Ricardo Villalba: “El cambio climático existe y los daños son cada vez mayores”
Así lo aseguró el investigador principal del Conicet, que consideró retrógrado negar un fenómeno ...
26 DE DICIEMBRE DE 2024
La dominación eclesiástica y política sobre los modos de la sexualidad y la identidad desde la Conquista hasta la actualidad, en la mirada intensa e irreverentemente liberadora de la activista chilena por la disidencia sexual Hija de Perra, figura ícono de la militancia “marica” en América Latina.
Foto: Mery Cailá. Apertura de la Tercera Feria de Arte Queer en la UNCUYO.
La intención de Edición Cuyo es que el profundo sentido liberador contenido en el texto preparado especialmente por la artista trascienda la clausura académica. Clave del proyecto social y cultural que busca erosionar los condicionamientos anquilosados en el núcleo social orientados a negar toda forma de sexualidad -e inherentemente de identidad- que no responda al paradigma de la heteronorma.
El discurso:
Atravesando la mirada virgen y mágicamente seducida de nuestros ancestros latinoamericanos, llegó en un fabuloso barco místico la famosa idealización occidentalizada de la sexualidad, lamentablemente manipulada por la institución de la Iglesia, derramándose en estas tierras los nuevos y fatales pensares que se instalaron bajo el sangriento ultraje y saqueo que permanece intacto hasta nuestro días, con el objetivo de normalizar, bajo escalofriantes e ignorantes parámetros, a las bestias salvajes que vivían en este desconocido paraíso.
Es impresionante cómo se esparció esta nueva forma de pensamiento y su representación mágica, mística, religiosa obligatoriamente impuesta que hoy asombrosamente la tenemos inscrita en el flujo neuronal y en cada célula que compone nuestro cuerpo mestizo.
Así, en una tierra donde no existían las retorcidas leyes católicas se fueron imponiendo los ajenos ideales con muerte y agravio a cada sector donde se propagó esta escoria tormentosa que aniquiló nuestra originaria y rica cultura indígena.
Los conquistadores miraron a los hombres indígenas como seres salvajes afeminados por su ornamentación y a las mujeres como calientes por llevar parte del cuerpo al desnudo.
Nuestros ancestros fueron vestidos con ropa alejada de su cultura original, se les cortó su cabellera para diferenciarlos entre hombres y mujeres y no se permitieron, por aberración, todas las practicas intersexuales que producían alteración a la moralista mente española.
Hoy aún estamos expuestos a parámetros heredados por estos violentos conquistadores a través de un enjuiciamiento social, moralista religioso, que ha mutado para bien o para mal, ordenando estas cerdas formas de pensamiento en nuestra vulnerable y dormida socio cultura latinoamericana.
¿Existimos desde que nos descubrieron?
Pareciera ser que nuestra voz sólo se valora cuando el dominante nos encuentra y nos hace existir. Como si la historia anterior a la colonización no existiera y todo partiera desde el descubrimiento de América para estos individuos que no sabían ni siquiera dónde estaban y que nosotros existíamos hace muchos años libres de sus inmundas miserias.
¿Desde dónde hablamos hoy en día? ¿Desde una tierra con historia o desde un nuevo terreno descubierto por otros?
Hoy hablo situada geográficamente desde el Sur pero muchas veces pareciera que me valido hablando desde el Norte, como siguiendo el pensamiento que nos guía la matriz del dominador. Me refiero con esto a cómo los nuevos saberes del Género se agolpan en nuestros límites territoriales y nos encasillan con nuevas etiquetas para fomentar y entender el ejercicio de la existencia y sus diferencias sexuales.
Así, hoy en día los del norte nos indican una nueva lectura para comprender lo que ya existía en nuestras tierras…
¡Sí! La cultura maricona siempre ha existido dentro de nuestros límites, pero no se había enfocado bajo una mirada que uniera estos hechos como material de lucha a modo de tropa o movimiento en el sentido del recorrido histórico de las nuevas identidades sexuales y sus manifestaciones socio culturales implícitas.
