Más de un siglo de historia: hitos del movimiento estudiantil en Mendoza y Argentina
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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Hace 4 años que el Programa Educación Universitaria en Contexto de Encierro de la UNCUYO hizo pie en la penitenciaría provincial. Si bien el avance ha sido paulatino y aún resta mucho por recorrer, ofrece la mayor oferta de carreras en esta modalidad a nivel regional.
Acto de inicio del año lectivo 2012 en el Complejo Universitario "Prof. Alberto Estrella".
La meta final es que el derecho humano a la educación sea ejercido efectivamente por las personas privadas de su libertad en vista a la igualdad de oportunidades. Para ello se dictan carreras universitarias dentro del penal, una actividad que ya se venía realizando – aunque mínimamente - desde antes de 2008. Ahora bien, es con el Programa Educación Universitaria en Contexto de Encierro, en manos de la Secretaría de Extensión de la UNCUYO, y el aporte de dependencias del Gobierno de Mendoza que concretó su expansión dentro un fuerte marco institucional y económico.
Hoy son 65 los internos entre 20 y 60 años de la penitenciaria provincial que siguen sus estudios superiores. El número de estudiantes fue incrementándose en decenas durante los últimos cuatro años, lo cual es una señal de su importante desarrollo. Se espera que continúe en aumento al inicio de cada año lectivo, explicaron desde el equipo del programa que coordina el licenciado Alberto Molina y dirige la licenciada Paula Petrelli. Las clases del ciclo lectivo en curso se llevan a cabo en el Complejo Universitario "Prof. Alberto Estrella", ubicado en la Penitenciaría de Boulogne Sur Mer.
El periodista Ulises Naranjo, quien desde hace varios años lleva adelante proyectos de resocialización en el plano de lo cultural y artístico, por fuera del sistema educativo formal pero dentro de las cárceles locales, interpreta que la cifra de alumnos universitarios en contexto de encierro es mínima si se tiene en cuenta que son más de 3100 los reclusos que aloja la penitenciaria de Mendoza.
“Si bien se advierte que sólo el 2,5 por ciento de la población carcelaria accede a estudios superiores, se lo entiende como un avance al compararlo con la realidad carcelaria de años anteriores”, expresa. En este punto el referente cuenta que durante los ´90 y los primeros años del 2000 la posibilidad o no de estudiar para los presos era una cuestión “muy accesoria”, pues las condiciones de vida en ese contexto constituían “un verdadero espanto”.
A nivel nacional son trece las universidades – todas públicas - que dictan clases en las cárceles. Desde la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), que integra las organizaciones que luchan por el cumplimiento del derecho humano a la educación en contextos de encierro, se reconoce que Argentina ha realizado un destacable avance al respecto.
Es que la Ley General de Educación 26.206 establece “la necesidad y obligación de la educación dentro de las prisiones, de manera particular e integral, definida como modalidad del sistema educativo”. De esta manera se ofrece a las personas privadas de su libertad la posibilidad de completar sus estudios en todos los niveles educativos.
Un abanico de oportunidades
En este marco, el Programa Educación Universitaria en Contexto de Encierro de la UNCUYO, se ha tornado un modelo ejemplar por ser el que mayor oferta curricular ofrece en esta modalidad. El licenciado Alberto Molina explica institucionalmente que son doce las carreras entre las que pueden optar aquellos internos que estén en condiciones de continuar los estudios superiores: La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales ofrece las Licenciaturas de Trabajo Social, Sociología y Ciencia Política y Administración Pública; la Facultad de Derecho ofrece Abogacía y la Facultad de Filosofía y Letras ofrece las Licenciaturas de Ciencias de la Educación, Historia, Filosofía y Letras y Literatura con sus respectivos profesorados.
Las clases se dictan a través de tutores estudiantiles que visitan las unidades carcelarias de la provincia y proveen a los estudiantes allí alojados del material de estudio correspondiente. Mientras que los docentes brindan clases de consulta presenciales, previamente pautadas antes de las fechas de exámenes.
