Así lo sostiene Mauricio Carrillo, militante por los derechos de la Comunidad LGBT. La intimidación se repite con el fin de hacer daño, o ganar poder sobre otra persona. La sociedad chilena continúa conmocionada por la muerte de Daniel Zamudio, un joven homosexual, golpeado y muerto a manos de grupos neo-nazis.
Daniel Zamudio, joven homosexual, golpeado y muerto a manos de grupos neo-nazis. Foto: Web
Las agresiones y formas sistemáticas de intimidación contra niños/as y jóvenes que desafían modelos dominantes de masculinidad y feminidad configuran un fenómeno frecuente, pero pocas veces atendido.
Daniel Zamudio, el joven chileno que había recibido una brutal golpiza el pasado 3 de marzo murió en mano de sus agresores, que además quisieron marcarle esvásticas en su piel. Estos fueron imputados y acusados de homicidio. Y a partir de allí, se abría en Latinoamérica un debate sobre los pensamientos que promueven una lógica neonazi de intolerancia por lo distinto.
Numerosas organizaciones argentinas, repudiaron el brutal ataque del que fue víctima Daniel Zamudio, y exhortaron a que el vecino país, prontamente dicte una Ley Antidiscriminatoria, como así también una legislación en derechos humanos para que la muerte de esta persona no haya sido en vano.
Los efectos del bullying homofóbico en las víctimas son graves (en el caso de Zamudio fue la triste muerte): altos niveles de ausentismo, depresión, aislamiento, sentimientos suicidas y uso elevado de sustancias psicoactivas. A pesar de ello, en América Latina las autoridades educativas han prestado poca atención al problema. A ello se suma la escasa información empírica sobre acoso escolar en general. Según Amnistía Internacional, esto se debe a que, por un lado, el acoso no es estudiado como un fenómeno particular, sino como una expresión más en estudios generales sobre violencia. Por otro lado, a que el acoso escolar sigue siendo una forma de violencia aceptada.
En este sentido, Mauricio Carrillo, quien disertó en las Jornadas de Sexualidad, organizadas por MXI (Mendocinxs por la Igualdad) sobre acoso escolar, violencia, y conflictos con la identidad de género, sostiene “los mecanismos de relación de hoy son otros, son más violentos, y más naturalizados. Por eso es vital empeñarse en promover mecanismos no discriminatorios. Hay que combatir el acoso en las escuelas, ya sea por orientación sexual, por discriminación, por razón de cualquier tipo. El mensaje tiene que ser claro.”
El Bullying es un continuo y deliberado maltrato verbal y modal que recibe un niño o niña por parte de otro u otros, que se comportan con él/ ella cruelmente con objetivo de someter, arrinconar, amenazar, intimidar u obtener algo de la víctima. Esto es reiterativo, recurrente. Carrillo agrega: “las relaciones son muy desiguales, está el que hiere y el que sufre. Se puede ver mucho en las familias. Y en muchos casos, el agresor replica los modelos y comportamientos que observa en sus padres. Esto no es nuevo, sino que se le vino a poner un nombre ahora, por el tratamiento mediático. Muchas veces generan un alerta social y las personas se preguntan ¿Qué hacemos? El Bullying es algo que pasó y pasa, pero insisto que esto no es nuevo.”
Consecuencias del BullyingEn las víctimas se encuentra el deterioro de la autoestima, ansiedad, depresión, fobia escolar e intentos de suicidio, con repercusiones negativas en el desarrollo de la personalidad, la socialización y la salud mental en general.
“No hay un mecanismo protocolar que te diga que hacer en caso de darse en los colegios abuso sexual o Bullying. Sí, hay un protocolo cuando un chico lleva un arma al colegio por ejemplo. Pero en los otros casos generalmente, los profesores, los directores, no saben qué hacer”. Entonces, ¿Cómo se involucran las Instituciones? ¿Qué se hace y desde dónde?
Mauricio Carrillo agrega desde su participación en el Ministerio de Desarrollo Social, y múltiples actividades en otras organizaciones que “hay que generar una fuente de mecanismos de acción para promover por ejemplo, programas preventivos. Se puede hacer muchas cosas. Pero es absolutamente necesario armar redes internas, con involucramiento de los docentes, de los directivos y de los mismos chicos. La participación se aprende ´participando´, siendo sujetos activos. Los jóvenes estamos implicados en el proceso de cambio”.