Por ejemplo, como narra el escritor Juan Pablo Sutherland en su libro Nación Marica: “En los setenta y ochenta en América Latina los crímenes hacia homosexuales siguen siendo una realidad cotidiana en Brasil, Argentina y el resto de la región, (…) dejando una huella de sangre difícil de borrar. Por estos años (…) gran parte de Sudamérica está gobernada por dictaduras militares y surgen incipientes iniciativas ante la brutal represión. En Argentina nace a mediados de los setenta el Frente de Liberación Homosexual, liderado por el poeta y antropólogo Néstor Perlongher (…). En Chile, a inicios del gobierno de la Unidad Popular, se organizaba el primer mitín homosexual en la emblemática Plaza de Armas de Santiago, manifestación categorizada por los medios de izquierda como degradante y pervertida” (1).
Parece que todo lo que habíamos hecho en el pasado, actualmente se amotina y armoniza dentro de lo que San Foucault describía en sus años en la Historia de la sexualidad y que mezclado con los años de feminismo maravilloso finalmente acaban en lo que la Santa Buther inscribió como queer.
Soy una nueva mestiza latina del Cono Sur que nunca pretendió ser identificada taxonómicamente como Queer y que ahora según los nuevos conocimientos, estudios y reflexiones que provienen desde el norte, encajo perfecto, para los teóricos de género, en esa clasificación que me propone aquel nombre botánico para mi estrafalaria especie bullada como minoritaria.
Cuando vislumbré la tragicomedia de hacer distinción radical en la diferencia y no congeniar con el binarismo de género instaurado, pensé que solo era un humano deformado inadecuado muy afeminado, con un cuerpo biológicamente reconocido como masculino, lógicamente en pecado, desmesuradamente aproximado a lo anormal, pervertido y desviado, enclaustrado socialmente como un sujeto inmoral que no merecía entrar al reino de la cielos, que debía pedir clemencia de auxilio y corregirme de esta trastocada y frenética patología que me hacía retirarme de lo políticamente correcto y establecido como natural dentro de mis límites geopolíticos.
Resolví con valentía enfrentarme a los demás y me fui nutriendo de insólitas cerderias en torno a las construcciones sociales en nuestro acontecer sudamericano, verificando en carne propia la opresión y la hostilidad junto al goce discriminador del otro al sentirse superior y correcto, destruyendo la integridad personal y basureando la dignidad humana.
En mi infancia nunca me identifiqué con este binarismo, sentía que naturalmente encajaba en otra situación mucho más armónica y jugué los juegos infantiles para ambos lados, entre jugar al fútbol, jugar con las barbies, besarme con chicas y con chicos, definitivamente mi infancia fue sensacional, plural y nunca ningún niño me increpó en lo absoluto, sino que todo trascendía muy naturalmente dentro del libre fluir de la vida.
En la década de los 80, a los 5 años de edad, me inscribieron por obligación en un colegio católico, solo de varones. La situación en si me parecía bien estrafalaria. Todas las mañanas le rezaba a la virgencita para que me convirtiera en princesa y cuando mis compañeritos de curso jugaban a la Guerra de las Galaxias yo siempre era la princesa Leia. Siempre tomaba de la mano a los niños de los cuales sentía atracción, la maestra gritaba desde lejos: “Los niños no se toman de las manos”… mi mente ignorante de la heteronorma no comprendía esos gritos que impedían mis libertades naturales infantiles.
Después de haber tenido muchos novios en mi educación primaria y de haber premiado con besos en la boca a mis compañeros cuando anotaban un gol en los partidos de fútbol, ¡¡¡una de mis maestras de enseñanza escolar me descubrió una muñeca!!! ¡Sí! Era mi fabulosa muñeca de She-ra, esa misma, la hermana gemela de He-man.
Esta maestra mandó a llamar a mis padres al colegio, a mí se me aisló y se me llevó a una oficina de orientación escolar.
Después de un traumatizante y profuso llorar, por no comprender la extraña situación en que estaba envuelta, terminé en un tratamiento psicológico que duró 4 años para sanar mi homosexualidad.
