Día de la Tierra: la juventud se hace cargo de combatir el cambio climático
El 22 de abril es la ocasión para visibilizar las luchas y reclamos frente al cambio climático. Millones de personas marchan en todo el mundo para poner en agenda las problemáticas relacionadas con la contaminación, la conservación de la biodiversidad y la sobrepoblación, entre otros temas.
Foto: Ilustrativa
Un 22 de abril, pero de hace 52 años, millones de personas marcharon en todo el mundo para reclamar por los altos niveles de contaminación. Desde ese momento, se conoce esta fecha como el Día de la Tierra. La finalidad fue crear una conciencia común ante la cantidad de problemas ambientales que vienen sucediendo a lo largo de los años.
Uno de los principales promotores de este día fue Gaylord Nelson –abogado, político y ambientalista estadounidense–, que se destacó y luchó para visibilizar y poner en agenda las problemáticas relacionadas con la contaminación, la conservación de la biodiversidad y la sobrepoblación, entre otros temas. En la actualidad, la joven activista Greta Thunberg es una de las referentes en la lucha contra el cambio climático.
La juventud, a favor de la acción climática
Las y los jóvenes de todo el mundo han empezado a manifestarse de manera más profunda en los últimos años. Por eso, desde Unidiversidad dialogamos con Carolina Álvarez, activista y miembro de la Multisectorial Ambientalista de Mendoza y del Comité Ambiental de la UNCUYO, sobre el rol de las y los jóvenes en la lucha ambiental, el manejo del agua, la alimentación y los reclamos que se necesitan para frenar este daño al planeta.
“Noto en la provincia una conciencia ambiental cada vez más amplia, sobre todo en las y los más jóvenes. Estas nuevas generaciones tienen las cosas muchas más claras y aprendidas. De hecho, en la misma UNCUYO, se ha conformado un Comité Ambiental de estudiantes para debatir sobre estos temas y, sobre todo, para remarcar nuestra voz ante la crisis mundial y los problemas recurrentes que notamos a diario”, destacó Álvarez.
Ya sea a través de la educación, la tecnología, la ciencia o la ley, jóvenes de todas partes están aprovechando sus habilidades para defender la acción por el clima. “Las consignas puntuales que solicitamos son, por un lado, que se cumplan con las tratativas que se pactan, se firman y generalmente quedan cajoneadas; por otro lado, la exigencia inmediata de una Ley de Humedales, ya que vemos cada vez más incendios producidos intencionalmente sobre los territorios de agua dulce y de biodiversidad; también solicitamos, bajo el lema “La Cordillera no se negocia”, la marcha atrás del proyecto para la creación de un centro de esquí en Malargüe; y, finalmente, una rápida estrategia de trabajo para poner en marcha nuevas fuentes de energías renovables, para dejar atrás la feroz quema y extracción de hidrocarburos”, continuó.
El valor del agua y el cambio climático
El agua es un recurso único e insustituible cuya cantidad es limitada, y nuestra provincia no es la excepción en este sentido. “Desde nuestra perspectiva, tenemos muy en claro que el agua es lo más valioso y el bien más preciado que debemos cuidar. Debemos fortalecer la exigencia y el cuidado del agua, ya que, según indican los científicos provinciales sobre la crisis hídrica, no va a haber mejoras progresivas para la agroindustria, para la población y para nuestro consumo diario”, afirmó la activista ambiental.
“Desde los movimientos ambientalistas, tenemos una visión muy crítica con el uso y el manejo del agua a nivel nacional y provincial, ya que consideramos alarmante la situación actual y notamos, desde las agrupaciones de jóvenes, que se debe poner mayor énfasis en la protección de los glaciares de la Cordillera, no llevando a cabo proyectos extractivistas que corran el riesgo de contaminación, y la aplicación de una Ley de Humedales, mencionada anteriormente, entre otros proyectos”, prosiguió.
Alimentación y medio ambiente
Mucho ámbitos han discutido y cuestionan actualmente la forma de alimentarnos. Muchas veces puede ser por la prisa con la que nos movemos a diario, por la situación económica y cultural que atravesamos –por ejemplo, los productos orgánicos suelen ser más caros–; en ocasiones, se da por falta de conocimiento. Ante esta situación, solemos dejar una “huella alimentaria” que mide los impactos ambientales asociados a los cultivos, la producción, el transporte y el almacenamiento de nuestro alimentos.
“Desde nuestro lado, cuestionamos fuertemente los modelos de producción que nos ofrecen rápidamente, y de manera más económica, productos y alimentos que no son realmente nutritivos. Parte de este cuestionamiento creció mucho con el avance y acuerdo con las megagranjas porcinas provenientes de China”.
“Nosotros no cuestionamos el consumo de carne (cualquier tipo que sea), sino que no estamos de acuerdo en las formas y las maneras en las que se producen, los recursos naturales consumidos, la contaminación producida y los gases de efecto invernadero emitidos”.
Fuente: Unicef
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