Eco-eficiencia: la revolución empresarial, ahora en casa
El licenciado Eduardo Sosa reflexiona sobre la importancia de tener una casa eficiente, que complemente el cambio de hábitos familiares y ahorre recursos.
El término eficiencia ecológica o eco-eficiencia proviene del mundo empresarial. Mientras en la cumbre de RÍo de Janeiro de 1992 los países discutían el futuro ecológico del planeta, los empresarios del Consejo Mundial para el Desarrollo Sostenible desarrollaban su propia estrategia para el cambio ambiental. La publicación “Changing Course” que lanzaron durante ese evento, contenía una serie de propuestas del mundo empresarial hacia el resto de los actores globales. Dentro de ese marco conceptual estaba la eco-eficiencia, que desde la perspectiva de los empresarios era “hacer más con menos”, es decir, optimizar el uso de los recursos para mejorar la productividad. Pronto este concepto se trasladó a otros ámbitos; entre ellos, el hogareño.
La eco-eficiencia en el hogar se resume en un conjunto de medidas destinadas a optimizar el consumo de energía y agua y la generación de residuos, lo que tiene su contraparte en la llamada “producción limpia” que se aplica en el ámbito empresarial. Para considerar que una casa es eco-eficiente hay que pensar en el ciclo de vida de los materiales, en el diseño adaptado al entorno (el eco-diseño es otro producto de este proceso de reflexión empresarial) y en una serie de criterios que arrancan en la mesa de dibujo de los arquitectos. Desafortunadamente, la mayoría de las personas viven en casas adquiridas mediante distintos mecanismos que no incluyeron la posibilidad de decidir sobre la construcción, por lo cual solamente queda la aplicación de medidas mitigadoras de los impactos ambientales negativos.
Para iniciar este camino de “ecologizar” nuestra vivienda debemos diagnosticar la situación de base. En la práctica, esto implica estudiar no solamente los consumos energéticos sino también el uso del agua dentro de la vivienda, la generación de residuos y los patrones de comportamiento de los miembros de la familia. Una vez que conocemos la situación, se plantea una estrategia básica de eco-eficiencia, que necesariamente incluirá tanto aquellas medidas para mejorar la infraestructura y el equipamiento de la vivienda como las que promueven un cambio de conductas y de actitudes respecto al cuidado del ambiente. Luego, en función de la magnitud de las inversiones a realizar, de las tasas de retorno, de la disponibilidad de equipamiento en el mercado y otros factores, se plantea un plan de intervenciones que incluirá un cronograma de adecuación de la vivienda, adquisiciones de equipamiento, remodelaciones edilicias y todo aquello que nos lleve a mejorar el desempeño ambiental y a una reducción de los costos vinculados al consumo energético, al aprovechamiento óptimo de los recursos naturales y a la minimización de la generación de residuos.
Para el éxito de nuestro proyecto debemos apostar no solamente a la adquisición de tecnología sino también al cambio comportamental y actitudinal de la familia. De nada servirá disponer de calefones solares, reductores de caudal, ventanas de doble vidrio hermético y otras mejoras, si la familia no modifica previamente aquellos hábitos de consumo que generaron la situación de derroche.
Como elementos usuales de una casa eco-eficiente encontraremos la iluminación basada en lámparas de led, que poseen una mayor luminosidad, menor consumo y mayor vida útil que las lámparas halógenas o las de bajo consumo; calefones solares para producir agua caliente sanitaria, que minimizan el consumo de gas natural; estufas de biomasa o sistemas de piso radiante climatizados con energía solar en reemplazo de las estufas de tiro balanceado; aislaciones en techos y muros; sistemas de depuración de aguas grises para destinarlas al riego de jardines y forestales; sistemas de corte eléctrico que controla el consumo cuando no hay ocupantes en algún sector de la vivienda; reductores de caudal en canillas y duchas; sistemas de climatización basados en el aprovechamiento de la temperatura del terreno (tales como los tubos canadienses), y otras medidas que lleven a la vivienda a reemplazar total o parcialmente el consumo de energías convencionales por energías renovables.
Pero no solo se trata de ecología, sino también de economía. La eco-eficiencia hace hincapié en los costos operativos de las viviendas y busca que las medidas no solamente provoquen efectos positivos en el ambiente, sino que además lo hagan en los bolsillos de la familia. Se trata de armonizar el deseo de ser respetuosos con el ambiente con la necesidad de disminuir costos para el mantenimiento de la vivienda. Se estima que una casa eco-eficiente, que fue pensada y diseñada a tales fines, reduce en hasta el 65 por ciento los costos de mantenimiento en energía. En algunos casos, la adopción de medidas específicas puede redundar en notables ahorros para sus propietarios con tiempos de retorno de las inversiones relativamente bajos.
¿Y qué ocurre si no disponemos del dinero para invertir en las mejoras? La buena noticia es que siempre hay opciones para ser más eco-eficiente. Muchos de los equipamientos sugeridos pueden no tener sustitutos, pero otros pueden ser construidos a bajo costo y, aunque puedan tener un desempeño inferior que los equipos ofrecidos por el mercado, perfectamente pueden suplir las necesidades de las familias. También se puede enfocar el esfuerzo en los cambios de conductas, lo que siempre redundará en ahorros para todo el grupo. En definitiva, la eco-eficiencia es una poderosa herramienta que nos permite abordar el cuidado del ambiente desde la perspectiva del ahorro monetario, lo cual torna muy atractiva cualquier propuesta de intervención.
Licenciado en gestión ambiental, consultor en eco-eficiencia y Presidente de Oikos red ambiental / www.eco-eficiencia.com.ar / esosa@eco-eficiencia.com.ar
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