Es bien sabido que la homosexualidad como patología se eliminó recién en 1973 de los manuales de psiquiatría, pero como en mi país ese mismo año comenzó la dictadura… entre bombas y matanzas caníbales sanguinarias seguramente no alcanzó a llegar esa información a Chile y se trató mi caso como una enfermedad estilo trastorno mental que era posible curar a través de terapia, para lograr adaptarme al medio patriarcal machista heteronormado con éxito.
Como pueden apreciar, los resultados de mi terapia fueron fabulosos, ¡¡¡aprendí rápidamente a engañar a mi psicóloga explorando mi masculinidad interna y actuando performáticamente como lo realizan los hombres más brutos y listos!!!
Cuando la doctora me dio de alta, se prendió de luz mi cuerpo, se llenó de libertad y como un impulso de sanción supra terrenal el consejo que hoy nos dicta Gloria Trevi se hizo realidad:
"Me solté el cabello/ me vestí de reina/ me puse tacones/ me pinté y era bella/ caminé hasta la puerta/ te sentí gritarme/ pero tus cadenas/ ya no pueden pararme/ y miré la noche/ ya no era oscura/ era de lentejuelas!!!""
Ahora según nuestro presente y trastocada realidad alterada por nuevos patrones de clasificación y desclasificación sexual, debiera de enrolarme y encantarme en alguno de ellos para poder congeniar con esta neo-cultura impuesta que me dicta el hecho de representar ese algo que me liga o me desliga del impuesto sistema binario del género.
Razonando pluralmente oprimida y desorientada entre tanta nueva erudición que mezcla y desestabiliza lo que para algunos es coherente y para otros está sujeto a cambios constantes según los devenires sexuales de la vida, sólo me genera escalofríos el tratar de identificarme en estos casilleros nuevos
Actualmente:
¿Seré una travesti sodomita lésbica ardiente metropolitanizada?
¿Seré una bisexual afeminada en pecado con rasgos contrasexuales y delirio de trasgresión a la transexualidad?
¿Seré una tecno mujer anormal con caprichos ninfómanos multisexuales carnales?
¿Seré un monstruo sexual normalizado por la academia dentro de la selva de cemento?
¿Seré una vida castigada por Dios por invertida, torcida y ambigua?
¿Seré un homosexual centelleantemente recargado femenino pobre con inclinación sodomita capitalista?
¿Seré un travesti penetrador de orificios lúbricos dispuestos a devenires ardientes?
O, ¿seré un cuerpo en continuo tránsito identitario en busca del placer sexual?
Existiendo múltiples opresiones y dispositivos de control, ya no está claro si eres hombre, mujer, gay, lesbiana, travesti, transgénero, andrógino o bisexual.
Hoy la clase social, la raza, la educación, localización, inciden dentro del concepto género, aunque algunos enamorados de la heteronorma no quieran abrir sus ojitos conservadores y ver la realidad expuesta en sus propias narices.
¿Por qué algunos no entenderán esta simple premisa?
A veces me aplasta el paradigma de estar atrapada en un estrecho modelo de dos sexos.
¿Cuál es la idea de ser normados y que parezcamos un regimiento?
¿Por qué esta idea favorece políticamente a América Latina?
¿Qué tan tormentoso es ser indiferente a entender en qué casillero sexual te encuentras?
¿Cuál es el problema de que otro individuo sea de ambigua lectura sexual?
¿En qué sentido es bueno y correcto comprender sólo por imagen y práctica qué sexualidad es la que se acomoda a tu vida?
¿Por qué te tiene que importar saber si me gusta follar con excremento o que me guste que las ancianas me vomiten mientras me masturbo en los urinarios del mall?
Por esto ha sido necesario construir otros términos que permitan dar cuenta desde otra perspectiva de estos hechos reales de nuestro acontecer sexual.
En América Latina desciende el enunciado queer a mediados de los años 90, entendiendo que este término se acuñó en el norte en los 80.
