José María Llorens –popularmente conocido como “Macuca”- fue uno de los sacerdotes más queridos y respetados en el país. Era de la orden jesuita y concretó una de las obras más trascendentes de la tendencia conocida como "Opción por los pobres": la transformación de un basural en el Barrio San Martín. Se comprometió con el movimiento peronista y la lucha del pueblo por la liberación.
Una de esas tardes soleadas de invierno, el Padre Macuca ofrecía una misa de campaña en la calle San Juan, frente al Sindicato de Canillitas. La calle estaba poblada de cientos de jóvenes militantes. Sobre el altar, un tablón común y corriente cubierto de un mantel de misa, había unos bollitos de pan y vino común de mesa.
Eran el símbolo del drama, humano y divino a la vez, de que cada pobre en Mendoza no tuviese ese día y cada día, su pedazo de pan y su vaso de vino. El clima era de conmoción, de tristeza sin consuelo. Todo el país se había paralizado de estupor aquel 1º de julio de 1974 con la muerte de Juan Domingo Perón. Todo el mundo sabía que Perón se moría, pero nadie esperaba que se muriera, salvo aquellos que fríamente todo lo tenían calculado y no era, justamente, el pueblo.
A partir de ahí, todos los días se dieron pasos hacia atrás, en todos los órdenes. Y una vez más, el pueblo veía frustradas sus esperanzas. Para un ser humano tan sensible como lo era el Padre José María Llorens, era inevitable sentir esa bofetada.
Cuando “Macuca” dijo que Cristo le enseñó a llorar, se refería al 5 de marzo de 1965. Ese día estaba prevista la visita del Obispo en la inauguración de la capilla del Barrio San Martín y, en forma totalmente inesperada, llegó primero la llamada del gobierno avisando a los vecinos que podrían escriturar sus terrenos. Aquel “Primero la casa de los hombres, después la de Dios”, se había cumplido en forma deslumbrante ante sus ojos. Por eso lloraba.
Hay que recordar que la transformación del Barrio San Martín fue algo que se adelantó a las conferencias de Medellín y Puebla y al Concilio Vaticano II, ya que ese “Primero la casa de los hombres, después la de Dios”, auténtico sacramento de misa, de oración, de Palabra de Dios, lo elaboró en 1958. Y lo predicó desde entonces, sencillamente viviendo las mismas angustias que el pueblo. Al principio, ni él ni las 70 personas que componían el basural imaginaban el barrio que existe actualmente, donde habitan casi 30 000 personas.
Por eso Macuca se expresaba siempre en plural. Decía que para poder concretarlo “fue que aprendimos a vivir fuera de la ley”. Así se llamó su libro:
Opción fuera de la ley. Porque para la ley, esa población no existía. Entonces él decía: “Lo que no se pudo hacer de día, se hizo de noche. Así, por tres años se fue “robando” luz, agua, arreglo de calles, reparto de lotes, todo sin aprobación, hasta que, tras constancia y organización, finalmente las cooperativas lograron la remodelación urbana.
José María Llorens había nacido en Buenos aires el 19 de enero de 1913. Ingresó a la Compañía de Jesús el 31 de marzo de 1930; fue ordenado sacerdote el 23 de diciembre de 1944. Ingresó al basural del Barrio San Martín en 1958 y eligió vivir allí en la Navidad de 1964. Según la historiadora Yamile Álvarez, cuando en una entrevista se le consultó si adhería a alguna corriente política concreta, respondió: “No. Yo vivía en forma totalmente apolítica. Estábamos en el 59, con golpe de Estado y con experiencias políticas nuevas. Entonces yo pensaba que lo de Aramburu y después lo de Frondizi eran aciertos, de manera que políticamente estaba fuera de foco. Luego vi al peronismo como un acercamiento al pueblo y los preferí a los conservadores, que no estaban cerca del pueblo. Fue una intuición de que los partidos que colaboran para el bienestar del pueblo son más sanos que los que no colaboran. (…) No tengo capacidad para leer de política. No soy político. Aunque sí tengo simpatías, ciertamente”.
La Universidad del dolorUn capítulo aparte fue la relación de Macuca con los universitarios. Era una verdadera “aventura cristiana” que despertó la vocación de muchos profesionales, que luego pasaban nueve meses en el Barrio ofreciendo sus servicios a cambio del bien recibido. Llorens tenía una experiencia ya que en los 50 dirigía a grupos de estudiantes secundarios de la Acción Católica que ayudaban en la construcción de casas de un barrio obrero de Buenos Aires.
Según la historiadora Yamile Álvarez, en la Mendoza pos-Concilio Vaticano II se hacía sentir con fuerza el impacto de esas ideas, y en torno a su aplicación se había generado un grave conflicto entre el Arzobispo y 27 sacerdotes diocesanos. Fueron los mismos que luego conformaron lo que se denominó el Movimiento de los 27 y, posteriormente, varios de sus integrantes adhirieron al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.
Por su lucidez y honestidad, Llorens se ubicó decididamente al lado de la lucha política y, desde allí, valiéndose de su fuerte predicamento popular, avanzó en una tarea de concientización liberadora. Un tiempo después se desencadenaron todos aquellos acontecimientos.
Según Álvarez, los “campamentos universitarios de trabajo” comenzaron en febrero de 1964, por supuesto, en el Barrio San Martín. En esa ocasión participaron 50 universitarios de varias provincias, que durante 15 días vivieron, las chicas en la escuela y los varones en una casa, junto con los habitantes de la misma. En su organización, junto con el padre Llorens colaboró el sociólogo y profesor universitario Ezequiel Ander Egg. Al año siguiente se llevaron a cabo en enero y febrero; el número de asistentes se elevó a 120 universitarios. A partir de 1966 esta experiencia se nacionalizó y, hasta su finalización en 1972, se realizaron sucesivamente en el norte de Santa Fe, Neuquén, Cutral Có, Cipolletti, General Roca, Salta, Santiago del Estero y Catamarca. En ellos participaron estudiantes de casi todas las universidades nacionales y algunas católicas. Cada uno de los participantes asumía sus propios gastos, los alimentos se pagaban con la realización de rifas y otras actividades o a través de donaciones. En los lugares donde se iban a realizar los campamentos se solicitaba a organismos públicos, organizaciones locales o iglesias, un espacio físico con las condiciones mínimas para contener durante un mes a los veinte o treinta campamenteros.
Bajo el lema “Una experiencia dura para universitarios fuertes”, los jóvenes entraban en contacto con el dolor, con la pobreza extrema, con la injusticia espantosa, lo cual derivaba en discusiones netamente políticas e ideológicas, signadas por el deseo de colaborar para la construcción de una sociedad más justa.
Los CUT fueron el centro de confluencia de gran cantidad de jóvenes mendocinos con sensibilidad social, generaron una gran actividad y mística en torno a ellos y a la labor de Llorens. Pocas experiencias han sido tan movilizadoras desde el punto de vista social en la historia reciente de Mendoza.
Macuca Llorens murió el 19 de noviembre de 1984 en Buenos Aires, pero seguía viviendo en una piecita de la parroquia del Barrio San Martín. Sus restos descansan en la parroquia dependiente de la orden Jesuita “Virgen de los Pobres”, creada por él en la intersección de dos calles principales del barrio, una de ellas renombrada como “José María Llorens”.