El Casco Rosa: cómo viralizaron el uso de cascos fríos en las quimioterapias
Desde Tucumán, se plantearon el objetivo de terminar el tratamiento por cáncer de mama con pelo. Además, brindan acompañamiento a mujeres para transitar la enfermedad de la mejor manera.
Foto: Gabriela Tosi
Milagros Fonio, Gabriela Tosi, Ludmila Bobovnikov y Anita Fontdevila son cuatro tucumanas que tuvieron cáncer de mama. Por distintos motivos, su camino se unió y se encontraron para compartir los cascos fríos, una creación "hecha en casa" que permite terminar el proceso de quimioterapias con pelo. Desde entonces, el método comenzó a viralizarse y muchas mujeres de Argentina y el mundo empezaron a preguntarse por su uso. Contención, consejos y acompañamiento son algunas de las actividades que realiza esta agrupación argentina, bautizada El Casco Rosa.
“Yo me enteré de que tenía cáncer de mama en 2018 y, al comentarle a una mamá amiga del colegio de mi hijo, me dijo que había otra mamá que había atravesado el cáncer en 2017 y se ponía unas cosas en la cabeza para que no se le cayera el cabello. Ahí me puse en contacto con Mili. Ella me contó que en Estados Unidos existían unas máquinas que, a través del frío, permitían que no se cayera el pelo en las quimioterapias, e investigando en internet, encontró una nota de 2009 sobre una argentina que había inventado un sistema casero”, relató Gabriela Tosi (39) a Unidiversidad.
Milagros Fonio, una de las fundadoras de “El Casco Rosa”, se puso en contacto con Paula Estrada, inventora del método casero, y comenzó a realizar sus propios cascos. Para la tarea, necesitaba cinco geles medicinales que se unían con cinta adhesiva y generaban la forma de la cabeza. Sin embargo, cada sesión de quimioterapia requería aproximadamente ocho cascos. “En una quimioterapia, cada casco dura aproximadamente 30 minutos y se tienen que poner una hora antes, durante el proceso y una hora después. Dos días antes de la quimio, se ponen en el frezeer y se llevan a la sala en una conservadora”.
“Al enterarme de este método, hablé con mi oncólogo y me dijo que sabía del uso de unas máquinas de refrigeración en Estados Unidos, pero todavía no estaban autorizadas por la Anmat en Argentina, así que empecé a usar los cascos, y pasaban las quimios y no se me caía el pelo. Por lo general, 20 días después del primer tratamiento, vos quedás pelada, pero no pasó. Con el tiempo, mi oncólogo me traía a personas para que les explicara más sobre el casco”, dijo Gabriela.
Los cascos de gel funcionan de la siguiente manera: el enfriamiento del cuero cabelludo contrae los vasos sanguíneos y esta contracción reduce la cantidad de quimioterapia que llega a las células de los folículos pilosos. Además de reducir la caída del pelo, son beneficiosos a nivel monetario, ya que el costo aproximado por casco es de $ 1000 por los cinco geles, un monto inferior al uso de las máquinas de refrigeración, que por sesión cuestan aproximadamente $ 5000.
“El cabello igual se cae entre el 40 % y el 60 %, pero de manera pareja, y nadie se da cuenta que se te está cayendo el pelo. El que no se caiga el cabello en la primera quimio nos da tiempo para pensar, porque desde que te diagnostican hasta que empezás el tratamiento, estás en shock. Te ayuda a que el otro no te mire raro, a que tus hijos y entorno puedan procesar lo que te pasa. Además, si mantenés un buen estado anímico, enfrentás mejor la enfermedad”, explicó la mujer.
Compartir cascos e historias
Así como Milagros compartió sus cascos con Gabriela, Ludmila y Anita también recibieron los cascos de Gabriela. De esta manera, se fue generando una red de mujeres que se unieron para ayudar a otras a transitar el tratamiento. Aunque al principio el objetivo fue difundir los beneficios del uso del casco frío en Tucumán, el proyecto se viralizó y mujeres de otras provincias y países demandaban más información.
“Íbamos a los centros de quimioterapia y la gente se acercaba y preguntaba; algunas no usaban los cascos, otras sí, pero lo lindo era compartir experiencias. Entonces armamos un grupo de WhatsApp y, sin querer, forjamos una red de acompañamiento y contención. Después armamos un grupo que se llama Quimio con Pelo Tucumán y, en un fin de semana, teníamos más de 15 mil seguidores, pero nos dimos cuenta de que en nuestro grupo había mujeres con y sin cascos, entonces no nos parecía justo solamente hablar sobre ese tema”, explicó Gabriela.
“En 2019 hicimos talleres, reuniones, yoga, y ahí creamos El Casco Rosa. Nos contactan chicas de todo el país y de otros, como Colombia, México, Estados Unidos, España y Chile, para recibir información”, agregó.
Las cifras en el país
Según las últimas estimaciones, realizadas en 2020 por la Agencia Internacional de Investigación sobre Cáncer (IARC), en Argentina se producen cada año más de 129 mil nuevos casos de cáncer, entre los que se destacan el de mama y el colorrectal. A su vez, las cifras en Mendoza reflejan 4800 casos por año.
El cáncer de mama es el de mayor magnitud en cuanto a ocurrencia, con un volumen de más de 21 000 casos al año, lo que representa el 17 % de todos los tumores malignos y casi un tercio de los cánceres femeninos. Por su parte, para el cáncer colorrectal en ambos sexos, se estimaron 15 692 casos anuales, cifra que representa el 13 % del total de tumores malignos.
En este contexto, el plan oncológico en Argentina cubre todas las necesidades, tanto a nivel público como en el ámbito privado. Sin embargo, algunos medicamentos para las náuseas, estreñimiento o dolores intensos, en etapas avanzadas de la enfermedad, no están incluidos.
“Actualmente estamos haciendo los trámites para convertirnos en fundación porque tenemos chicas muy humildes dentro del grupo que durante la pandemia fueron a hacerse quimioterapias en colectivo y pasan muchas necesidades. El ser fundación nos va a permitir recibir donaciones”, explicó Gabriela Tosi.
En términos generales, Gabriela destaca que el momento de la detección es sumamente importante y que las prioridades deben estar puestas en uno mismo. “Es un año para que uno se dedique a sí mismo. Generalmente, nos enteramos en el mejor momento, cuando nos sentimos realizadas o tenemos todo en orden”.
“Es como si la vida te dijera que no tenés que conformarte y hay que pelear por más, pero queda en una escuchar o no. Soy licenciada en Marketing, y antes de la detección, yo me dedicaba a mis hijos. Cuando me enfermé, me di cuenta de que ahora me tocaba priorizarme a mí. Ahora me dedico a ser 'community manager'”, concluyó Gabriela Tosa.
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