Autocultivo de cannabis: una opción para salir de la "multimedicación"
La ley nacional abrió el juego a que toda persona que lo necesite pueda cultivar cannabis con fines medicinales. ¿Cuánto cuesta tener una plantación?
Foto: Agrolink.
La cultura cannabicultora celebró en 2020 la legalización del autocultivo de la planta con fines medicinales, algo muy reclamado desde que se sancionó la Ley 27350 en 2017. ¿Por qué el énfasis? Activistas del cannabis explicaron a Unidiversidad que la del cultivo particular es una práctica compleja que les permite “autogestionarse” y no depender de los precios que ponen los privados. Si bien destacaron los logros obtenidos en el último tiempo, marcaron que restan demandas por atender; especialmente, las de un autocultivo menos controlado y la del consumo recreativo de cannabis.
El colectivo de personas que luchan por el acceso al cannabis medicinal recordará año pasado como uno de grandes avances. Después de una reglamentación restrictiva que databa de la administración anterior, el Gobierno nacional publicó un decreto que sacó de la ilegalidad al cultivo particular de la planta de cannabis, y en Mendoza salió una ley que se adhirió a la anterior y la complementó con una visión más industrialista del sector.
“Los beneficios del autocultivo son la accesibilidad y que las personas pueden autogestionarse y atravesar la experiencia del cultivo, que resulta muy enriquecedora familiarmente, ya que se da una conexión con la agricultura y el cuidado del ambiente”, sostuvo Fernando Arias, de la Agrupación Cannabicultora de Mendoza.
No son pocas las personas que necesitan el cannabis medicinal. Tampoco conforman un grupo homogéneo. “Desde un niño de 6 años con asperger con padres de 30 años a adultos mayores que tienen 80 años, y personas con edad entre 20 y 45 años que tienen epilepsia o fibromialgia”, describió Gustavo Granella, presidente de la Clínica del Cannabis Mendoza.
Desde ese punto de vista, Granella señaló que el autocultivo “es una gran opción para todas las personas para poder salir de la multimedicacion”.
Facultades y límites
Una resolución publicada por el Gobierno nacional este año creó el Registro del Programa de Cannabis (Reprocann), en el que usuarias y usuarios autorizados a cultivar podrán inscribirse. A su vez, en la norma se establecieron algunos parámetros a tener en cuenta para hacerlo.
Se especifica que solo está permitido el cultivo en interior, y que se podrán tener entre una y nueve plantas florecidas en un espacio de hasta seis metros cuadrados. La cantidad de aceite que se podrá transportar es entre uno y seis frascos de 30 mililitros; o hasta 40 gramos de flores secas. Estos límites podrán ser actualizados por un programa creado para la investigación científica de la planta.
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Cultivar no es para cualquiera
Quienes saben del tema apuntan que no es sencillo autoabastecerse del aceite. Es un proceso que requiere tiempo, conocimiento, espacio y una considerable inversión. Entonces, es en esos casos cuando cobra más relevancia la figura del club de cultivo.
“Es caro cultivar”, afirmó Arias. Para tener idea, dio algunas cifras: las semillas se pueden conseguir entre $ 1500 y $ 2000. Luego, quedan otros gastos, como paneles, tierra, macetas, luces, ventilación, fertilizantes y carpa, teniendo en cuenta que la norma solo autoriza el cultivo interno. Esto totaliza una inversión básica que ronda los $ 70 mil.
“Cultivan los que pueden o los que tienen tiempo. A una persona que tiene un cáncer no podés decirle que cultive; hay que proveérselo, igual que a un adulto mayor”, sostuvo Granella.
De hecho, una cuestión a tener en cuenta respecto a la democratización del acceso al cannabis es que no alcanza con crear una industria. La experiencia uruguaya, manifestó Granella, ya demostró que las empresas producen cannabis con la idea de exportarlo, y no tanto para cumplir con la demanda interna.
“La gente paga si algo le sirve y, obviamente, siempre dentro de un precio lógico. En Uruguay, las empresas que exportan pusieron un producto muy caro en dólares, y entonces nadie lo podía comprar. Ahí, el gobierno se vio obligado abrir los clubes de cultivo solidario”, indicó el activista.
A su vez, Arias remarcó que la mayoría de la gente no puede cultivar por incapacidad física o falta de espacio y que, aun así, “las personas que cultivan a veces no alcanzan a cubrir sus necesidades, por lo que necesitan un respaldo en otros cultivadores”.
Lo que está claro es que debe haber una mirada sanitaria, y luego se puede pensar a la planta como un bien que puede producir ganancias. “Nosotros sabemos que la gente consume aceite de cannabis, o pomada, que se venden en la calle, pero la gente no sabe ni siquiera lo que es o de dónde viene”, señaló Virginia Coraglia, funcionaria recientemente nombrada al frente de la Unidad de Control de Cannabis de Mendoza.
Coraglia dijo que se suelen secuestrar supuestos aceites de cannabis que en realidad consisten de alcohol con hojas de coca molida, lo que demuestra que la gente realmente no sabe lo que está consumiendo.
Es por eso que la Provincia está elaborando los protocolos y requisitos que deberán cumplir las empresas que presenten proyectos productivos para invertir en la industria del cannabis medicinal en Mendoza.
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Hacia el consumo recreativo
Más allá de las conquistas logradas, quienes vienen militando por el uso de la planta de cannabis reconocen algunas cuentas pendientes.
Una de ellas es que para acceder al cultivo solidario y particular no se requiera inscribirse en un registro. “Tenemos esperanza y fe de que eso va a cambiar pronto. El objetivo es que se puede tener cierta cantidad de plantas, cierta cantidad de flores, sin necesidad de registrarse”.
La otra gran demanda es la del consumo recreativo de marihuana. “Es lo próximo”, corroboró Arias. Por su parte, Granella valoró los avances actuales en la legislación, pero sostuvo que “la legislación actual debería haber sido la de 2017, y hoy deberíamos estar legislando el uso recreativo como han hecho otros países de la región como México”.
En ese sentido, puntualizó que legalizando el uso recreativo no solo se eliminaría el narcomenudeo, sino que generaría ganancias al Estado, que pasaría a cobrar más impuestos.
Arias fue incluso más allá y dijo: “Vamos a ir por el cáñamo industrial”. Esto significaría producir textiles, madera, papel, combustibles, materiales de construcción y plásticos. “Todos los derivados del petróleo pueden ser reemplazados por derivados del cáñamo”, afirmó.
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