El almacén del barrio

Un David que enfrenta a Goliat

El almacén del barrio

Hace más de 20 años que Elvira Cano hace las compras en el almacén de Humberto. Foto Axel Lloret.

Sociedad

Desafío góndola

Unidiversidad

Verónica Gordillo

Publicado el 30 DE JUNIO DE 2017

Son como David y Goliat. Al igual que en ese relato bíblico, en esta historia el niño enfrenta al gigante con unas piedritas. Las piedritas que empuñan los almaceneros en la lucha contra los supermercados y los mayoristas son infalibles: el trato cara a cara, la confianza, el conocimiento de los gustos del cliente, la posibilidad de recurrir a la libreta de fiado cuando no llegan a fin de mes y los precios, que no tienen nada que envidiarles a los que publicitan sin parar los gigantes de tres metros.

“La atención es esencial, uno los conoce, es un poco el psicólogo del barrio. Además acá encuentran de todo. Yo tengo el almacén hace 25 años, empecé con cuatro cositas y ahora hasta les vendo el pintauñas y la pincita de depilar”, dice Humberto Bonesso, detrás del mostrador de “El kiosco del Humberto”, ubicado en Godoy Cruz.

Humberto no miente. Su negocio está abarrotado de productos, todos los que un cliente podría necesitar y que comprenden esos rubros que miden los economistas: alimentos, bebidas, higiene personal, limpieza. Todo en un espacio reducido, pero al mismo tiempo cálido.

Elvira Cano llega para comprar las “cosas del día”: el pan, los lácteos, el fiambre, porque cuenta que también va a los súper. Dice que hace 36 años es clienta del negocio, que conoce a toda la familia de Humberto, que lo elige por la confianza y porque los precios son accesibles.

El negocio de Humberto se replica en todos los barrios de Mendoza. Según datos que dio a diario Los Andes el titular del Centro de Almaceneros de Mendoza, Juan Carlos Diblasi, en 2016 se abrieron 1000 comercios nuevos, que se sumaron a los 7000 que había en el 2015.

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Un interactivo para comparar los precios del último mes de una canasta básica en las seis grandes cadenas que operan en la provincia, según el relevamiento hecho por Unidiversidad.


Del mayorista al almacén

Unidiversidad publicó una serie de notas relacionadas con el consumo. Empezó por los gigantes, con un interactivo que permite descubrir a los lectores dónde comprar más baratos 23 productos de la canasta básica, en una comparación entre seis cadenas que operan en Mendoza. Siguió con otro gigante, los mayoristas, donde los clientes resaltaron sus beneficios: los precios, la variedad y la comodidad. Ahora es el turno de David, de los almacenes del barrio, de sus estrategias para subsistir y –sobre todo– de las razones que dan los vecinos para seguir comprando en esos negocios, incluso cuando algunos productos pueden costar unos pesitos más que en el súper.

No hay barrio de Mendoza que no tenga un almacén. Y, generalmente, detrás del mostrador está un señor o una señora que conoce a todos los vecinos, que saluda a cada uno por el nombre, que sabe qué les gusta comprar. Los negocios tienen horarios flexibles y productos variados. Algunos dueños los abrieron como una posibilidad de subsistencia, mientras para otros el negocio es una tradición familiar.

Claudio Fernández es la cuarta generación de almaceneros. Hoy es dueño de “La Estrella Española”, que hace 65 años abrió su abuelo en Godoy Cruz; después siguió su padre y ahora su hijo está en la caja. Mientras recibe a los proveedores, enumera los beneficios de estos negocios: rapidez, atención personalizada, variedad de productos y precios accesibles.

Claudio es el dueño de "La Estrella Española", el almacén que abrió su abuelo hace 65 años.

 

Otro de los aspectos que resaltó Claudio fue el crédito. A sus clientes de toda la vida, les permite pagar por semana o por mes, según la situación de las finanzas familiares, y para eso les ofrece una renovada libreta de fiado. Ya no trabaja con papel, sino que lleva todas las cuentas corrientes en un documento de Excel.

Al igual que otros pequeños comerciantes consultados, Claudio dice que las ventas fluctúan al ritmo de los vaivenes de la economía nacional, pero asegura que ahora crecen de a poco después del bajón importante que sufrieron el año pasado. Cuenta que cuando la situación se pone difícil, las vecinas restringen las compran a lo esencial; nada de conservas ni de licores, que consideran un lujo.

Mientras habla el almacenero, llega Carmen. Nos pide que no anotemos su apellido, pero explica que siempre viene al negocio porque tiene precios accesibles, la atención es buena y conoce desde hace años a los dueños. Otra de las clientas, Ibis Bazán, cuenta que hace 20 años compra en el almacén y da sus razones: muchos productos están al mismo precio que en los súper, la atención es buena y personalizada y, cuando no llega a fin de mes, pide crédito y se lo dan por una semana o por un mes, según cómo esté la economía hogareña.

Mabel Laserna cuenta que hace muchos años que viene al almacén, que compra las cosas que necesita en el día y que va mechando con los súper, donde hace un pedido más grande al mes.

La confianza, la atención personalizada, los precios accesibles, la libreta de fiado: esas son las razones que dan los vecinos para seguir siendo fieles a los pequeños comercios. Esas son las piedritas de David, las armas con que los almacenes de barrio pelean contra los gigantes.

"Somos como psicólogos del barrio", dijo Humberto, que tiene un almacén hace 25 años. Foto: Axel Lloret.

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