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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
El sociólogo Enrique Bollati analiza las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias que se realizaron este domingo en nuestro país. Una mirada a lo que pasó y a lo que se viene de cara a las elecciones de octubre.
Foto: Web
A veces miro algunas similitudes entre el actual proceso político y lo que pasaba en el ’95, cuando la reelección de Menem, vía “voto cuota”, y debo confesar que me da un poco de “miedito”; otras veces miro las diferencias y quiero tener esperanzas.
Quiero decir; buena parte del 50% de los argentinos que ayer dieron su apoyo a la presidente no están del todo satisfechos con el rumbo de las cosas y tienen un buen rosario de demandas en agenda. En esa parte es cuando me acuerdo del “voto cuota” y tiendo a asustarme: ¿no se estará apoyando a Cristina por las mismas mezquinas razones que nos hicieron reelegir a Menem?
Después pongo sobre la mesa algunos hechos: no hay créditos que se puedan “pesificar” si perdiera el FpV, no hay un grupo clientelístico atado a Cajas Pan, Planes Trabajar o a cualquiera de esas “asistencias condicionadas” que nos regaló nuestra historia reciente; sólo hay Asignación Universal, que cobra desde el puntero peronista hasta el puntero radical, porque no te piden el ADN político para darte el beneficio. Muchos no terminan de entender como cambió, para bien, la institucionalidad del país a partir de esa tremenda piña al clientelismo descarado. No, esto no es el ’95.
Quizás sea entonces, pienso, aquello que tan claramente expresó el Viti Fayad: “Puede que las cosas no estén tan bien como dice el gobierno, pero la gente no está tan mal como dice la oposición". ¿No les pasó, muchas veces, que leían los diarios y les entraba la desesperación por comprarse un salvavidas, porque Argentina se hundía mañana a las 11:30? A lo mejor Uds. no son tan impresionables, pero creo que a muchos nos pasó eso: nos quedamos con el salvavidas de patito puesto, como buenos mermos, esperando el comienzo de un diluvio que nunca llegó. Claro, después del 5° ó 6° aviso de que venía el lobo…
Y leo, por ahí, un artículo que da una buena hipótesis para entender este domingo: ese 50% le dio un “blindaje” de votos a Cristina; ante tantos pronósticos híper apocalípticos dijeron “no jodan, no se metan con la morocha, que tan mal no lo está haciendo.”
¿Y listo, es al acabose, el paso al discurso único, ya no hay más nada de qué hablar? No lo creo, ahí es donde quiero empezar a tener esperanzas. Creo que el resultado es distinto de los pronósticos algo trasnochados que se hacían: la búsqueda de un buen segundo que concentrara el voto anti-K. No hubo un segundo, hubieron tres, y no son subsumibles: no se pueden mezclar tan alegremente los votos hacia Alfonsín con los votos hacia Duhalde, y los socialistas no tiene por qué negociar con ninguno de ellos, porque están armando su propio proyecto; lo expresaron electoralmente hace apenas 40 días y lograron ser uno de los tres segundos. Y como si fuera poco, el 5° (Rodríguez Saá) quedó a 2 puntos del 4°, ó 3° segundo, según quiera vérselo.
Decir que Cristina fue la gran ganadora es una obviedad, pero no lo es tanto decir que los otros ganadores claros fueron Binner y Rodríguez Saá. El santafecino logró ser el 3° segundo en sólo 40 días, sin roscas nauseabundas, sin aportes de campaña inconfesables, pero con lo que tiene que tener un político para ser tal: ganas de convencer. Y el puntano, mal que le pese a quienes no les gusta, saca 8 puntos que valen bastante más que los 12 de Duhalde; hacer 12 puntos teniendo “pata” en la provincia de Baires, es una cosa; hacer 8 puntos con base en la vieja San Luis de la Punta de los Venados, es como un poquito más difícil, ¿no?
Me parece que el segundo que buscaba Clarín terminó siendo el 4° que no buscaba; porque Alfonsín y Duhalde tienen techo, porque Binner no lo tiene; porque no va a ser tan fácil meterle al litoraleño un representante del establishment financiero, a pesar de que todos sepamos que ninguno hace abluciones con agua bendita. Ojo, ninguno de nosotros las hace, así que no seamos hipócritas.
Y una última, que nobleza obliga: el radicalismo mendocino no es el radicalismo nacional; el radicalismo mendocino tiene, como todos tenemos, mucho para aprender, mientras que el radicalismo nacional parece no tener intenciones de aprender nada. Y esta es personal, para mis amigos radicales: no estén tan apenados, lo que fracasó es aquello en lo que Uds., en realidad, no creían. Una forma de entender la política que Uds. no compartían. Lo que está por hacerse es aquello en lo que sí creen y en lo que mucha gente los acompaña. Y va a ser difícil, claro, pero ¿cuándo un verdadero radical se achicó porque las cosas fueran difíciles? ¿Quién decís? No, no… No hablo de ellos, hablo de los verdaderos radicales, no de esos oportunistas que se infiltran en cualquier partido.
Estrenamos un nuevo instrumento democrático y lo estrenamos bien: re prolijito; esperemos que la próxima vez lo usemos para dirimir a los candidatos de las distintas fuerzas, que para eso era. Dijimos que en Mendoza iba a votar más del 70% (no nos la terminábamos de creer), pero votó casi el 80%, algo que no se veía desde los ’80, valga la aparente redundancia.
Tenemos sobradas razones para estar satisfechos, más allá de los resultados; tenemos sobradas razones para empezar a trabajar hoy mismo, para que cada uno relea sus errores y empiece de nuevo.
La Historia no terminó; la Historia recién empieza.
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