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20 DE DICIEMBRE DE 2024
Por Jorge Barón, vicerrector de la Universidad Nacional de Cuyo.
Imagen ilustrativa tomada de pixabay.com
#18 - Nuestro futuro es renovable
Jorge Barón, vicerrector de la UNCUYO.
Publicado el 23 DE ABRIL DE 2017
Hace miles de millones de años surgió la vida en la Tierra. Con la aparición de la clorofila en las plantas verdes, comenzó un lento proceso mediante el cual el dióxido de carbono fue capturado de la atmósfera y transformado en azúcares y otras moléculas mayores. Esa materia orgánica, acumulada a lo largo de cientos de millones de años, formó lo que hoy son nuestros combustibles fósiles: carbón, petróleo y gas.
Hace apenas un siglo –o dos– el hombre industrial comenzó a revertir, de manera violenta, ese proceso natural al transformar a esos combustibles en su mayor fuente de energía primaria.
El problema es que estamos revirtiendo un proceso natural un millón de veces más rápido, y claramente, nuestra atmósfera (nuestra biósfera) no resiste esa reversión. Lo que vemos –cambio climático, fenómenos meteorológicos extremos, derretimiento de las grandes masas de agua dulce, modificación de las corrientes marinas, acidificación de los océanos y una cantidad de fenómenos que amenazan la misma biósfera– es consecuencia de esa avidez por la energía, y sobre todo por la energía almacenada en hidrocarburos y carbón.
El alerta para que avancemos hacia fuentes de energía confiables, que no generen gases de efecto invernadero, no podría ser más urgente. Los efectos de la explotación y uso de combustibles con alto impacto ambiental están a la vista.
Es en este contexto en el que estamos hoy, en el cual tenemos la obligación de desarrollar alternativas de energías no convencionales, en lo posible renovables, que nos permitan al menos mitigar el efecto que el consumo de carbón e hidrocarburos produce sobre el único espacio vital que tenemos: nuestra biósfera.
Las energías renovables no son, aún hoy, competitivas económicamente respecto de los hidrocarburos. Pero eso es así solamente si nos “olvidamos” de contabilizar el costo ambiental. Esa negligencia, que en muchos análisis es deliberada, nos lleva inexorablemente a un mundo más caliente, más inhóspito y con una biodiversidad cada día más reducida.
Es imprescindible que veamos a los proyectos de energías renovables como una inversión para que el futuro de la humanidad, el futuro de cada uno de nosotros y nuestros descendientes, sea viable. Este es el gran desafío de la sustentabilidad de la humanidad.
Eso está claro en los objetivos de la ONU para el Desarrollo Sostenible y es un elemento de muchas discusiones y argumentaciones. Pero está en nosotros, en cada uno de nosotros, que tomemos las acciones y decisiones que nos permitan hacerlo posible.
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