Como estamos en la periferia del círculo del debate norteamericano, la información llegó más tardía y logró ser interpretada de las más singulares maneras. Como lo describe Sutherland: “algunos han corrido a inscribir sus prácticas dentro de la catedral queer como santificándose en la última neo vanguardia de las políticas sexuales radicales, otros han intentado traducir el término desde las más variadas opciones léxicas: torcidas, oblicuas, post-identitarias, raras, invertidas, todas ellas con un propio malabarismo lingüístico que intenta dar cuenta de un malestar normativo, de un revelamiento teórico, de una fuga prometeica de la identidad.(…) que juegan en el escenario político a dar la voz a un lugar negado y estigmatizado” (2).
En un capítulo del libro “Por un feminismo sin mujeres”, narra Felipe Rivas: “teoría queer no es lo mismo que queer theory debido al modo en que su enunciación hispánica hace perder las complejidades de su emplazamiento como pensamiento crítico, contenidos en el mismo gesto del nombre. Si en EEUU, personas como David Halperin denuncian la rápida institucionalización de la queer theory normalizada por su éxito académico, en Latinoamérica y España ese proceso parece verse aún más acelerado por la falta de tensiones que provoca su recepción en los espacios académicos locales que no ven en la nomenclatura un peligro o cuestionamiento, sino una glamorosa nueva fórmula de saber exportada desde los EEUU (…). El mercado en los países periféricos de Sudamérica usualmente traduce el nombre de los productos al inglés como fórmula publicitaria para aumentar el status simbólico de la mercancía” (3).
Comprendemos que no es lo mismo decir en Latinoamérica teoría maricona a decir teoría queer, por ende este enunciado de fonética mas snob ayuda a que no haya sospecha en que se imparta la educación de esta sabiduría en instituciones y universidades, sin provocar tensiones y repercusiones al estigmatizar este tipo de saberes como bastardos.
¿Podemos disfrutar del shopping queer en nuestras latitudes?
Hoy en día gracias a Dios, tenemos todo lo necesario para tomar el estandarte queer dentro de la metrópolis: mil productos para transformarnos en seres ambiguos de difícil lectura sexual y performancear por la vida con trasgresión identitaria, hoy es posible estudiar esta teoría en Universidades y recibir información fehaciente del tema, hoy está a disposición la compra y venta de libros que traducen y llevan este mensaje esperanzador hasta el velador de tu cama, hoy existen las posibilidades de lugares de encuentro multisexual, bares, discoteques, etc. Hoy existen bandas de música con estética queer que también puedes adquirir y disfrutar, hoy hay tiendas de artefactos contrasexuales para nuestra estimulación plural cibercarnal. Un mundo de fabulosas oportunidades para llevar a cabo el discurso y el desborde estético necesario para sentirnos involucrados y santificados por este tema.
El sistema económico fácilmente recoge las nuevas identidades y les otorga un perfil seudo-democrático. Así ha ocurrido con el no menos problemático concepto ya absorbido por un torrente taxonómico e identitario que afirma una política y sujetos “queer”, dice Slavoj Zizek:
“Habría que apoyar la acción política queer en la medida en que "metaforice" su lucha hasta llegar (…) a minar el potencial mismo del capitalismo. El problema, sin embargo, está en que, con su continuada transformación hacia un régimen "postpolítico" tolerante y multicultural, el sistema capitalista es capaz de neutralizar las reivindicaciones queers, e integrarlas como “estilos de vida” (4).
¿Cuál será el futuro de esta teoría que corre el riesgo de ser tragada y comprada a muy buen precio por el sistema capitalista?
Podemos señalar que en el contexto de la investigación académica sobre la identidad de género y la identidad sexual, esta teoría queer, que nos seduce y encanta, tiene la virtud de ofrecer una novedad que implica etimológicamente un cruce de los límites sin referirse a nada en particular, lo cual deja la cuestión de sus detonaciones abierta a la controversia y la revisión.
Gracias a esa naturaleza efímera, la identidad queer podría aplicarse a todas las personas que alguna vez se han sentido fuera de lugar ante las restricciones de la heterosexualidad y de los papeles de género instaurados en la sociedad.
Se plantea que nada en nuestras identidades es fijo, el género al igual que otros aspectos de la identidad son performativos, las personas, por lo tanto, pueden cambiar.
