A 20 años del corralito, el inicio del fin de la convertibilidad
La medida golpeó con fuerza al pequeño y mediano ahorrista, así como a jubilados, y fue uno de los últimos manotazos de ahogado de una cantidad de medidas puestas en marcha desde fines del 2000, en un momento de fenomenal crisis financiera.
Fotos: Télam
El 3 de diciembre próximo se cumplirán veinte años de la publicación en el Boletín oficial del DNU 1570, que marcó el comienzo del "corralito", la medida que dio paso al congelamiento de depósitos bancarios y que derivó en una crisis económica e institucional que que terminó con el mandato del entonces presidente Fernando de la Rúa.
El sábado 1.º de diciembre, luego del cierre de una semana llena de versiones y corridas en la city porteña, donde reinaba la desconfianza y el riesgo país se iba por las nubes –hasta 3340 puntos–, el por entonces ministro de Economía Domingo Cavallo anunciaba, en una conferencia de prensa desde la Quinta de Olivos, el congelamiento de los depósitos en dólares existentes en los bancos, que sumaban 16 000 millones de dólares en cajas de ahorro y alrededor de 42 000 millones en plazos fijos.
Esa medida determinó que todos los depósitos en dólares quedaban atrapados dentro del sistema y no podía retirarse en efectivo –con un límite de extracción de 250 pesos por semana–, aunque sí podían realizarse operaciones siempre que el dinero no saliera del sistema financiero, como una compra o una venta vía transferencia que no implicara algún giro de dinero al exterior.
Por otro lado, los plazos fijos previamente establecidos se mantenían congelados y se pasaban al vencimiento también a cuentas a la vista, con igual tratamiento.
Esta medida golpeó con fuerza al pequeño y mediano ahorrista, así como a jubilados, y fue uno de los últimos manotazos de ahogado de una cantidad de medidas puestas en marcha desde fines del 2000 –en un momento de fenomenal crisis financiera– al que acudió el gobierno de la Alianza para cumplir su promesa electoral de mantener la convertibilidad: 1 peso igual a 1 dólar. La fuga de capitales reiterada y constante de grandes inversores y empresas extranjeras venía dándose desde el año anterior y terminó afectando a todo el sistema financiero.
Para esa fecha y en menos de un año, la Argentina había disminuido a la mitad el total de reservas internacionales existentes, que pasaron de 36 000 millones a principios de 2001 a alrededor de 15 000 millones en el último mes del año.
Los organismos financieros internacionales le habían cerrado el grifo a Argentina y los bancos trataban de sobrevivir, a la par que varios pedían la quiebra. El corralito le puso un tapón al agujero de la salida de depósitos, pero no solucionó la crisis financiera y económica, ya que la Argentina venía de 3 años de recesión y una fenomenal crisis de deuda.
Tras los fatídicos 19 y 20 de diciembre, con estado de sitio, represión, muertos y la caída de De la Rúa, se abrió un período de apenas un mes con cinco presidentes, default de deuda pública aplaudido por el Congreso y los subsecuentes defaults privados en cadena. Apenas asumido, el gobierno provisional de Eduardo Duhalde impuso un "corralón" y la posterior salida de los depósitos a una paridad de 1,4 pesos por dólar.
A partir de entonces, con todo tipo de medidas económicas paralelas, se fue rearmando una economía en pesos para cerrar el corralito un año después, bajo el mandato del presidente Néstor Kirchner. Sin embargo, no pudieron evitarse los juicios de todo tipo a los bancos y al Estado, que duraron años, de ahorristas que pedían por la recuperación del valor real de los ahorros en dólares.
Una mirada más fina sostiene que el fin de la convertibilidad comenzó mucho antes, cuando el gobierno de De la Rúa, que había heredado de la gestión anterior un recesión que no cesaba, decidió continuar con el modelo del 1 a 1. De la Rúa logró apoyo internacional a su plan del 1 a 1 y, a fines del 2000, obtuvo un "blindaje" financiero, con una inyección inédita por entonces de 40 000 millones de dólares entre préstamos multilaterales y bilaterales, con el apoyo del entonces presidente de EE. UU., Bill Clinton. Por otro lado, desde el FMI, la receta recomendada era devaluación, sin ningún tipo de mecanismo de contención en la transición.
Pese al "blindaje", la crisis continuó en el verano de 2001, lo que determinó el alejamiento de José Luis Machinea del Palacio de Hacienda y la posterior asunción de como ministro de Economía de Ricardo López Murphy, que duró apenas dos semanas en el cargo. De la Rúa acudió entonces al padre de la convertibilidad, Domingo Cavallo, que había instaurado el sistema 10 años antes, durante el primer gobierno de Carlos Menem.
Todo lo que siguió a partir de la designación de Cavallo fueron medidas que en vano intentaron mantener a flote la convertibiliad. Entre ellas, se recuerdan el impuesto a los débitos y créditos bancarios, la ley de intangibilidad de los depósitos y la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central.
También el megacanje de títulos de deuda privada concretado a mediados de ese año y el anuncio de un nuevo acuerdo relámpago con el FMI, el 21 de agosto, para aumentar en 8000 millones el acuerdo stand by vigente por entonces, que el directorio del organismo aprobó 7 el octubre de 2001. Tras las elecciones legislativas, que marcaron una dura derrota para el oficialismo, y dada la profundización de la crisis, el FMI decidió no girar los 5000 millones de dólares que faltaban del último acuerdo.
En el último trimestre de 2001, la presidencia de EE. UU. ya estaba en manos de George Bush, un dirigente político reacio a los paquetes de salvataje y con el interés puesto en los atentados contra las Torres Gemelas, la Guerra en Irak y los ataques terroristas de Al-Qaeda. En ese contexto nacional e internacional, ocurrió el peor de los escenarios para la Argentina: default y devaluación, una historia que tuvo al corralito impuesto en diciembre de 2001 como uno de sus disparadores finales.
Fuente: Mara Laudonia para Télam
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