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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
El autor es vicerrector de la UNCUYO.
Ingeniero Jorge Barón, vicerrector de la Universidad Nacional de Cuyo (Foto: Axel Lloret).
En estos últimos años, se ha hablado y escrito muchísimo sobre cambio climático. En realidad, el clima de nuestro planeta ha cambiado mucho a lo largo de las eras geológicas y, entre los diversos cambios, hay uno que ha ocurrido relacionado con la aparición de la vida en la Tierra. Este cambio fue causado por la aparición de las plantas verdes (fotosintéticas) que comenzaron a transformar sustancias inorgánicas (fundamentalmente dióxido de carbono) en biomasa, usando la energía del sol.
Esa producción primaria de biomasa, a partir de energía solar, luego fue incorporada en las diversas cadenas alimenticias y de descomposición, formando lo que hoy consideramos combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo). Este proceso fue “sacando” dióxido de carbono del aire, a lo largo de cientos de millones de años.
El problema es que, cuando el humano se industrializó, hace un par de siglos, comenzó a “quemar” esos combustibles fósiles. Y al quemarlos, devolvemos a la atmósfera el dióxido de carbono a una velocidad mil veces superior. Como consecuencia, nuestra atmósfera no puede absorber un proceso que se revierte tan rápido, y el dióxido de carbono comienza a aumentar de una manera artificial en nuestro aire. Más allá de la discusión de si hay o no otros efectos naturales de cambio climático, es claro que los humanos modernos somos responsables de este aumento de gas de invernadero y de sus consecuencias.
El mundo que se viene es distinto. Veremos grandes cambios debido a este incremento del dióxido de carbono. En este mundo que viene…, ¿qué podemos hacer? La respuesta es simple: vivir de manera tal de reducir la emisión de dióxido de carbono. Consumir menos energía, usar fuentes de energía que no liberen dióxido de carbono (hidráulica, nuclear, solar, eólica, entre otras), ser eficiente en su uso y, sobre todo, informarnos, interesarnos. Actuar en foros locales, nacionales e internacionales nos permitirá encontrar la forma de generar acciones colectivas de reducción de emisiones. Ha habido grandes frustraciones, como el fracaso del protocolo de Kyoto, que no fue aprobado por los mayores contribuyentes al aumento de dióxido de carbono, pero ello no debe ser la excusa para no seguir buscando modos y formas de lograr los consensos globales que hacen falta, con el aporte de cada uno.
El problema del cambio climático es global, pero la solución está en el comportamiento de cada persona, de cada uno de nosotros. Así como somos responsables del problema, seamos parte de la solución.
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