En marzo de 2002, el Congreso de la Nación declaró el 1 de julio como día del historiador, con el fin de homenajear el esfuerzo que escritores, investigadores, profesores y aficionados realizan para el estudio, difusión y análisis de los acontecimientos del pasado.

La fecha remite al día en que el Primer Triunvirato ordenó, a través de un decreto de 1812, asentar por escrito los acontecimientos de la Revolución de Mayo, con la finalidad de “perpetuar la memoria de los héroes y las virtudes de los hijos de América del Sud, y a la época gloriosa de nuestra independencia civil”. La tarea recaería en el Deán Gregorio Funes, quien a partir de la documentación recuperada redactó el “Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán”.

Por tal motivo, dialogamos con Beatriz Bragoni, doctora en historia, que nos contó qué se siente ejercer esta profesión: “Es como emprender un viaje hacia el pasado, tanto el más reciente como el más lejano. El gran desafío que tiene el historiador es que imagina ese pasado, apoyándose en evidencias duras, es decir, las huellas que están dadas por los testimonios  materiales, y el historiador intenta reconstruir cómo fue la experiencia de este pasado. Es como un viaje que tiene una cuota de imaginación controlada, fundamentalmente, por la evidencia empírica, en otras palabras, tanto la documentación escrita como material.

Bragoni también se refirió a la contribución de los historiadores hacia la sociedad, y expresó: “Durante mucho tiempo los historiadores tuvieron un rol muy importante en la formación de las identidades y de las formaciones patrióticas de cada uno de los estados nacionales. En este sentido, el historiador fue una especie de custodio de esa identidad nacional, tuvo el monopolio de la historia. Pero en la actualidad, frente a la proliferación de relatos, representaciones y de productores de contenidos, entre ellos los periodistas,  el rol del historiador se ha diluido bastante. Entonces, el peso que tenía la historia en el siglo XXI, en relación a la formación de las identidades nacionales  y definir qué es lo nacional y qué no es nacional, hoy a perdido fuerza. El rol de custodios de la identidad nacional se ha perdido”.  

Por último, habló de los desafíos a los que se enfrentar en la actualidad los historiadores: “En primer lugar, controlar las reglas del oficio y no dejarse tentar por los juicios históricos del pasado. Ser files a la “verdad histórica”, que no es una verdad congelada y tratar de ofrecer versiones históricas los más verosímiles de cómo fue la experiencia del pasado. El otro desafió es el uso político que se le dá a la historia. Existen historiadores en donde sus opciones militantes son más fuertes que las disciplinarias”.