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05 DE DICIEMBRE DE 2024
Por Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
La aplastante derrota sufrida por el oficialismo en Córdoba (séptima consecutiva para Cambiemos) agudiza la ya acuciante pregunta previa: ¿puede ir a la elección presidencial con la candidatura del actual presidente, sin más?
El establishment responde que no, con sorprendente desparpajo. Es el mismo que acompañó a Mauricio Macri en 2015 y 2017. Pero como la única fidelidad que conoce el capital es para con sus intereses, ahora da la espalda a quien preside un gobierno sumido en crisis, y apuesta por opciones que supone más seguras.
Una es la de María Eugenia Vidal, que ha devenido una especie de figura mágica. Se cree que bastaría la apelación a ella para que nadie identificara en la elección a la marca Cambiemos, y por ello se pudiera garantizar un resultado brillante. Es una suposición que algunas encuestas abonan, pero que no es obvio que funcione cuando lo que se vote no sea “Vidal”, sino “Vidal en Cambiemos”. Las encuestas no suelen captar suficientemente ese matiz, y a menudo miden separadamente adscripción a candidatos y adscripción a partidos. De cualquier modo, Vidal da mejor que Macri, si bien no se sabe en qué porcentaje. Se mejora, pero quizá no lo suficiente.
Pero Vidal presentada para la presidencia, deja a Cambiemos sin figuras competitivas en la crucial provincia de Buenos Aires. Ella misma ha declarado que no querría ser presidenta sin esa gobernación en manos propias. Y esa combinación se hace imposible.
Entonces se apela a Rodríguez Larreta para la presidencia. Mejor que Macri, peor que Vidal, es evidente que garantiza aún menos que ella.
De allí entonces las pretensiones de algunos en la UCR de agrandar Cambiemos, para “meter” allí al peronismo federal. Ello, con el apoyo de la minoritaria “ala política” del PRO (Massot, Frigerio, Monzó). En ello, el súbito Lousteau –de pronto, una especie de “niña bonita” de la política nacional, borrado su pasado kirchnerista- es quien más insiste. Pero es claro que para los “federales” ir con Cambiemos es atarse a una situación hoy mayoritariamente rechazada, y además abdicar de la identidad peronista, dejándola toda en manos del peronismo que reconoce a Cristina Fernández de Kirchner.
O sea: es imposible permanecer en Cambiemos, y a la vez ir con el peronismo federal. Sólo cabría abandonar Cambiemos para ir con el peronismo federal, una aventura sin garantías que la mayoría en la UCR no está dispuesta a asumir, aunque sí el sector minoritario de Alfonsín y Storani.
La cuestión es que el peronismo federal tiene dos candidatos a presidencia (Massa y Lavagna), y ninguna forma de dirimir sus pretensiones, pues el economista no quiere ir a las PASO. Parece imposible juntarlos: podrían ir como dos agrupaciones diferentes, o bajarse uno de los dos. Desde la UCR acompañarían a Lavagna pero difícilmente a Massa, si fuera éste el único en presentarse.
Conste que el establishment considera a Lavagna como propio, sólo por falta de opciones. Fue ministro de Kirchner cuando la reestructuración de la deuda y está lejos de ser un liberal, menos aún uno ortodoxo como ellos preferirían.
Cristina Kirchner hizo su presentación en la Feria del Libro, y guarda silencio buscando agrandar su propio Frente. Es quien por lejos tiene más intención de voto, pero hay un espacio en disputa por indecisos, que podrían ir también con Massa o con Lavagna.
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