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23 DE DICIEMBRE DE 2024
El reparto de tareas y la cantidad de tiempo dedicado presentan marcadas diferencias cuando se abordan desde variables como el género y el nivel socioeconómico.
El informe subraya la urgencia de implementar políticas públicas que valoren el trabajo de cuidado y garanticen los derechos de adolescentes. Foto: Unicef Argentina
Aunque no seamos conscientes, en la mayoría de los hogares es común encontrar a adolescentes que no pueden dedicar el tiempo que quisieran a sus estudios, sueños o, incluso, disfrutar de pequeños momentos de diversión, ya que diariamente asumen la responsabilidad de preparar la comida, realizar la limpieza, cuidar a sus hermanos menores, abuelos o a otros adultos. Este tipo de trabajo y los sacrificios que hacen, aunque imprescindibles para el funcionamiento de las familias, suelen pasar desapercibidos y no reciben el reconocimiento que merecen.
A partir de datos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) de 2021, un reciente estudio que llevaron adelante el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) y Unicef, “Adolescentes que cuidan: un trabajo invisible que moldea el presente y condiciona el futuro”, revela que el 66 % de las y los adolescentes de 15 a 17 años del país realizan actividades relacionadas con el trabajo no remunerado, es decir, tareas domésticas y de cuidado a miembros del hogar.
Porcentaje de adolescentes de 15 a 17 años que realizan trabajo no remunerado (tareas domésticas y de cuidado a miembros del hogar. Fuente: ENUT 2021
Sin embargo, se destacan marcadas diferencias en la asignación de tareas y cantidad de tiempo dedicado sobre la base de dos ejes centrales en la investigación: el género y el sector socioeconómico al que pertenecen las y los jóvenes. A partir de estas variables, el estudio da cuenta de que las mujeres y los sectores populares son los más perjudicados.
El informe resalta una gran desigualdad de género: mientras que el 78 % de las adolescentes participan en estas actividades, el porcentaje entre los varones es del 54 %. "El trabajo de cuidado está profundamente naturalizado en nuestra sociedad y recae de manera desproporcionada en las mujeres, incluso desde la adolescencia", señala el estudio.
Según datos de la investigación, en promedio, las adolescentes dedican más de 3 horas diarias al trabajo no remunerado, mientras que los varones apenas superan las 2 horas y 20 minutos. La brecha se amplía aún más cuando se trata de tareas intensivas de cuidado, donde el 10 % de las jóvenes de 16 y 17 años dedican más de 5 horas diarias, lo que compromete seriamente su tiempo para el estudio y otras actividades.
Tiempo con simultaneidad diario promedio dedicado al trabajo no remunerado según sexo. Fuente: ENUT 2021
En las respuestas a las entrevistas del estudio, las y los jóvenes apuntaron a un “reparto de tareas”, pero siempre se observó en ellas la vigencia de ciertos estereotipos y desigualdades asociadas a la tradicional división sexual del trabajo, que se manifiesta en la tendencia a que sean las mujeres quienes se hagan cargo de la mayor parte de los trabajos de cuidado. Esta situación se refleja en las palabras de Daniel, de Tucumán, cuando dijo: “La mayoría de la limpieza la hace mi mamá. La ayuda mi hermana, pero casi la mayoría lo hace ella, y por ahí la ayudo yo con algo más”; o en Valeria, del AMBA, que respondió: “Yo creo que la gran mayoría, para mí en lo general, siempre es la madre la que hace casi todo. Capaz sí se puede repartir, de vez en cuando”.
También se refleja en la investigación –a partir de las reflexiones de las propias jóvenes– una tendencia social a reforzar el estereotipo de género y la división sexual del trabajo, la que normaliza una autopercepción de su futuro con mayores responsabilidades que el hombre en el hogar. “A los varones siempre les regalan pelotas y todo eso cuando son chiquitos. Y a las mujeres, ¿qué les regalan? Cocinitas, muñecas, bebés, y todas esas cosas”, señaló Matilda, de Tucumán. Sin embargo, a la par, se manifiestan puntos de quiebre entre las generaciones anteriores y las actuales sobre estos estereotipos: “Mi abuela me dice: 'Servile el té a tu hermano', pero si él tiene manos, ¡que lo haga él!”, indicó en sus testimonios Fermina, de Tucumán.
Tareas de cuidado según sexo. Fuente ENUT 2021
La investigación también revela que el tiempo dedicado al trabajo no remunerado varía según el contexto socioeconómico. En los sectores populares, las y los adolescentes asumen mayores responsabilidades, especialmente en hogares donde los adultos tienen jornadas laborales extensas.
“De la mayoría de las tareas del hogar me ocupo yo porque mi mamá se va de noche y vuelve a las 10 de la mañana. Le doy de comer a mi hermana, ordeno la cocina para no dejar sucio y nos acostamos. Y después, al mediodía, a veces llega mi mamá y le da ella de comer, y yo me encargo de llevarla a la escuela nada más”, menciona Alan, del AMBA, sobre su día a día. El estudio resalta que este tipo de involucramiento en trabajos de cuidado afecta también la vida cotidiana ya que, en el caso de Alan, muchas veces no puede ir a visitar a su novia o ir a entrenar por el horario y porque debe cuidar a su hermana menor.
La investigación también revela que la carga de trabajo no remunerado afecta de manera desproporcionada a las y los adolescentes de sectores populares. “En estos hogares, las responsabilidades de cuidado son vistas como una condición necesaria para que los adultos puedan trabajar”, explica el estudio. Esto contrasta con la experiencia de los adolescentes de sectores medios, que tienden a realizar tareas de cuidado de manera esporádica y solo cuando no interfieren con sus estudios o actividades recreativas. “Al estar con mi abuela, calculale como unas tres, dos horas, porque la tengo que ayudar y todas esas cosas”, compartió Manuel, un adolescente de un sector popular de Tucumán, al mostrar la realidad de muchos jóvenes que deben asumir responsabilidades que van más allá de su edad y el tiempo que les insume.
Las tareas que realizan las y los adolescentes en el hogar no son accesorias, sino fundamentales para la reproducción o sostenibilidad de la vida, como afirma en otra nota la licenciada en Economía Belén Paz.
Si retomamos la naturalización de ciertos estereotipos de género, elDiarioAR señala que tanto el programa de Educación Sexual Integral como otras políticas públicas son medidas que pueden revertir esta situación, ya que cuestionan la asignación de roles impuesta por la cultura y el mercado, lo que permitiría a las nuevas generaciones tener una percepción más equitativa y justa en relación con la asignación de tareas y responsabilidades. Sin embargo, el actual panorama revela una realidad compleja y llena de obstáculos para solventar estas situaciones, debido al marco político de Argentina que lleva a cabo un gran desfinanciamiento de este tipo de programas.
Frente a esta realidad, el informe subraya la urgencia de implementar políticas públicas que reconozcan y valoren el trabajo de cuidado y que garanticen los derechos de las y los adolescentes. Sin medidas adecuadas, advierte el documento, se profundizarán las desigualdades de género y clase en el país, y se afectará el desarrollo y bienestar de las futuras generaciones.
Fuente: Fuentes: ELA, Unicef
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