán las penalidades, obviamente muy pesadas en lo financiero.
El texto del Fondo que se ha difundido por programas de tv –en fragmentos, obviamente- prácticamente sugiere la devaluación, dice que los aumentos de tarifas debieran ser mayores y los subsidios seguir achicándose, se mete hasta con las diferencias internas existentes en el Frente de Todos.
A la ingerencia creciente de Estados Unidos (una base militar a construir en la Triple Frontera, otra en Neuquén, ejercicios militares aeronáuticos conjuntos con Argentina, Chile y Brasil en Antofagasta, insólitas declaraciones de la Asociación de empresas estadounidenses en nuestro país sobre cuestiones internas), tenemos que agregar la que se hace por vía del Fondo, que pretende que hagamos lo que no estaba incluido en los acuerdos, so pena de que si no lo hacemos, el Fondo no cumplirá con las que son sus obligaciones pactadas.
Se firmó un contrato: no se vendió el alma al diablo, ni se regaló la soberanía nacional. Si el FMI violenta los términos del acuerdo, corre la cancha, cambia los términos, habrá que dar por cancelado tal acuerdo. La Argentina tiene suficientes problemas, para agregar a ellos una mano extranjera que nos impide cualquier autonomía decisional, y que sólo repite el viejo cuento de mayor ajuste y ningún gasto público.
No es posible que si alguien nos visita y lo ubicamos en el escritorio de la vivienda, éste se extralimite hacia los dormitorios, la cocina o el baño. Nadie llamó al FMI para que se entrometa impunemente en las políticas argentinas, bajo el pretexto de evaluar los índices de la actual gestión. El FMI es un prestamista, no un co-gobierno de la Argentina. Nadie le dio vela en ese entierro, y se toma atribuciones que no le corresponden.
Que el país firmara un contrato, no nos convierte en esclavos de quienes se quieren aprovechar más allá de lo que compete. Estemos listos a redefinir los términos de la situación, porque se advierte que hay abusos evidentes e inaceptables.
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