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Nos venimos prometiendo, en los distintos grupos de Whatsapp, que cuando seamos “libres” de circular nos juntaremos a disfrutar de un asado.
Foto ilustrativa publicada en tn.com.ar
Mariela Romero, Jorge Quiroga, Mauricio Peña. Katherina Vargas y Mayra Ronda.
Publicado el 26 DE MAYO DE 2020
Sabiendo que el asado es un ritual tan especial para la mayoría de los argentinos, nos hace repensar varias aristas de nuestro quehacer cotidiano. ¿Cómo nos vamos a saludar? ¿Cómo estarán nuestros bolsillos? Un sinfín de interrogantes simples de resolver hasta hace unos meses pero que hoy generan incertidumbre. ¿Será todo igual o un poco peor como dice Michel Houellebecq? ¿Y si ya estábamos encuarentenados y la normalidad era el problema? ¿Y si tal como lo plantea Zizek “el nuevo Covid puso en evidencia que vivíamos con otro virus dentro, naturalizado: el capitalismo? O bien, como apunta Byung-Chul Han, “la globalización suprime todos estos umbrales inmunitarios para dar vía libre al capital y somos nosotros quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, ya que ningún virus es capaz de hacer la revolución por su cuenta”.
Esto obliga a preguntarnos quiénes podíamos disfrutar de un asado, de vacacionar, de estudiar, de trabajar. Siguiendo a Telma Luzzani, podemos describir ese mundo signado por el individualismo, por la desregulación de los años 70 con un primer claro ejemplo en tierras chilenas según lo recomendado por el economista Milton Friedman. Más cercano en el tiempo, el desacople de la economía real de la financiera, la confrontación comercial entre Estados Unidos y China, la Unión Europea en un proceso de desunión. En nuestras tierras el incremento de la pobreza, de la informalidad del trabajo, de la recesión, la desigualdad y el hambre y, particularmente en Argentina, en los últimos años, el exponencial crecimiento de la deuda externa con el FMI, por casi US$ 50 000 millones y fugándose US$ 86 000 millones según el Banco Central de la República Argentina. Respondiendo a la pregunta inicial, debemos decir que ya veníamos de pocos asados y algunas/os de ningún asado.
Luego de varias semanas de aislamiento podemos decir que no son pocos los cambios que hemos adoptado. Nos ha inundado el entorno virtual y con cambios y esfuerzos hemos continuado con nuestras rutinas. Pero lamentablemente no pocas quedan fuera de este relato.
Durante este período se ha intensificado la desigual distribución de los trabajos de mantenimiento del hogar y de cuidado a cargo de las mujeres, se ha acrecentado la violencia ejercida hacia ellas, llevando a la muerte a 96 mujeres por femicidio en 100 días. Sumado a esto, en nuestro país existen miles de personas sin agua potable y hacinadas, también compatriotas que se dedican al cuidado de otras/os, mal remunerados y no reconocidos.
Estos son algunos de los problemas a los que se les debe y da respuesta y en los cuales no solo el Estado ha puesto manos a la obra, si no fundamentalmente la comunidad organizándose. Ejemplo de ello son los comedores escolares, las asociaciones barriales, voluntarias/os asistiendo a adultos mayores y clubes deportivos ofreciendo sus instalaciones.
Hoy ya, más cerca de ampliar los testeos, con muchas actividades que lentamente comienzan a reactivarse, vemos más cerca la posibilidad de reunirnos alrededor de una parrilla junto a los afectos. Pero ese asado no será el mismo que compartimos antes de la pandemia. Es y será más costoso para algunas familias que para otras. La buena noticia es que nos aclaró el lugar que ocupan las cosas. Claramente una de ellas es que la economía es un medio y la salud es un fin, y en nuestro país también es un derecho y es dignidad. También ha puesto en la mesa propuestas que antes de la pandemia eran marginales, como la de convertir la matriz energética en favor de energías más limpias y en relación a ello debemos decir que si bien las desigualdades se profundizan y hasta se agravarán, no hay un destino inexorable, el darwinismo social no es la única posibilidad, hay salidas.
Y en relación a esas opciones debemos preguntándonos quiénes hemos estado pagando el asado y quiénes están en mejores condiciones de hacerlo. Una de las tantas posibles respuestas es la ofrecida por el economista francés Thomas Piketty, quien explica que los niveles de desigualdad social y económica se debe a que existen sectores económicos cuya tasa de rentabilidad es muy superior al crecimiento promedio del PBI. A su vez, el economista argentino Carlos Rojo Font agrega que incrementar 100% la alícuota sobre Ingresos Brutos que pagan los bancos no solo es oportuno sino que se inscribe dentro de la tendencia mundial de redistribuir las ganancias extraordinarias. ¿Por qué no pensar que con lo recaudado se financien tratamientos y vacunas para todas/os?
Con esta última pregunta, que fundamentalmente es un pedido, alzamos nuestras copas y decimos salud y comida para todas/os las/os que habitamos este mundo y cerramos con ¡un aplauso para la o el asador/a!
Autores: licenciadas/os en Ciencia Política y Administración Pública de la UNCUYO Mariela Romero, Jorge Quiroga, Mauricio Peña y Katherina Vargas, y de la tesista de la Licenciatura en Ciencia Política y Administración Pública de la UNCUYO Mayra Ronda.
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