Derecho y Trabajo Social son las dos carreras más requeridas por los estudiantes, ámbitos directamente vinculados con las condiciones e historias de vida que les ha deparado afrontar a la mayoría de las personas que cumplen condena en un penal.
La complejidad de la problemática carcelaria y de la reinserción social de las personas que son privadas de la libertad, implica para Naranjo que el tema sea abordado desde múltiples y diferentes aristas. “Principalmente que como sociedad asumamos que es una responsabilidad que nos corresponde a todos, en vez de negarla o de propiciarla con medidas cada más restrictivas para las libertades”, señala en referencia a la ley recientemente aprobada que se destinará a restringir las salidas transitorias de los presos.
En este sentido, celebra la iniciativa que despliega la UNCUYO y otras similares que existen en todas las unidades carcelarias de la provincia, pero reclama que las demás instituciones del Estado acompañen estos proyectos “para que no resulten prácticas aisladas, que con frecuencia terminan por enriquecer más en conocimientos, experiencia y prestigio a sus promotores que a los destinatarios”.
Alberto Molina asegura que más allá de los resultados académicos que el Programa comienza arrojar, “el gran valor reside en la experiencia humana que implica el hecho de estudiar una carrera para los internos”. Según detalla el coordinador, el acceso y la permanencia en el estudio insta a la revalorización y recuperación de la palabra por parte de los presos, lo que repercute favorablemente en sus lazos familiares y en la reconstrucción de su propia subjetividad, que ha sido vulnerada desde el momento de la encarcelación.
La sociedad tiene que involucrarse
Por su parte, y desde una mirada más crítica, Naranjo considera que este tipo de iniciativas educativas, laborales y artísticas no se traducen en beneficios concretos para las personas una vez que ganan su libertad.
“A una persona de clase media y que jamás delinquió le cuesta muchísimo conseguir un trabajo digno, imagínate a ellos que además de haber sido privados de todas las oportunidades, salen marcados por su paso en un penal”, reflexiona. Y continua: “Los presos encaran el proceso educativo adentro de la cárcel primero porque tienen intención de ocuparse, de salir adelante, de soñar con eso. Y también como una forma de sobrellevar el adentro. Cuando vos hablas con ellos te das cuenta que ninguno tiene la intención de volver a delinquir, de volver a estar separado de sus afectos y de volver a vivir en ese infierno que es la cárcel. Por eso toman el desafío del estudio o de las capacitaciones laborales, lo lamentable es que después socialmente no tienen un reconocimiento por todo lo que transitaron aún en las situaciones más adversas”.
En este punto toma relieve la relación entre educación y reincidencia. Molina presenta en el documental La Formación una cita de la OEA que dice que el nivel de reincidencia de las personas que completan sus estudios universitarios en prisión es notablemente inferior al de las mujeres y hombres que salen de esa institución sin haber pasado por el sistema educativo. A lo que Naranjo recalca la necesidad de generación de políticas públicas de acompañamiento y viabilización de esos estudios y capacitaciones adquiridos a través de proyectos laborales pos-reclusión.
Atento a estos condicionamientos, el Programa Educación en Contextos de Encierro se sustenta sobre el supuesto que establece que la educación no debe ser entendida como “un tratamiento penitenciario ni tener como fin primordial la reinserción social”, ya que se trata de un derecho humano inalienable y esencial para la dignidad de la vida humana. Por este motivo, las clases que se dictan están lejos de ser entendidas como un premio por buena conducta, según cuenta el coordinador.
Al respecto Naranjo expresa que al momento de caer presa una persona, lo que pierde es el derecho a transitar, es decir, la libertad ambulatoria. Lo que no implica la renuncia al resto de sus derechos.
Para el periodista el trabajo, el arte y la educación constituyen herramientas de libertad, tanto adentro como afuera de la cárcel. “Sucede que tras las rejas se da una situación particular porque ahí la vida está amenazada, el encierro es una amenaza a la vida. Entonces la respuesta de la vida a esa represión la conforman estas instancias y muy fuertemente”, concluye.
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