Se oye la estruendosa sirena. Quienes esperan en la parada distraen su mirada del micro que nunca llega para observar el camión de bomberos que avanza sin vacilar, mientras los autos se hacen a un lado para dejarlo pasar. Pero la curiosidad y la preocupación de los adultos por saber dónde es el incendio no está presente en el rostro de los niños que juegan en la vereda. Ellos tienen la mirada puesta en los héroes de chaqueta gruesa que se dirigen a salvar vidas.

Pedro Marcoccia, sargento de 55 años a cargo del cuartel de Las Heras, alguna vez fue uno de esos pequeños y, pese a su resistencia inicial, descubrió recién a sus 40 años que sólo quería salvar a los demás. En diálogo con Unidiversidad, relató sus primeros días al servicio de la comunidad.

Hace ya 15 años, Pedro se unió al cuartel, pero su edad no significó limitación alguna. Recordó que, al principio, fue reticente a convertirse en bombero porque no le pagaban, una realidad que sigue ocurriendo con los nuevos miembros del equipo. Sin embargo, su compromiso personal por ayudar al prójimo superó cualquier obstáculo.

Después de cumplir con los nueve meses obligatorios de preparación, comenzó a formar parte de las misiones del cuartel y a hacer frente a los peligros que asumió. El sargento cuenta que su familia siempre lo apoyó y que su experiencia como sereno municipal lo ayudó a “endurecer la piel” frente a los incendios.

“Que Dios me bendiga”, dice Pedro en voz baja cada vez que sale de su casa para convertirse en héroe, recordándole a su esposa que no sabe si va a volver a casa.

Hace seis años, Pedro estuvo frente a una de las peores tragedias que le tocó vivir. Intervino en un incendio de una casa del barrio San Martín y quedó conmovido al ver a un niño que era abrazado y protegido por su hermano entre el espeso humo y el infierno del calor de las llamas.

“Después de apagar el fuego y resguardar a las personas, tuve que sentarme en un rinconcito para recuperarme”, contó el bombero, quien confesó –con timidez– que lloró tras lo que vio. Sin embargo, Pedro asegura que tocar fondo lo ayuda a salir adelante y le brinda las fuerzas que necesita para seguir con sus misiones.
 

La familia de Pedro

En el cuartel de Las Heras, ubicado en la Base Cóndor, 56 voluntarios comparten guardias de 12 a 24 horas, pero no sólo se encargan de apagar incendios. Limpiar los vehículos y el lugar, preparar las comidas del día y atender las llamadas de urgencia son algunas de las otras tareas rotativas que la “familia” de bomberos realiza.

Parte del cuartel de bomberos de Las Heras. 

A diario, el 75 % de las llamadas al cuartel corresponden a emergencias falsas, generalmente por bromas telefónicas, las cuales igualmente deben atender. “Nuestro único reclamo es que la gente nos respete y nos valore como merecemos”, dijo Pedro, quien advirtió que estas actitudes frecuentes de la gente complican los recursos mínimos que poseen.

Una comisión conformada por bomberos se encarga de reunir y administrar fondos para asistir con alimentos y equipamiento general a las necesidades del cuartel. Las campañas y las rifas, las ayudas espontáneas de los vecinos y el apoyo municipal son fundamentales para los héroes –a veces, olvidados– que ponen en juego sus vidas por las de los demás, sin exigir nada a cambio.
 

Festejo oficial

Durante la jornada de hoy, hubo desfiles de los voluntarios por algunas calles en distintos departamentos del Gran Mendoza. En tanto, este sábado 3, miembros de los cuarteles de bomberos de toda la provincia se reunirán en la plaza de Tunuyán para celebrar su día. De 10.00 a 18.00, brindarán charlas abiertas al público y exhibirán sus nuevos móviles, junto al clásico bautismo.