Diario de una enfermera II: la lucha por salvar jóvenes en estado crítico
Micaela Alessandra trabaja en unidades críticas de dos entidades privadas. Cuenta cómo se enfrenta a esta segunda ola, aún más compleja que la anterior.
La enfermera contó que hay mayor cantidad de infectados y que son jóvenes sin enfermedades previas. Foto: Ilustrativa Télam
La enfermera Micaela Alessandra (29) dice que la segunda ola de la pandemia no se parece en nada a la primera. Explica que ahora es constante el ingreso de pacientes jóvenes en estado crítico y sin enfermedades previas, que escasean drogas esenciales y que aun con la enorme predisposición del personal sanitario, el incremento en el número de camas no resuelve el problema porque es difícil capacitar en tan poco tiempo a nuevos profesionales.
La licenciada en enfermería, egresada de la UNCUYO, hace cuatro años y medio es parte del equipo de Terapia Intensiva del Hospital Santa Isabel de Hungría y desde hace un año también se desempeña en la unidad crítica del Sanatorio a Mano.
Un de las diferencias entre la primera y segunda, cuenta la profesional, es la angustia por la muerte de pacientes jóvenes, una situación que, asegura, solo es posible sobrellevar gracias al equipo de trabajo y a profesionales de salud mental, que siempre están disponibles para escuchar. Aquí, parte de la charla que Unidiversidad mantuvo con la profesional.
¿Cuál es la situación en las terapias frente a esta segunda etapa de la pandemia?
Creo que ahora la situación es más compleja. En la primera ola tuvimos el pico en invierno, cuando se presenta también la mayor cantidad de enfermedades respiratorias. No tuvimos demasiados inconvenientes porque, con el tema de la cuarentena más dura, no había demasiados contagios y se contaba con las drogas pertinentes para atender a los pacientes, sobre todo en la parte de intubación para poder dormirlos, para tenerlos bien adaptados a los respiradores.
¿Y ahora?
En esta segunda fase, nuestro principal problema, además de la cantidad de contagios, fue la época en que se dieron, en marzo, es decir, muchos meses antes de que se presenten todas las enfermedades respiratorias por el frío. También hay un problema de escasez de material, no tanto de gasas o jeringas, sino en cuanto a materiales específicos que tienen que ver con la intubación, drogas para dormir a los pacientes. Hemos tenido que recurrir a estupefacientes que no se usaban hacía muchos años. A esto se suma la falta de camas: tenemos pacientes que entran muy graves en la primera parte de la internación y necesitan sí o sí la terapia intensiva, y contamos con muy pocas camas, no solo en la parte privada, sino en la estatal también. Sé que están abriendo más camas, pero el problema es que falta mucha mano de obra; podés conseguir enfermeros y médicos recién recibidos, pero la práctica y la necesidad de formación en cuanto a lo que uno va aprendiendo durante los años es escasa. La predisposición es enorme, pero hay un montón de cosas que faltan.
Muchos profesionales advirtieron sobre la baja en la edad de pacientes críticos. ¿Esto es así?
Sí, es otra de las complejidades de este momento, la edad. El año pasado teníamos pacientes mayores de cincuenta años, con patologías de base, era muy raro tener que intubar a un paciente sin patologías de base. Este año, en cambio, se han presentado muchos casos de gente muy joven que no presenta patologías y que termina falleciendo a causa de la COVID-19. La semana pasado vivimos un momento muy difícil, el fallecimiento de dos pacientes jóvenes. Uno de ellos era de 36 años y sin patologías previas, también tuvimos internados a sus papás que salieron adelante, pero el chico se complicó y terminó falleciendo. El segundo fue un chico de 27 años que no tenía patología y terminó falleciendo. Creo que es lo que más nos ha pegado, además de la pérdida de gente que uno conoce, que tal vez no eran colegas en este momento, pero en algún momento aprendimos de ellos o tuvimos el agrado de trabajar junto a ellos.
¿Cuáles son las estrategias personales y grupales para enfrentar estos momentos?
Gran parte de mis compañeros realiza actividades físicas, gimnasio, bici, caminatas, natación. Más allá de eso, creo que una gran parte de poder seguir adelante se debe al servicio de Salud Mental del hospital donde trabajo, ellas están siempre a disposición nuestra por si queremos charlar. El año pasado hicieron actividades grupales en las que podíamos contar cuáles eran nuestros miedos y después hablábamos sobre los caminos para sobrellevar esta situación.
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