Su aporte es la posibilidad de subvertir y desplazar aquellas nociones de género que han sido naturalizadas y reificadas apoyando la hegemonía masculina y el poder heterosexual. Se desafía la idea de que ciertas expresiones de género son originales o verdaderas, mientras que otras serian secundarias y falsas.
Santa Buther propone desnaturalizar la hetero-realidad, donde su práctica sexual normativa se trasforma en un régimen de poder que actúa en todas las relaciones sociales: la economía, la lógica jurídica, los discursos públicos, las formas cotidianas, etc.
La lucha queer no quiere solo lograr la tolerancia y el estatus igualitario, sino desafiar dichas instituciones y formas de entender el mundo.
La teoría queer trata de comprender distintos modos de deseo sexual y cómo la cultura los define.
Entendamos que somos parte de una Latinoamérica donde existe una cultura pluri sexual y multisexual obvia, que muchos no quieren ver ni entender, donde cada día se realizan operaciones de cambio de sexo o de implantes, existiendo humanos libres disfrutando de su bagaje entre los géneros y disfrutando de las bondades naturales de la sexualidad, a la vez coexisten personas en tratamientos hormonales para modificar sus cuerpos y así ser quienes en realidad quieren ser. En paralelo, lamentablemente, otros se llenan de culpas religiosas y se esconden condenándose en los sub mundos oscuros, pensado que son monstruos inmorales perseguidos por esa parte de la sociedad que los apunta con el dedo, los hace sentir inferiores y no reconoce sus derechos.
Finalmente somos parte de una selva, donde reina el equilibrio entre lo bueno y lo malo, donde debemos elevar nuestro nivel de conciencia y entender al humano que se quiso apartar del conocimiento basando su vida en el miedo, decidiendo llevar una vida que no respeta a otras vidas diferentes y que las utiliza.
Convendría abandonar las viejas definiciones, de la misma manera que descubriste la verdad acerca de Santa Claus y el conejo de Pascua, ahora descubre que existe un montaje, una historia, una versión idealizada de todas aquellas cosas de las cuales no quisiste reflexionar antes y que adoraste como dioses.
No estoy aquí, al sur del mundo, para decidir quién tiene la razón, solo quiero desbaratar la ilusión y esa idealización que mistifica los problemas reventando los globos en los que has llegado a creer y no me queda más que sugerir que penséis en grande!!!
¿Podré soñar que lo queer seguirá su legado de resistencia y libertad de expresión y no se transforme en una moda o en una norma?
Ojala la utópica idea de mi mente trastocada se haga realidad y lo queer se transmute en una constante deconstrucción y creación amorosa donde todos podamos congeniar con sabiduría y placer.
Después de mi masturbación nocturna seguiré soñando e implorando al universo que la educación latinoamericana cambie y que desde el origen de la formación humana se usaran este tipo de conocimientos, para que nuestros niños, limpios de impurezas genéricas impuestas, se formen libres de estigmas sociales, como lo que realizan actualmente los jardines infantiles de Suecia y esta idea de aprender en un ambiente con neutralidad de género, erradicando los estereotipos y la desigualdad, se desparrame tan fuerte como las ideologías místicas y llegue a todo el mundo.
He dicho; caso cerrado.
(1) Juan Pablo Sutherland, Nación Marica, prácticas culturales y crítica activista, Ripio Ediciones, Santiago Chile, 2009, pág. 14
(2) Juan Pablo Sutherland, Nación Marica, prácticas culturales y crítica activista, Ripio Ediciones, Santiago Chile, 2009, pág. 15
(3) Felipe Rivas, Por un feminismo sin mujeres, fragmentos del segundo circuito de Disidencia Sexual, Territorios Sexuales Ediciones, Santiago Chile, 2011, pág. 68
(4) Zizek, Slavoj. En defensa de la intolerancia. Madrid: Ediciones Sequitur, 2005. Print. Pág. 69
-Agradecimientos a Aberrosexuales, Universidad de Cuyo, Lelya Troncoso, Cristeva Cabello, Jorge Días, Javiera Ruiz, Esteban Prieto y mis progenitores Rosita y Orlando.-
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